65 AÑOS DE EGRESIÓN DE LA ENEM GENERACIÓN 58-60 (3)
En ese romántico tiempo, el cine y la radio eran la cotidiana diversión. Y el modo de ser contemplaba el sentido respeto a los ancianos, a la identidad, al valor. Por cierto, que el valor era razón del valer y el concepto de patria se sintetizaba en el orgullo intrínseco de ser mexicano.
Nos tocaron los libros de texto gratuitos, las escuelas de CAPCE, la CONASUPO, el dedazo Priista, el respeto de la comunidad y el paulatino avance en la escala social del prestigio y orgullo de ser maestro.
Pasaron volando los tres años de carrera y venía la tradicional ceremonia de entrega de diplomas y anillos. Nuestra generación se llamó Dr. Gustavo Baz Prada y que bueno, porque el doctor, como revolucionario, médico, ex rector de la UNAM y señor de la vida, tiene un lugar de privilegio en la Historia de México.
Y después de la ceremonia en el cine Justo Sierra, el baile. Mejor decir, el único, tradicional y más popular baile de la ciudad que tenía como escenario a los patios de nuestra querida Normal Miguel Hidalgo y secundaria #1, Anexa.
Cierto que teníamos, días antes, la celebración de las hermosas, y chics señoritas de la Escuela Normal de Independencia con restringido boleto y las elegantes y en soñadoras cuerdas de los violines de Carlos Tirado que al final, las hacían llorar con Llegaron las lluvias.
Ese baile era de perfumada elegancia, pero luego, aquí en las baldosas de nuestra añeja escuela, después de bailar… 6, 7 y 8 cambio, el vals Emperador de Johan Strauss, retachaban en la lona que se ponía para protegernos del cierzo invernal, los más imponentes danzones, la música que te acercaba en una rítmica danza cuerpo a cuerpo ta, ta, ra, ta, ta, ra, ta, riacatan al corazón de la otra o el otro, así Nereidas ponía los pelos de punta y luego, luego daban ganas de amar.
Nuestra celebración casi la única opción para enamorarse para la gran parte de la joven proletariza toluqueña, era como dije, popular democrática, puro pueblo… bueno, compaginaba hasta en el enclave citadino; en la zona del mercado.
Con lleno a reventar, el patio de losa hacía que los ritmos de García Medeles, Ramón Márquez y Carlos Campos orquestones de la capital, alternando con la musicalidad Toluqueña de los hermanos Juárez o los rítmicos y finos sones de Cuauhtémoc Ávila de aquí –que no desentonaba en absoluto– hicieron del nuestro, un baile único e irrepetible.
… Y luego, de la cruda de la celebración ir a Educación para ver que deparaba la ruleta para el lugar de adscripción. Es digno de nombrar: El Estado de México, enorme, desconocido, era tu destino, ¿Dónde?, sólo recuerdo los que de común acuerdo –Lalo Núñez, Martín, Pardiñas. El chino Salazar, Cajero… ¿quién más? los que se fueron en grupo a Coyotepec, pues la mayoría, quién sabe porque artes, nos tocó en impensados lugares.
Ese lugar de destino fue definitorio para las vidas más de uno, ese pueblo –en ese tiempo pueblos lejanos y a veces dejados de la mano de Dios– iba a ser lugar de trabajo y hogar.
Y todos tuvimos –y que bueno– que emigrar, que recorrer la legua, que conocer y hacernos así, mujeres y hombres de golpe y porrazo.
Salpicados por todo el estado, aparentemente nos perdimos. Unas, unos para acá y otras, otros para allá, sólo eventualmente nos contábamos cómo, qué y cuándo, nos veíamos en las oficinas de Educación Pública.
Contaré lo que me tocó: Mi destino era San Martín de las Pirámides, cerca de Otumba. En la terminal de los México-Toluca en la calle de Topacio del DF, y con la vieja petaca que tenía libros y ropa te topabas con Juan Manuel -¿Y a ti donde te tocó?- En San Juan Teotihuacán. –Pues por allá voy, me tocó en San Martín. Y así… luego en las cenas que se organizaron en el desaparecido Restaurante del Rey que estaba en los Portales, supimos que había avionetas que te llevaban a lejanos villorios del sur y que a fulano lo picó un alacrán y ya mero se moría.
Y fuimos a la vida, aparentemente separados y no. Y vivimos mil cambios, pero cuando nos veíamos en nada más dos charlas ya sabíamos que algunas y algotros se habían casado y que la mayoría estaba vivía y coleando.