Sor Juana Inés de la Cruz

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En la lectura que hago del libro Sor Juana Inés de la Cruz, publicado por Editores Mexicanos Unidos S.A., de Adriana Chávez Castro, encuentro en el apartado El Siglo XVII, Siglo de Sor Juana, una introducción a lo que ha de ser la escuela de vida y herencia cultural de nuestra Décima Musa; nacida en Nepantla, municipio de Tepetlixpa, estado de México, el 12 de noviembre de 1648. Estemos atentos a no equivocarnos, cosa que sucedió durante mucho tiempo, al declarar por principiantes o estudiosos, que la Décima Musa había nacido el 12 de noviembre de 1651; quitando con ello 3 años de vida, pues la propia Sor Juana decía tal año, como fecha de nacimiento y varios estudiosos en el siglo XX mantuvieron la opinión de que lo había hecho porque a las mujeres no les gusta dar su edad, pues desean ser más jóvenes siempre.

 

Hoy se sabe, al esconder el dato de su nacimiento tenía que ver con el hecho de que sus padres no eran casados. Por lo que era hija bastarda, es decir de una relación de hombre y mujer que no se habían matrimoniado. Con ello, a quien le arruinaban su vida presente y futura, era a la niña: en ninguna época ha sido grato saber y vivir con ese pecado del que nada de culpa tienen. Esto la charlé varias veces con el poeta mexicano Alí Chumacero, y con Thelma Nava en los primeros años del siglo XXI, así como con Otto-Raúl González, Ahydée Maldonado, Paco Pacheco, Raquel Huerta-Nava, Dolores Castro, Iliana Godoy y Tere Guarneros.

 

Además, con el estudioso sor juanista, Carlos Elizondo, quien sostenía el tema de los 3 años como coquetería en sus talleres hasta fines de siglo XX; en fin, larga lista entre los que están Carlos Arriaga, primer Director del Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz, en Nepantla, desde el año de 1994; Carlos fue promotor y difusor de todo tipo de eventos y seminarios sor juanistas, en la región oriente del estado de México; y con afecto  y simpatía apoyó mi posición de la razón de quitarse esos tres años.

 

Tal verdad, está confirmada, al descubrirse el Acta de Bautizo de la niña Juana de Asbaje, en la parroquia de Chimalhuacán, Ozumba, estado de México, donde aparece la fecha de 10 de diciembre del año de 1648; se comprueba por los nombres de sus padres y de sus padrinos, que es la misma niña que con el tiempo ha de alcanzar un lugar entre los personajes más sabios que ha dado América al mundo.

 

Aunque pareciera un tema rebasado en el tiempo. Lo cierto, es que sigue siendo un asunto de intimidad familiar. En épocas pasadas lo resaltaba sobre todo la propia Iglesia, al hacer dos tipos de libros para el registro de los hijos: el de los padres matrimoniados, y aquellos (escondidos), donde se registraba el hecho de que no eran casados.

 

Este hecho no fue tema intrascendente. Duró por lo menos hasta las últimas décadas que se creyó que la sabia Sor Juana se había quitado los tres años por un asunto femenino: por coquetería. Risible, si se ve que lo que menos destaca es ese comportamiento de coquetería en su vida, tanto en Palacio en la capital del Reino de la Nueva España, como en su existencia, que siguió a través de sus experiencias conventuales.

 

Por lo que leo, en relación al tema del siglo anterior al de Sor Juana, que es el XVI, dice Adriana Chávez Castro: Con el paulatino avance en todos los ámbitos de la Nueva España y la inteligencia que los criollos mostraban para los estudios se generó la necesidad de crear universidades para continuar la enseñanza superior de aquel entonces. La Real y Pontificia Universidad abrió sus puertas el 26 de enero de 1553 en la Ciudad Imperial (de México), gracias a las instancias del virrey Antonio de Mendoza. Ahí se impartía latín, retórica, gramática, derecho civil y canónico, teología, sagradas escrituras, filosofía, medicina y lenguas mexicanas.

 

Este panorama educativo comprueba que cultura y ciencias estaban presentes en los siglos XVI y XVII (el siglo de Sor Juana), por lo cual los conocimientos de la Décima Musa, tenían una sólida presencia en los saberes de la Universidad de aquellos años -aunque a ella- le estuviera vedado asistir a estudios universitarios. Esta sabiduría, venida del conocimiento que ella adquirió fuera de la institución universitaria, es más asombrosa por haberla estudiado como un ejemplo de educación autodidacta.

 

Nos cuenta en su introducción Guadalupe Obón L.: Sin que ella lo supiera, esta refutación fue publicada bajo el título de Carta Atenagórica… En esta Carta, el obispo escribió un prólogo, en el que reprendía a Sor Juana, por haberse dedicado a la literatura profana y haber descuidado la religiosa, para la que no tenía ni aptitud ni inteligencia. Pensar el peligro que corría Sor Juana en esos tiempos, donde la Santa Inquisición estaba presente, para acabar con todo tipo de conocimientos o enseñanzas, que no fueran de la simpatía de la Iglesia. Es decir, el Alto Clero, que ya para esos tiempos tenía el control religioso -pero no sólo ese-, sino también el económico, a través de propiedades por toda la Nueva España, y también en su carácter social y político, en su acuerdo con quienes ejercían el gobierno en funciones. Por esto, el nombramiento de Virreyes que eran altos prelados de la Iglesia, fue reafirmar que querían tener poder en las cosas del espíritu, pero también en las cosas de la Tierra. Ese fue el mundo que dominó los 300 años que duró el Imperio español en lo que hoy es México.

 

Ejemplo que es en el caso de la pedagogía una enseñanza de todos los tiempos. Pues, bien lo dice, en su texto Respuesta a Sor Filotea de la Cruz la propia Nepantlense: Muy ilustre Señora, mi Señora: No mi voluntad, mi poca salud y mi justo temor han suspendido tantos días mi respuesta. Qué mucho si, al primer paso, encontraba para tropezar mi torpe pluma dos imposibles. El primero (y para mí el más riguroso) es saber responder a vuestra doctísima, discretísima, santísima y amorosísima carta. Y si veo, preguntando el Ángel de las Escuelas, Santo Tomás, de su silencio con Alberto Magno, su maestro; respondió que callaba porque nada sabía de decir digno de Alberto, con cuánta mayor razón callaría, no como el Santo, de Humildad, sino que en la realidad es no saber algo digno de vos.

 

Podemos imaginar aquellos años, por el 1690, cuando el obispo de Puebla, D. Manuel Fernández de la Cruz, bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, escribe una refutación a Sor Juana por su texto de Carta Atenagórica, dicho documento, nos cuenta Guadalupe Obón L. surge de que: En los tiempos de Sor Juana se hizo famoso por sus sermones, un predicador jesuita llamado Antonio Vieyra. Cuando ella leyó uno de esto sermones, encontró algunas afirmaciones que parecían contradecir la ortodoxia católica; es probable que la poetisa hiciera algún comentario verbal delante de una importante personalidad religiosa, porque se le pidió que escribiera una refutación a estos errores.

 

Aún me pregunto, que monja de este siglo XXI es capaz de arreglarle el renglón, no ya a obispos, arzobispos o cardenales sino a curas de una parroquia: imaginarnos podemos comprender el nivel de Sor Juana, en conocimientos sobre Sagradas Escrituras: en la Carta de Respuesta a Sor Filotea, se comprueba los conocimientos… que muy difícilmente, hombre o mujer del siglo XVII, pudieran tener parecido a la sabiduría de la Décima Musa. Un resumen hace Ramón Xirau: Niña sabia y juguetona a los tres años, muchacha enamorada -¿de quién?, ¿de alguien acaso?- a los catorce; jovenzuela de diecisiete que discute con los doctores; mujer que, al fin de su vida, abandona dones y bienes para entregarse al ejercicio de la caridad: todo es precoz en sor Juana, incluso la muerte.