2 El contexto de Iker

Views: 568

La primera vez que el destino juntaba a Iker y Pamela fue para una de su más grande pasión, los forjó en un inicio como rivales y al final terminaron como grandes amigos. Esa foto en donde estaban ambos abrazados, sería, sin duda alguna, el momento más feliz de aquel niño, casi de por vida, si no es que la adorará hasta que llegue a la tumba. Han pasado cinco años desde ese partido, ¿qué ha pasado? Bueno, no transcurrieron ni tres meses, cuando Manuel, el padre del niño —quien era un hombre alto, de piel blanca, de ojos verdes, cabello negro y un gran doctor—, recibió una gran oferta en un hospital de Madrid, causando un nuevo comenzar en la vida de aquel pequeño.

El futbol jamás se alejó, siguió siendo su mayor sueño. Ahora jugaba para una academia del Rayo Vallecano. Obviamente, se enamoró de la era galáctica del Real Madrid, su familia no faltaba a ningún partido en el colosal Santiago Bernabéu. Imagínense ver jugar a jugadores como David Beckham, Ronaldo Nazario, Raúl González, Iker Casillas, Zinedine Zidane, Sergio Ramos y muchos más. Pronto Iker entendió que su posición estaba en la defensa. Era un líder natural, le gustaba ordenar a sus compañeros. En algunas ocasiones le ha tocado ponerse los guantes y ser el arquero, ambas posiciones algunas veces le frustraban tras una goleada, añoraba ser medio.

En Madrid, su familia se mudó a un piso ubicado en la calle de Palafox. Por afuera parecía un viejo edificio, pero entrando y llegando a la planta número cinco, misma donde se encontraba el departamento, todo era fachada de actualidad. Dicho lugar tenía tres recámaras, dos baños, una cocina, un comedor y una sala. El primer clásico que sus ojos marrones presenciaron fue aquella goleada cero a tres por parte del F. C. Barcelona, gracias a la gran actuación del brasileño Ronaldinho quién llevaba el número diez en los dorsales. Al final del partido este salió ovacionado, aplaudido por todo el Bernabéu. Dicho enfrentamiento tuvo fecha el 19 de noviembre de aquel año. Iker, María y Manuel pasaron demasiado tiempo en la capital española. La razón por la que regresaron a Barcelona fue muy simple. Uno de los problemas de este siglo apareció en su vida, sus padres estaban por divorciarse. Noticia que él recibió el 4 de julio del 2010:

—No quiero, no quiero y no quiero —dijo un inmaduro Iker de once años.

—Tu madre y yo te lo estamos diciendo por qué no queremos ocultaros nada —respondió su padre.

—¡Pero que no lo entiendo! —replicó Iker.

Un niño jamás se encuentra preparado para el divorcio de sus padres, menos cuando está acostumbrado a ambos y es hijo único. El chico de pelo castaño salió corriendo a su cuarto. Se encerró, quiso estar un tiempo a solas, llorar a su gusto.

—¿Puedes abrir? —preguntó una voz dulce y pasiva, misma que se trataba de María. Iker hizo la acción que se le pedía y quitó el seguro de su puerta para después abrirla.

—Te he traído unos emparedados —dijo su mamá mirándolo con una hermosa sonrisa.

—Gracias, ma —agradeció el niño tratando de mantener distancia.

—¿Puedo pasar? —preguntó María adentrándose a la habitación de su pequeño.

—Es que no lo entiendo, ¿por qué lo hacen? —cuestionó el chico de pelo castaño a nada de sollozar.

—No llores mi niño valiente. Todo es por tu bien, ambos no queremos que nos sigas viendo peleando día a día, como ha pasado en los últimos meses —contestó su madre, limpiándole las lágrimas a su único hijo.

—Pero ¿con quién debo ir? —inquirió Iker llorando a mares. Su padre que se encontraba en la puerta, entró a la habitación y solucionó la duda de su hijo:

—Ya hemos decidido esa respuesta por ti, no tienes que preocuparte por nada —mencionó Manuel abrazándolo y sonriéndole de oreja a oreja.

Lo que había significado la celebración y alegría de la Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica 2010 para un gran aficionado como aquel niño, estaba a nada de convertirse en una de las partes más tristes de su corta vida. Una semana antes de que la Roja jugara la final contra la Naranja Mecánica, uno de los más grandes éxitos del futbol español, Iker y su madre regresaban a Barcelona con la mitad de las cosas de su casa de Madrid. Una vez más regresaría a aquella ciudad que le brindó a su primera amiga sincera. En su retorno cursaría su último año de la educación primaria.