“Soy un escritor feliz”: Orhan Pamuk

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«Bienvenido a Guadalajara y a la FIL, tu casa, por segunda ocasión. Es un privilegio contar con tu presencia», dijo a manera de bienvenida el presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara al premio Nobel Orhan Pamuk, a quien calificó como «referente indiscutible de las letras turcas contemporáneas».

Después de las palabras de Padilla López, el escritor mexicano Jorge Volpi introdujo de manera breve a Pamuk, destacando que hay «pocos escritores con su precisión y su destreza» y recordando que él mismo «ha tenido la fortuna de tener dos vidas en Estambul, una a manera de telaraña y otra como palimpsesto», gracias a las novelas de Pamuk.

El escritor turco comenzó por recordar que hace alrededor de nueve años había estado en esta Feria y dijo sentirse complacido por volver a Guadalajara después de este tiempo en el que han pasado muchas cosas. Por ejemplo, él mismo ha escrito otros libros, como el de La mujer del pelo rojo, que presentó también en el marco de la FIL.

El autor recordó que éste es su año cuarenta como escritor, a propósito de lo cual reflexionó sobre el ejercicio de la escritura: «Pienso en una persona que se encierra en un cuarto y se sienta frente a una mesa durante largos periodos. Esa persona construye un nuevo mundo con palabras. Al estar sentado en mi mesa por días, meses, años, y llenar las hojas con palabras, siento que creo otro mundo, y a una persona dentro de mí, del mismo modo que una persona construiría un muro o un puente piedra a piedra”. Considerado como uno de los recreadores del Estambul de los años sesenta o setenta a través de su novelas, Pamuk aseveró que su intención nunca ha sido imponer su visión, pero que hablar sobre la ciudad de entonces es porque es la que recuerda, la que le gusta y fue suya, no porque pretenda que deba volver a ser como entonces.

Entre sus grandes influencias, resaltó a Jorge Luis Borges, quien «le enseñó a ver la literatura como una suerte de metafísica», a Vadimir Nabokov e Italo Calvino, de quienes absorbió la forma de hacer acrobacias con la literatura, aunque también hizo evidente su aprendizaje de Lev Tolstói y Fiódor Dostoievski, autores referentes a los que vuelve constantemente.

El éxito del boom latinoamericano, con figuras como Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, le inspiró a seguir escribiendo en su juventud porque le demostró que era posible crear una especie de movimiento literario, y confesó que nunca olvidará el día que comenzó a leer La muerte de Artemio Cruz, novela del mexicano Carlos Fuentes, a quien admira a la par de Juan Rulfo, un autor de novelas «sobre la vida rural, pero que, a diferencia de otros autores, tenía mucha imaginación».

Ante la pregunta que le hacen constantemente acerca de por qué escribe, Pamuk no duda en asegurar que está en su «naturaleza innata, porque quiero leer libros como los que escribo, porque amo estar todo el día encerrado en una habitación escribiendo, porque amo el olor del papel y la tinta, porque creo en la inmortalidad de las bibliotecas y, en suma, porque mi religión es la literatura».

Sobre su oficio como escritor, relató que fue criado para ser pintor, lo cual le preparó para estar muchas horas en soledad, lo que para él simboliza la felicidad, no la vida social; y que a pesar de que para algunas novelas realiza mucha investigación, no trata de dar lecciones de historia a sus lectores. También dijo: «No soy esclavo de mis personajes, ellos son mis esclavos».

En sintonía con el tema y ánimo que permeó durante toda la charla, Pamuk afirmó que «cuando estamos felices con algo, queremos continuar haciendo eso, seguir jugando como un niño lo hace con sus juguetes». Esa voluntad feliz que le impele a seguir escribiendo es la misma que deleita a todos sus lectores, como se pudo atestiguar en la apertura de este Salón Literario, actividad al final de la cual Silvia Lemus viuda de Fuentes le impuso la medalla conmemorativa Carlos Fuentes.