15) El secreto de Isa

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En ese mismo momento en que Iker salió corriendo a máxima velocidad fuera de la escuela, su mejor amiga (Isabel) estaba por defenderle hasta con las garras. En el primer receso se acercó a Pamela y le pidió que hablaran a solas, conversación en que el único secreto que Isa guardaba hacia el dorsal 98 del Espanyol salió revelado.

—¡Eres una zorra! —reclamó la chica de gruesos labios.

—Yo nunca pensé que él estaría detrás de mí —justificó la chica de las pecas.

—Aun así tus comentarios fueron muy groseros. La mayoría en el pasillo escuchó todo lo que dijiste —contestó la mejor amiga de Iker.

—Siempre vas a estarme regañando por rechazarlo, siendo que a ti te gusta, tremenda ironía, ¿no lo crees? —mencionó la dorsal diez del Barcelona.

—Creo lo hemos platicado mucho primita y me prometiste que ya no volverías a hacerle daño… Si conocieras la historia que él guarda y que me ha jurado nunca decirte, sabrías por qué a pesar de todos tus rechazos, él está ahí y te apuesto a que seguirá, deberías intentar conocerlo…

—Nunca debes poner antes a un amigo que a la familia y si en verdad quisieras que entendiera, deberías decírmelo todo —refutó la del metro cincuenta.

—Y ahora eres tú quien dice tales palabras, ¿dónde estabas cuando mis padres se divorciaron? Te busqué y busqué, pero la chica egocéntrica en la que te has convertido no pudo contestar —reprochó Isa.

—Creo ya fue suficiente sermón, me voy… —sentenció Pamela regresando a la cafetería.

—¿A dónde vas? —cuestionó la dorsal 96 de los pericos jalando a la chica de las pecas de su hermosa cabellera.

—¡No quieres hacer esto…! Mira para que te quedes satisfecha, si tu amigo vuelve mañana a la escuela, yo me disculparé, ¿te es suficiente? —ofreció la mejor futbolista en palabras de Iker.

Cada quien fue por su lado a sus respectivas mesas y se olvidó este encuentro entre primas, mismas que jamás se reconocían. En la tarde Isabel intentó ir a visitar a su amigo, pero no le abrieron en su casa; el chico faltó al entrenamiento, no contestaba el teléfono, tampoco en las redes sociales, parecía que había desaparecido. Pasó el martes y no hubo ninguna noticia, le siguió miércoles y mucho menos. No fue hasta el jueves 9 de octubre, cuando su madre lo convenció a regresar a sus actividades. En esos tres días tuvo demasiado para reflexionar, ¿qué debía de hacer?

El lunes que llegó a casa no encontró a nadie, era un lugar solitario y se encerró en su cuarto, en su buró se encontraba la foto más preciada para él. El chico de pelo castaño levantó el cristal y tomó dicho retrato en sus manos, tenía toda la intención de romperla, estaba por hacerlo:

—Ten el valor de hacerlo —se dijo a sí mismo con varias lágrimas en los ojos—. ¡Mierda…! —gritó dejando la foto en su lugar, posteriormente golpeó la pared.

A la mañana siguiente inventó que se sentía mal y tenía una fuerte migraña, sabía actuarla bastante bien, pero dicho papel no le duró hasta el jueves. Sus abuelos creían lo que decía, en cambio, su madre sabía la verdad después de una llamada a Isa.

—Iker, párate que hoy sí que vas a la escuela —ordenó María.

—Pero aún no me siento bien —contestó él.

—¿Crees que no te conozco? Sé cuándo finges y cuando no. Sé cuánto te dolió lo de Pamela, el rechazo, semejante grosería y una decepción profunda… Pero hay que continuar y demostrar lo fuerte que podemos ser. Siempre me he sentido orgullosa de ti e igual tu padre, aunque no esté aquí. Has aguantado demasiadas cosas que otros no, sigues riendo y disfrutando, así que por eso debes ir —finalizó su pequeño discurso.

Muy en el fondo Iker sabía que su madre tenía la razón y que era tiempo de regresar. También sabía que Isabel se merecía una explicación, no podía desaparecer tanto tiempo, había sido egoísta y grosero al no contestarle.

—Mira quién viene ahí —señaló Miguel.

—Buenos días, amigos, ¿cómo están? —saludó Iker sonriendo.

Isabel al ver que su mejor amigo estaba de regreso le abrazó fuertemente y después le dio un golpe en el estómago, todo regresó a la normalidad.