Falso self vs los tacos

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Caray, si algo ha demostrado la otrora Rosario Tijeras es ser toda una velocista, pues, además de las habilidades físicas que día a día presume en su cuenta de Instagram, es también desde ese lugar, que caduca los tintúrales en tiempo récord al dar nuevamente de que hablar. Algo así pasó de este lado; apenas ponía en la balanza los pros y contras de convertir esta participación en un tabloide, cuando la actriz, otra vez era tendencia en Twitter, acusada ahora de hacer comentarios racistas.

Tela hay bastante, desde las cosas más ridículas como darse tremendo ranazo haciendo ejercicio o dar recetas con plátanos sin carbohidratos, hasta cosas más serías como meterse con los tacos, decir que quien los come no se quiere; que quien la critica es gente gorda y tóxica; pedir a sus seguidoras que viven violencia doméstica  que inviten a sus agresores a tratarlas como a ellos les gustaría que los trataran, y que lo hagan con el corazón y la última, cuando al buscar uno de los filtros para su transmisión en vivo, usando uno que oscureció su rostro, dijo: ay, qué prieta, no, qué fea.

Pero vámonos por partes. De las risas nadie se queja. Aunque lo de los tacos dolió, precisamente con unos de tripa, es lo que las lenguas a los amantes. En cuanto a si es o no racista, puede que los gritos de la izquierda radical tengan mucho que ver en ese sentido. Lo indefendible fue la ominosa recomendación a las mujeres para callar los maltratos, afortunadamente fue la periodista (como debe ser, de mujer a mujer) Lydia Cacho la que la puso en su lugar con sendos twitazos donde decía, palabras más palabras menos, que la ignorancia debe tener un límite y que ejercitara también el cerebro, pues el cuerpo no lo es todo. Prudente jalón de orejas considerando que la mujer tiene 7 millones de seguidores y que su voz para algunas es credo.

No obstante, este no es un espacio destinado a la quema de Bárbara sino en utilizar la relevancia del caso para señalar ciertos problemas de salud mental que se concatenan y provocan: ese falso mensaje de vida sana, y en ella, los ataques que la orillaron a dejar su cuenta de Twitter.

Haciendo uso de la magia del internet, se pueden hallar videos de la misma De Regil en los pininos de su carrera. Era otra, entre cirugías estéticas, comportamientos y actitudes. Pero esto no es un secreto, la misma Bárbara ha declarado que se arrepiente de los excesos en su pasado, que porque eso era señal de lo poco que se amaba entonces. Además, es madre desde los 16. Hoy tiene 32.

Winnicott define falso self como una distorsión de la personalidad originada desde la infancia. ¿Qué es esto? Bueno, para fines prácticos, todo individuo, hombre o mujer, llega al punto de su vida en que se formula tres preguntas trascendentales, muchas veces inconscientemente: ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo? y ¿a dónde voy?, y éstas aparecen en el traslado de la adolescencia a la juventud. La tan ansiada identidad. Resolver esas preguntas resulta en un camino de autoexploración del cual, si las bases como el autoconcepto y apoyo en casa son débiles, concluye en una crisis no resuelta que hará sombra en la adultez.

Tan inconsciente como el viaje es el placer encontrado, en dónde se halla y que carencia llena. Si el ejercicio te libera de la presión allá afuera producto del trabajo, está bien. Pero si en el ejercicio sólo se gasta tiempo, se persiguen los estándares de belleza establecidos por la mercadotecnia o se hace nada más porque está de moda sacarse fotos en el gimnasio para postear frases de empuje (desorden ya estudiado), a eso se le llama enajenación, es decir, se es a partir de ese nuevo vicio, pero ahora socialmente bien visto.

Lo feo es que de enajenaciones tenemos ya bastante: están los fanáticos religiosos, del fútbol, la maternidad, trabajo, el matrimonio, autos, mascotas… en fin, tantas cosas con las que se niega el juicio. No hay nada más triste que un grupo de aficionados llevando una discusión a los golpes en un estadio por sus colores; a una madre que avasalla a su cría para evadir sus propios problemas; un hombre con la cartera llena, pero con los hijos a kilómetro de distancia o quien aún hoy defiende los abusos de la iglesia con argumentos decimonónicos. Para quien está del otro lado de esa enajenación puede distinguirlo, pero al que la vive no, pues ese placer lo aleja del conflicto que representa encarar eso que está mal en el interior.

A Bárbara la han llamado positivista toxica, y están bien. Ella ha llamado también tóxicos a sus críticos reaccionarios. Lo cierto es que es precisamente esa palabra la que tanto daño le ha hecho a la psicología en los últimos años, pues  descalifica y niega en cualquiera de los sentidos la empatía y el análisis más sesudo de la condición humana en el otro. Ni hablar de aquellos que también la usan a la menor provocación si no pueden lidiar con la frustración o la crítica o de aquellos que con su uso, subliman cosas gravísimas como la violencia que más bien es asunto de ministerio público y no de un post en Facebook.

Es claro que algo debe andar mal en quien denosta a una persona por su aspecto, particularmente cuando ella misma ha transitado ese superfluo camino del cambio; sin mencionar la neurótica recriminación de quien gusta de una garnacha. Algo puede andar mal, pero eso, amén de lo que decida compartir en redes, es cosa suya. Pero si en el nombre de su falsa sanidad mental por las actividades físicas se lleva al traste la salud emocional de millones, haciéndolas creer que tan solo con sonreír y desearlo pueden vencer la realidad como una cita a tiempo con el psicólogo o una amenaza de muerte en casa, tenemos un peligroso mensaje que debe ser discutido, ya que no bastan las buenas voluntades, porque bueno, nada tienen que ver los millones que se embolsa en patrocinios De Regil con Reebok y sus presentaciones multitudinarias o las muchas veces que ha evadido los señalamientos de fraude por las proteínas y complementos que comercia, ¿cierto?