¡Ay, tierra mía!, como me duele tu llanto
La Tierra es el bendito santuario de la vida
que cada ser humano debemos resguardar,
cuidarla con el alma, amarla y respetar,
a nuestra bella Tierra que ahora yace herida.
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Luchemos por salvarla, que esté siempre florida,
si todos ayudamos lo habremos de lograr,
poniendo nuestro empeño para a ella rescatar
y hacer que la esperanza de vida esté encendida.
*
Si todos los humanos queremos un futuro
con cielos despejados y mares cristalinos,
que nuestra descendencia tenga aire limpio y puro.
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Con flores de colores y alegres verdes pinos,
hagamos del planeta un mundo más seguro,
y todos gozaremos su cielo azul divino.
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Le rogué a la penumbra
de mi pausada imaginación
la aurora de un verso elocuente
donde el fulgor de la gracia
enalteciera el paisaje del tiempo
en las ambigüedades del presente.
Miré expectante para todos lados
buscando el amanecer dorado
con sus mantos de flores y ríos azules
y en todos lados encontré
contaminación, sequedad, egoísmo, ambición
y muy distorsionado el lienzo del mejor pintor.
El deceso de la realidad me embargó,
el amanecer dorado, en plomizo se convirtió;
los mantos de flores y campos verdes
se esfumaron con el humo del pretérito,
en su lugar, grandes edificaciones
que alimentan el persistente ego.
¿A dónde el cielo azul se ha marchado?
¿A dónde voló el ave de plumaje colorido?
¿Qué pasó con el vestido de gala de las estaciones?
¿Hacia dónde migraron los dones de la Tierra?
¿Qué ha sido de los racimos con los lirios del futuro?
¿Dónde quedaron los colores de un presente seguro?
Incógnitas enmohecidas por el ácido del tiempo,
sin respuestas, sin la claridad del sol de la posteridad.
A la noche le faltan estrellas y el día triste está.
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–La contaminación del planeta, consecuencia de la corrupta negligencia de la mente–