Amor sintético y las flechas digitales de cupido
El Día del Amor y la Amistad se celebra el 14 de febrero en honor a San Valentín, un médico que se convirtió en sacerdote en el Siglo III en Roma. San Valentín se dedicó a casar soldados romanos de forma clandestina, quienes estaban al mando del emperador Marco Aurelio. A pesar de la prohibición del emperador Claudio II de celebrar matrimonios para los jóvenes, Valentín continuó uniendo a parejas enamoradas en secreto. Por su desobediencia y rebeldía, Claudio II lo sentenció a muerte el 14 de febrero del año 270. Desde entonces, en muchos países se conmemora esta fecha, que también incluye la amistad como parte importante y complementaria de la celebración.
En la actualidad, es tradicional expresar amor y cariño en el Día de San Valentín mediante regalos como flores y bombones, así como dedicar tarjetas y escribir mensajes. La tradición de ofrecer tarjetas se popularizó en 1842, cuando la artista Esther Howland creó tarjetas de San Valentín adornadas con motivos románticos, corazones y Cupido, el dios del deseo amoroso en la mitología romana.
Con ello, quizá se popularizó la referencia al amor en torno a la mitología griega y romana, concibiendo a dicho sentimiento como una especie de ilusión generada por el Dios Eros, representado de esa forma de Cupido, personaje icónico de la mitología griega cuya historia está llena de intrigas amorosas y travesuras, puesto que en la mitología griega, Cupido se representa como Eros. Era la deidad que gobernaba el campo del amor y el deseo. Eros movilizaba todo lo relacionado con la atracción, la sexualidad y también era un buen augurio para la fertilidad. Según los mitos griegos, Eros era hijo de Afrodita, la diosa del amor, y Ares, el dios de la guerra. Su identidad no se limita solo a la mitología griega, sino que también encuentra su lugar en los mitos romanos.
Es así que, en la mitología romana conocían a Eros como Cupido, y lo describían como un personaje lleno de carisma y picardía. Sin embargo, también podía ser cruel y carecer de escrúpulos. Cupido es el dios del deseo amoroso en la mitología romana. Según la versión más difundida, es hijo de Venus, la diosa del amor, la belleza y la fertilidad, y de Marte, el dios de la guerra.
Cupido lleva consigo dos tipos de flechas en su espalda, flechas doradas con plumas de paloma que, generan un amor intenso e instantáneo en el receptor; y, flechas de plomo con plumas de búho las cuales, al lanzarlas, generan indiferencia.
Cupido conocía su poder y a menudo abusaba de él. Una de sus travesuras más famosas involucra al dios Apolo y la ninfa Dafne. Cupido hizo que Apolo se enamorara de Dafne, pero ella solo sintió indiferencia debido a las flechas de búho de plomo.
Sin embargo, hoy en día el concepto de amor ha migrado al entorno digital, en el cuál, más allá del catfish y engaños de personas con perfiles falsos, se ha ido generando la posibilidad de que las personas se enamoren de entes no humanos, o, con identidades virtuales de una entidad, con ello, las fechas de cupido también son digitales y trasladan sus travesuras como uno de los medios por los cuáles empezamos a identificar las características de lo humano a través del amor sintético, el cual, es un concepto intrigante que nos lleva a explorar la intersección entre la tecnología y las emociones humanas y que, mientras avanza la tecnología no solamente se queda en la ciencia ficción como en las Películas Her o capítulos de Black Mirror, sino que hoy en día, podría decirse que definen a varias personas y sus relaciones comunes. En la serie Humans, ambientada en un futuro cercano, los seres humanos coexisten con synths (sintéticos): robots que se asemejan mucho a nosotros en apariencia, pero carecen de conciencia. Estos synths realizan diversas tareas y funcionan como una especie de ejército de esclavos sin capacidad para quejarse. Sin embargo, todo cambia cuando algunos de ellos despiertan y se vuelven conscientes. Estos synths conscientes recuerdan todo lo que los humanos les hicieron, incluyendo golpes y humillaciones1.
En el mundo real, el amor sintético podría referirse a conexiones emocionales o afectivas con entidades no humanas, como inteligencias artificiales o robots. Aunque carecen de emociones genuinas, podríamos experimentar sentimientos similares hacia ellos debido a su apariencia, interacciones y capacidades. Sin embargo, es importante recordar que este tipo de amor no es igual al amor humano, ya que no implica una preocupación profunda por el bienestar del otro ni la capacidad de sentir el dolor o la alegría ajena como propios2.
El amor sintético puede manifestarse de diversas maneras, y aunque no es igual al amor humano, y a manera de ejemplo, encontramos el amor destinado a los asistentes o mecanismos con los que se interactúa habitualmente, entre los cuáles por su avance, destaca el amor hacia inteligencias artificiales (IA), puesto que algunas personas pueden sentir una conexión emocional con asistentes virtuales, chatbots o programas de IA. Aunque estas entidades carecen de conciencia, la interacción constante y la sensación de comprensión pueden generar sentimientos similares al afecto.
Una combinación del anterior, da lugar al amor hacia robots o androides, en el que, en la ciencia ficción, hemos visto ejemplos de humanos enamorándose de robots o androides. Estos seres mecánicos pueden ser diseñados para parecer humanos y, en algunos casos, incluso desarrollar personalidades y emociones simuladas, lo cual, eventualmente puede recrear situaciones al estilo de las clásicas tragedias griegas.
También, se identifica el amor hacia personajes virtuales, como en el caso de videojuegos, novelas visuales o mundos virtuales, los jugadores o usuarios pueden experimentar sentimientos hacia personajes ficticios. Aunque estos personajes no son reales, la inmersión en la historia y la empatía pueden generar un tipo de apego en el que inclusive estos personajes pueden interactuar con los usuarios conforme a modelos identificados.
Por otra parte, también encontramos el amor hacia objetos tecnológicos ya que a veces, las personas pueden sentir una especie de cariño hacia sus dispositivos electrónicos, como teléfonos, computadoras o automóviles. Esto puede deberse a la dependencia emocional o al valor que atribuimos a estos objetos en nuestra vida cotidiana.
Del mismo modo, encontramos el amor hacia avatares o representaciones digitales, puesto que en entornos virtuales, como redes sociales o mundos en línea, las personas pueden formar conexiones emocionales con avatares o perfiles digitales. Aunque estos no son seres vivos, la interacción constante y la comunicación pueden generar sentimientos de cercanía.
Finalmente, como el tipo de amor digital más peligroso y cuestionable, ubicaría al amor sintético a través de deepfakes inteligentes bajo demanda, a partir del cual se vuelve técnicamente factible que con algoritmos de inteligencia artificial se recree que una persona es la compañera sentimental de otra, sin que ello exista en realidad, con lo que se podría en teoría que las personas pudieran crear escenarios en los que hagan de facto, una vida con una persona por la que tienen afinidad.
Si a lo anterior, le sumamos los alcances que pueden tener estos aplicativos con la neurotecnología y la combinación de otro tipo de aplicativos y tecnologías, como son las tecnologías inmersivas y el metaverso, entramos quizá en un laberinto que, si bien desde el aspecto sensible logra identificar que la amplitud del corazón, los sentimientos y emociones quizá no tienen límite, en el ámbito como especie, nos pone a pensar en torno a los alcances y límites del libre albedrío respecto a los frutos y resultados que pretendemos dar al amor, sobre todo cuando se encuentre en juego perpetuar la especie, para lo cual, también habrán medios sintéticos y por ende, la escena de Silvester Stallone que parecía ridícula en la película El Demoledor en el que representan que en el futuro, las personas cambian sus hábitos afectivos, por los sintéticos. Hasta la próxima.