UN BUEN NOMBRE LO DICE TODO

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Y miren. ¡Lo bien que se siente estar bien!

¿En alguna ocasión han experimentado esa sensación de llenura?

Y no me refiero a la que provocan los taquitos o las espadas, sino la que nos queda después de alcanzar alguna meta. Como, por ejemplo:

– ¡Por fin compre mi casa!- -Termine de pagar mi carro- -Logre finalizar mi carrera- -¡conseguí el trabajo que deseaba!-

Que sensación tan maravillosa la que nos dejan los logros y las metas alcanzadas.

Esa motivación única que otorga el comprender que tu esfuerzo valió la pena. Que los tantos desvelos estudiando o trabajando horas extras alcanzaron su propósito.

Cuando objetivamente aterrizas tus sueños y logras darles claridad a las ideas, verdaderamente suceden cosas, las cosas que posiblemente para muchos eran locura, necedad, o desvarío.

Lo que solamente tú en lo profundo de tu corazón arraigaste y a pesar del cansancio, el estrés o la desilusión lograste ver cumplido.

Ese momento, ese instante después de haberlo logrado, es uno de los momentos más gratificantes de tu vida.

Hablando del nombre.

 

Hace muchos, pero muchos años, el nombre de una persona además de identificarlo

establecía un precedente respecto al lugar del que venía, la calidad de persona que era, la familia de procedencia, la actividad económica y hasta sus costumbres.

El solo nombre de una persona decía tanto, que tan solo con escucharlo, se podía definir la siguiente reacción de quien lo escuchará; temor, confianza, enojo, burla, respeto, etc.

 

Cuando alguien decía, por ejemplo: Soy Aarón, hijo de Sergio de La ciudad de Toluca…

 

Era suficiente para obtener un crédito, comprar una casa, ser hospedado o, que te echaran a patadas al instante de aquel lugar.

 

Ahora ¿qué sucede Cuando el nombre pierde su valor?

 

Con el correr de los años el nombre perdió importancia o relevancia; frente al apellido, por ejemplo.

 

Es por esto por lo que, en la actualidad el apellido de una persona puede decir más que el mismo nombre. En algunos casos, ya ni siquiera se utiliza el nombre, al presentar a alguien, se lo presenta como el Sr. Martínez o la Sra. Martínez.

 

La realidad es que El nombre debe ser, Lo que nos identifique y de entidad. El apellido es algo relativamente nuevo, y en algunas culturas no existía.

 

En todo caso, elegir bien el nombre de un hijo, es una decisión muy importante y debe ser bien meditada por los padres, ya que será este el que le identifique siempre, e incluso confiera, cierta personalidad al niño o niña.

 

Por favor evite los nombres feos, inmisericordes: tales como: Torcuato, Cleofás, Nepomuseno y todavía le dicen muy orgullosos Nepomuseno Tercero.

 

Entonces, veamos Lo que representa el nombre.

 

Cual sea nuestro nombre es un asunto importante, pero lo que represente, es otro aún mayor.

Tener un buen nombre y hacerse de un buen nombre, construirá la reputación o la imagen que los demás tendrán o formarán de nosotros.

Un buen nombre es un gran tesoro y abre puertas difíciles de cerrar.

 

No es lo mismo que digan – Ahí viene Juan o, Leonor– – ¡qué bueno! – a que digan –Qué mala suerte, ahí viene Juan– . ¡Ups!

 

El rey Salomón decía: “Más vale el buen nombre que las muchas riquezas…” o, “Mejor es el buen nombre que el buen ungüento…”.

 

Es decir; Lo que seamos capaces de construir con integridad, honestidad, valentía, decisión; otorgará verdadera grandeza a nuestro nombre y a quienes deseemos ser.

 

Los hechos y las inclinaciones de las personas suelen expresar su condición y en la mayoría de los casos, motivar su reputación.

 

Así, quienes se esfuerzan en optimizar sus gestiones y tareas adquieren el nombre de laboriosos, mientras, a quienes las evaden y no adquieren responsabilidades, les llaman holgazanes.

 

Conscientemente o sin pensar en ello, todas las personas se construyen durante su vida un nombre o una reputación ante los demás.

 

Ahora me pregunto: ¿Cómo nos gustaría que los demás nos vieran?

¿Qué rastro queremos dejar al pasar?

 

Tengamos presente siempre esto: “Quién siembra bien, cosecha bien”.

 

Formemos un buen nombre y construyamos verdaderos tesoros, tesoros perdurables. Tesoros de bien.

 

¡Un buen nombre lo dice todo! Revela mi esencia, mi postura ante la vida, el camino por seguir, las puertas por abrir y aun aquellas que, por mi bien, debo cerrar.

El nombre de una persona esclarece muchas dudas. El ejercicio ético y moral, así como los valores detrás de un nombre bien construido, lo dice todo. Esta sociedad, la nuestra; necesita de muchos buenos nombres para ser restaurada verdaderamente y alcanzar la tan anhelada paz. Muchas gracias.