Aventura en el vapor individual

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No hay agua y desde que te quedaste enjabonado y

el chorrito se transformó en pipi de bebe, regresaste

a los baños públicos … y a la aventura.

Siempre habrá algo que contarle a los nietos. No será necesario ser Jack London brincando de un lugar a otro de la geografía de la aventura, ni político mexicano de primer nivel, saltando de los reflectores de la gloria a la vergonzante ignominia.

No. Bastará con entrar a un baño de vapor. Literalmente tu pasaporte al reino del terror supremo, y el jugarte la vida, será tu boleto a un baño de vapor individual.

La aventura empieza al hacer cola en una hilera de mugrientos y sigue al entrar al cuartito lleno de gases: los que salen del sssss del vapor y los del ingrato recuerdo de los calcetines y calzoncillos del anterior bañista. Comienzas tu particular streap-tease… toc toc, tocan

–Aquí están sus toallas, joven. Y al medio abrir la puertecilla te tapas salva sea la parte porque una gorda matrona que hace cola ya te echó el ojo. Casi terminas de desvestirte, ¡cuidado! Observa bien a tu alrededor ¿ya viste? Unos ojos te miran, ¡ponte los zapatos de nuevo!, porque un alacrancito que se confundía con una mata de pelo tirada vine hacia ti. Písalo, aplástalo. Todavía bailas el jarabe tapatío en el escorpionidae cuando mirando al techo está apenas notándose una arañita que dormita envuelta en su telaraña mojada. Contoneándose en el aire ni va ni viene. Ni modo que se baje reflexionas.

Le quitas al zapato derecho los restos del alacrán y terminas de desvestirte. Shss shss!!! ¡¿Qué?! Además del ruido del vapor apenas se escucha iiii y notas a unos ojillos de rata por el enrejado de la coladera y con cierto terror vez parte de su pelambre mojada.

Ya para estas alturas tu mente se fortificó.

Ignórala. Nada más no te acerques a la coladera. ignórala y pon una nube caliente entre los dos. Shss abre más el vapor.

De pronto caes en cuenta que no te quitaste la camiseta del América y vas y la colocas junto a la trusa como de Tarzán y los mugrientos calcetines. De nuevo entras a tu infierno, igual que el padre Adán, tu cuerpo desnudo recibe el vapor que ahora está más caliente. Cierras la puertecilla y no notas que cerró herméticamente.

En tu obscuridad, tentaleando, buscas la llave de la regadera fría para enfriar tu calentura y que tu visión del mundo se clarifique y oh decepción, abres más el agua caliente y tu pontifaz se convierte en nalgas al pastor. Das con el agua fría por fin y en el justo medio te calmas.

Perlas de sudor cruzan tu cuerpo y tu corazón late más aprisa. Te admiras de tu sangre fría interior, y al tocarte tu chirriscuis te admiras de que sin dama la frente este cálido como mañana tropical.

Ahh, la regadera baña tu cuerpo y el estropajo quita la escondida mugre y dentro de tu nebuloso horizonte le bajas a la llave del vapor. Te das la última enjabonada, te enjuagas, o enjugas, con el agua tibia, apagas el vapor y te apresuras a salir de ese caliente cuartito. Quieres abrir la puertecita –¿o se dice puertecilla?– y oh decepción! De lo vieja que estaba, se desprende la manija, que cerraba herméticamente.

¿Y ora?, calma, cuentas hasta 10. Ya con el ojo derecho miras a la tuerquita que abre. ¿Y ora? Tomas tu rastrillo y no cabe. Tu corazón late más de prisa y tu mente igual y ya te imaginas la nota roja de mañana: misterio en el caso del achicharrado en el vapor¿suicidio por falsos amores? Y miras lo que tienes contigo: el jabón, el rastrillo que no sirvió y el zacate, ese estropajo antiguo que ahora representa tu vida o tu muerte. Entresacas una hebra y le haces una enlaza como vaquero del oeste y con cu-i-da-do la metes por el hoyito. Temblando miras que va entrando y oh milagro, queda enganchada en la poleita y len-ta-men-te jalas y PAS se abre la puerta de la gloria.

Ahha aunque sales bien cocidito el frío de la luz te ilumina el alma.

Gracias Dios mío, gracias tradición mexicana del zacate y como dijo Violeta Parra: Gracias a la vida.

Tomas la toalla del piso y por los nervios te secas el ombligo primero y lo que esta abajo también. Cuentas hasta 10 y todo nervioso te secas adonde caiga. Empiezas a vestirte y luego notarás que calcetines y calzoncillos quedaron al revés en estos últimos lo notas porque al hacer pipí no había por donde sacar el chirriscuis.

Te pones la camiseta de las Águilas, mojada, y luego la camisa y los pantalones que dejan caer una moneda de 10 pesos que ya ni recoges. Lo sobrante lo metes en la petaquilla y sales como camarón.

Ahh respiras… cierres la puerta del baño caminas con piernas temblorosas y ya vas saliendo a la calle cuando el bañero, con ojos de lumbre le pone la cereza al pastel:

– ¡Qué le pasa mi joven! Yo le creí decente y no ratero, regréseme por favor las dos toallas que se sacó.