CATFISH Y LA VIOLENCIA DIGITAL DEL ANONIMATO

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Los principios inherentes a la gobernanza en internet que otorgan un soporte dogmático a las actividades que realizan los cibernautas forman parte de una serie de conceptos de uso común y extendido a través de los cuáles se fija la convivencia en el entorno digital tomando como referencia estos preceptos que van ligados con el origen de esta tecnología, que año con año evolucionan en el marco de los foros mundiales de múltiples actores involucrados y que pareciera que forman parte de un querer colectivo en torno a la dimensión que debe o debería tener la interconectividad y el acceso a la información a través de dicha tecnología.

Si bien dichos preceptos son globalmente aceptados como parte de un estándar común y existen diversas iniciativas en torno a dotar de contenido dichos principios como parte de una carta de derechos de la ciudadanía digital, actualmente, no se cuenta con un marco normativo de referencia que permita poner sobre la mesa su incorporación como parte del derecho positivo de las naciones, en parte, puesto que se tiene la creencia de que la colaboración y evolución del internet es demasiado amplia como para que un gobierno, sector o actor interesado pueda tener injerencia en la forma en la cual se desarrollan la relaciones en el marco de dicha tecnología.

Dicho señalamiento se realiza puesto que las políticas públicas contemporáneas instauradas en el marco de algunas decisiones gubernamentales han generado un estrés entre los principios de gobernanza y los cauces de las acciones públicas en un sector determinado, afectando principalmente la neutralidad de la red, quizá el principal dogma relativo a la expectativa del usuario que accede a los múltiples servicios de internet, a fin de no ser sujeto de injerencias injustificadas que modifiquen su experiencia en dicho entorno, principio, que en parte puede entenderse también como una derivación de la protección de la privacidad con relación al uso de la tecnología, es decir, respetar el derecho a la libertad en torno a las decisiones y actuaciones que conciernen a una persona respecto de lo propio y que comparte con un núcleo social.

Las tensiones se han hecho evidentes, y la preminencia de los principios de referencia se han advertido frágiles, con motivo de intereses comerciales de empresas preponderantes, o inclusive, cuando dicha actividad por parte de las empresas – servicio puede transgredir disposiciones de orden público en un país, como en el ámbito fiscal, experiencias en las cuáles se ha advertido el gran consenso y buena fe en torno a su uso, y, por otra, la fragilidad de esos acuerdos multilaterales de buena fe cuando éstos se cruzan frente a intereses particulares, momentos en los cuáles surge la incertidumbre sobre el alcance a mediano o largo plazo del modelo de gobernanza imperante a partir del surgimiento de las relaciones digitales y de múltiples usos y aplicaciones del internet a gran escala, que eventualmente tendrán que transitar hacia el ámbito del derecho para encontrar componentes que le brinden certeza a dicha actividad.

Es positivo por supuesto que ciertos países reconozcan en sus legislaciones parcial o totalmente estos principios de gobernanza en sus legislaciones, así como los primeros principios de los llamados derechos digitales, sobre los cuáles ya se han realizado algunas reflexiones en este espacio, de lo cual, eventualmente podrían surgir propuestas normativas que permitan complementar los acuerdos que dan vigencia a la operatividad en internet, en diversos espacios, entre los cuales, desde mi perspectiva el más significativo sería el Foro de Gobernanza de Internet.

Como cualquier herramienta, el internet no se encuentra exento de tentaciones para lograr su control por parte de los países, por lo que si bien, el acceso libre, neutral y autónomo a la herramienta es difícil que pueda ser modificado en un debate relativo a los requerimientos para su funcionamiento adecuado, también lo es, que ello no implica que todos los procesos deban preservar dichas características de manera general, ni menos, que los procesos del entorno digital se encuentren libres de acreditar la ocurrencia de diversos hechos en el ciberespacio, por lo que una adecuada gestión de la identidad se considera clave a fin de poder transitar a un concepto de ciudadanía digital.

Sin embargo, al día de hoy todos los procesos conviven de manera simultánea en dicho entorno por lo que no es factible dimensionar que el internet también pueda contar con una estructura mínima que permita institucionalizar y reconocer la intervención gubernamental en el ciberespacio a fin de generar una infraestructura básica sobre la cual puedan montarse otras relaciones, y dicho soporte se dará innegablemente a partir de la identidad digital.

A pesar de las diversas discusiones en pro y en contra, no se puede determinar hoy en día cuál es el escenario más conveniente, ya sea, mantener desregulado o con una regulación mínima todos los sucesos que se originan en el ciberespacio, o en el otro extremo, generar una estructura artificial que reconozca la función de lo público en el ciberespacio, sin necesidad de que dicha función la realice un ente gubernamental; esta situación provoca una indefinición sobre la cual ese pacto de buena fe no solamente se encuentra roto por tentaciones autoritarias que atentan contra los principios, sino sobre las actividades de ese entorno que aprovechan la falta de estructuras para cometer actos ilícitos al amparo de la neutralidad.

En esos atentados surgen las principales notas de violencia digital que se genera una vez de que se rompe y distorsiona la continuidad de confianza en el medio digital, ya se por parte de las personas, o de aplicativos montados en la red que interactúan con la actividad que realizan los cibernautas, con lo cual, a través de una simple mentira empiezan a surgir mecanismos que afectan la convivencia en el ciberespacio, como en el caso del catfish, término que quedó asociado a una de las iniciales suplantaciones de identidad en la web que surgieron a partir de las herramientas de comunicación.

Catfish adquiere varios significados popularizados a partir de que una serie de MTV empezó a hacer notorios dichos fenómenos en red, en el que el fenómeno si bien podría constituir phishing en estricto sentido, es decir, una actividad con fines principalmente ilegales, el catfish no tiene dicho alcance, ya que, valga la analogía con el pez gato que cuenta con aletas dorsales y pectorales están provistas a menudo de espinas puntiagudas, algunas veces venenosas, que se utilizan como defensa y que pueden ocasionar heridas graves, quienes funcionan como peces gatos logran enganchar a sus propias víctimas parte por sus propios mecanismos emocionales que les hacen camuflarse para llamar la atención de otras personas, fenómeno que por la propia naturaleza de los mecanismos son tóxicos que se traducen en heridas graves por parte de las personas que son víctimas de este “ataque”.

Con esta ruptura de confianza se producen los primeros signos de violencia que empiezan a tornar a actividades más sofisticadas que eventualmente, pueden extenderse de manera peligrosa a los demás espacios del ámbito digital si no se controlan adecuadamente.

Hasta la próxima.