¡A reflexionar!

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Para un altísimo porcentaje de la población, esta semana representa el cierre de actividades tras otro ciclo escolar más.

Sin duda alguna, es buen momento para buscar algo de consciencia; porque de cada actividad, de cada experiencia, de cada capítulo en nuestras vidas, debemos sacar el mayor provecho.

En consecuencia,  cuando decidimos hacer una pausa en nuestro frenético camino diario, nos otorgamos una oportunidad invaluable: la de reflexionar. En medio del constante movimiento y las demandas que la vida moderna impone, detenernos y mirar hacia adentro puede parecer un lujo, pero en realidad es una necesidad vital para nuestro crecimiento personal y nuestro bienestar emocional, siempre que estemos dispuestos a ser autocríticos y honestos en nuestras valoraciones. 

Cuando nos permitimos pausar, podemos evaluar dónde nos encontramos en nuestras vidas y hacia dónde queremos dirigirnos. Es un momento para revisar nuestras acciones, nuestras metas y nuestras relaciones. Nos da la posibilidad de ajustar nuestro rumbo, y de ser necesario, reconocer nuestras fortalezas y áreas de mejora; en esa quietud temporal, tendríamos que encontrar la claridad que a menudo se pierde en la vorágine de las labores cotidianas.

Es durante estas pausas cuando podemos reconfigurarnos para regresar como mejores seres humanos y comprometernos a crecer, no sólo profesionalmente, sino también como individuos íntegros, empáticos, amables, amorosos, respetuosos, congruentes y compasivos. De la misma manera, hacer consciente que todo lo que hacemos impacta en los demás.

El regreso no significa simplemente volver al ritmo anterior; implica volver con una nueva perspectiva y una renovada dedicación. Dispuestos a ser más conscientes de nuestras acciones y palabras, comprometidos con hacer del mundo un lugar mejor, cuando reflexionamos verdaderamente, tenemos la histórica oportunidad de aprender, de crecer y de ser más sabios.

Con un ejercicio de valoración auténtico, podemos también descubrir la importancia de la comunidad y de nuestras relaciones interpersonales, reconociendo que nuestro camino no está solo, sino entrelazado con el de otros. Nos inspiramos para ser mejores amigos, familiares y compañeros de trabajo. Nos esforzamos por construir relaciones basadas en el respeto mutuo, la confianza y el apoyo.

En el ámbito educativo, estas pausas no pueden ser subestimadas en un mundo que constantemente nos empuja hacia adelante, al final del camino se trata de un acto de autocuidado y de sabiduría, un recordatorio de que somos seres humanos, no máquinas.

Por lo tanto, al retornar a nuestras actividades, llevamos con nosotros no solo nuestras experiencias renovadas, sino también un compromiso con nosotros mismos y con los demás. Trabajemos para ser modelos de integridad y de bondad, inspirando a otros a hacer lo mismo.

Por supuesto que no es un asunto sencillo, pues nos encontramos en un mundo que tiende al trabajo individualista, en el que yo tengo que sobresalir al costo que sea; en el que me resulta más sencillo tirarle porquería al que se mueva.  Ahí es en donde debemos encontrar la verdadera cura a los males sociales, en la auto reflexión.

Sin duda, las palabras de Nelson Mandela tienen algún eco en estos tiempos adversos: la tarea más difícil en la vida es la de cambiarse a uno mismo.

horroreseducativos@hotmail.com