Navidad en las montañas

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Estos días de vacaciones navideñas, inevitablemente me invaden recuerdos de otros días felices, cuando vivía mi padre y pasábamos las fiestas con él. Mis padres y mis tíos hacían lo posible para que las chiquillas y los chiquillos de la casa tuviéramos la mejor época del año y recibiéramos muchos regalos. A veces incluso salíamos de vacaciones y llevábamos el espíritu navideño a otras latitudes. Recuerdo aquellos viajes familiares con mi padre a Ixtapan de la Sal y Tonatico, o a alguna playa de los Estados de Veracruz y Guerrero.

 

Viene a mi memoria especialmente un viaje que hicimos con mi padre, allá por 1986, en que él asistió a un encuentro nacional de cronistas municipales. Duele que por estos días no se puedan visitar las playas guerrerenses con tranquilidad, pues ya ni la Autopista del Sol es segura. A veces no se puede ir más allá de Taxco.

 

Está feo el asunto, Guerrero es una entidad con mucha historia aunque, desafortunadamente, buena parte de ésa es de violencia y guerras: durante la insurgencia, Morelos incendió el territorio; luego vino Vicente Guerrero, que hizo de éste, su terruño, rebelde y dio su apellido para nombrar el territorio; el último insurgente, Juan Álvarez, en 1855 derrocó al dictador  Santa Anna de la presidencia con su revolución de Ayutla. Más adelante, el Estado fue bastión de revolucionarios, como los Figueroa, y durante el siglo XX fue cuna de guerrillas rurales como los Cívicos de Genaro Vázquez Rojas, el Partido de los Pobres de Lucio Cabañas y el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI). Como cereza en el pastel, en 2014 el narco desapareció a 43 normalistas de Ayotzinapa. Hoy la inseguridad continúa tan campante.

 

No obstante, un hijo distinguido de Guerrero, Ignacio Manuel Altamirano (Tixtla, 1834; Italia, 1893; este año se cumplió el 185 aniversario de su natalicio), prominente liberal de la Reforma juarista y gran escritor del siglo XIX, cuya Alma Mater fue el Instituto Científico y Literario de Toluca donde hizo estudios profesionales, nos legó una de las más importantes novelas del romanticismo decimonónico mexicano: Navidad en las montañas. Novela publicada en 1871, cuyas montañas pueden ser cualesquiera de Guerrero o del país, refleja las tradiciones navideñas de la época en el contexto de la guerra de Reforma.

En suma, es la narración del encuentro de dos personajes en apariencia opuestos: un militar perteneciente a las filas liberales y un sacerdote español. A pesar de que el militar, liberal furibundo, llega a un pueblo montañoso prejuiciado por tener que encontrarse con un cura que, sólo por su condición eclesiástica y extranjera (era español) necesariamente tenía que ser conservador, entre ambos se entabla un diálogo honesto y constructivo, pues resulta ser cura progresista, no imbuido de las ideas retardatarias de muchos eclesiásticos de la época y que, con su esfuerzo, ha logrado que la gente prospere, haciendo que el militar se despoje de sus prejuicios, baje la guardia y alabe su labor. Se trata de una verdadera metáfora de la solución del conflicto reformista y de la posibilidad del entendimiento entre liberales y conservadores.

 

De hecho, al restaurarse la República en 1867, Altamirano fue promotor activo de la conciliación entre los bandos contrarios para que, en un ambiente más armónico y de concordia floreciera nuevamente la cultura. Además, para Altamirano, el género de la novela tenía una importante función social que se podía aprovechar para mejorar las condiciones de las masas y generar conciencia patriótica. Mediante la novela el autor también evidencia males del país como el militarismo, la mala educación, las divisiones, las desigualdades y la inseguridad, causas directas de conflictos internos. ¿No son, acaso, los mismos males que vivimos actualmente, aunque en diferente contexto?

 

Por ello, en estos tiempos sugiero a todas y a todos leer Navidad en las montañas, libro que no solamente es acorde con la temporada sino que además, nos deja una enseñanza para trascender los conflictos y hacer las paces bajo el influjo navideño, no sólo en Guerrero sino en cualquier lugar de nuestro país. Aquí mismo, en nuestra querida Toluca. ¡Feliz Navidad!