La realidad
Para algunos, la realidad conlleva ciertas dosis de sufrimiento y abandono, más que la soledad misma, pero para otros, la realidad es aquello que nos hace vibrar frente a un paisaje determinado, un punto bucólico de lo que los abuelos llamaban la naturaleza.
Pero hay cosas que no siempre se acomodan en la realidad circundante, por ejemplo, la poesía. A pesar que las definiciones varían conforme a las necesidades de quien define, la poesía tiene un viso de realidad que se da en el momento en que se escribe. Los llamados poetas tienden a confundir este término con todo lo que significan sentimientos humanos, emociones, lateralidades que van hasta el límite de lo superficial o al profundo abismo que puebla las mentes más atormentadas de la literatura.
Los grandes poetas son a veces los más sencillos. No alcanzan la profundidad ni la superficialidad y se quedan encima de todo eso por el simple hecho de saber que ya se llegó ahí, se brotó renovado y se tuvo a bien establecer los límites más pequeños de la palabra.
A veces, dicen, sólo es un sentido pequeño que da forma a un gran trabajo poético. Recuerdo con particular interés una pequeña charla de viaje con uno de los mejores poetas con los que he hablado en mi vida: Juan Bañuelos.
En alguna visita a la ciudad del volcán, Juan, como insistía que le llamáramos cada vez que salía el maestro respetuoso, tuvo a bien responder las preguntas necias, de alguien que lo había leído muchos años atrás. Tomaba ejemplos de su entorno, incluso de aquel en el que recorríamos en ese instante, para hacerme ver la respuesta sin decirla.
En más de una ocasión le vi mirando hacia el frente con un dejo de melancolía en los ojos para después sonreír abiertamente o soltar aquella carcajada que le venía desde su chiapanidad hace tanto tiempo dejada en su tierra.
Solía burlarse de mis preguntas con un tono amable y respondía casi de inmediato cuando el tema le parecía interesante. Aquel viaje hasta Satélite, que es la zona más reconocida que recuerdo de su domicilio, fue una de las lecciones más intensas de lo que es escribir o intentar escribir poesía. Y recuerdo aún esa frase contundente que dijo, antes de entrar a su casa, mirando el árbol que cubría la reja: La poesía, chamaco, es la realidad que nos circunda y sólo ella es capaz de hacernos comprender lo que hacemos.
Es por eso que insisto. Enfrentar a la realidad es muy parecido a enfrentar a la soledad, porque la realidad es lo que nos llena los ojos cuando los abrimos cada mañana, hace que nuestros labios tiemblen ante la mención del placer, o que nuestros ojos se llenen de lágrimas al momento de contemplar lo que nos es dado hacer. Quizá Borges extrañaba ese don de la vida cuando escribió acerca de los atardeceres multicolores, porque era ahí, en ese recuerdo, donde realmente buscaba la poesía, entre los aromas y el color, entre los ojos de cientos, de miles de cientos, que caminan todos los días alrededor de nuestra realidad.