Ayer se me perdió, pastando lo dejé… (Última Parte)

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Mi unicornio azul / se me ha perdido ayer / se fue… Pero no tengo más / que un unicornio azul / y aunque tuviera dos / yo solo quiero aquel / cualquier información / la pagaré. Así sonaba entonces aquel tema de Silvio, y además que fuera grabado junto a una orquesta dirigida por José María Vitier y arreglado por el productor Frank Fernández. Para los que no están familiarizados con los pormenores de la música cubana, Frank es un excelente concertista del piano, que fuera graduado del conservatorio Tchaikovsky de Moscú con distinguidas notas, y protagonista de grandes éxitos en Cuba. De Silvio Rodríguez, baste hablar un poco más de su magia de cantautor, no sólo del unicornio que se le perdió.

También podemos girar un poco hacia Óleo de mujer con sombrero, una manera extraordinaria de interpretar los trazos de Marc Chagall. Y de aquí a la respuesta que daría Silvio a alguno de sus famosos biógrafos respecto a la pregunta sencilla (pero de respuesta complicada) respecto al ¿Para qué se canta?: He leído que, en sus inicios, el canto fue complemento del trabajo (…) más o menos así lo plantea George D. Thomson en su libro Marxismo y poesía. Del trabajo surge un sentido del ritmo y, de éste, la canción y la poesía (…) Desde entonces el mundo ha dado vueltas y revueltas. La vida se ha complejizado y, con ella, las funciones y motivaciones del canto. Tanto es así que se ha llegado a cantar por el puro placer de hacerlo, por sencillo deleite estético y sonoro. Pero esto no se queda ahí, porque puede afirmarse que hoy en día también se canta tanto para adormecer como para despertar al hombre. Y ambas intenciones también se apoyan en el relativo placer que se experimenta ante la canción. Y claro está remata de manera extraordinaria diciendo que yo canto por goce y por conciencia (…) disfruto cantando lo que invento (…)  Pero yo soy un hombre con su visión del mundo, un hombre que ha tomado partido. De lo que resulta que estoy invitando a todos a sumarse a mi bando, que es el bando de la Revolución y la belleza.

 

Como ya hemos discurrido, en el caso del Unicornio, empezó con el salvadoreño Roque Dalton, quien además de haber sido un magnífico poeta fue un gran revolucionario, compromiso que le hizo perder la vida cuando era combatiente clandestino. Fue aquel aguerrido guerrillero, capturado y torturado quien aseguraba que allá en las montañas de El Salvador, andando con la aguerrida tropa de los humildes, trotaba un caballito azul con un solo cuerno, claro está. Nos hace partícipes de una metáfora o tal vez una metonimia quizá una sinécdoque o porque que no el oxímoron o la antítesis que nos permite también transportarnos a un mundo creativo, asociándolo muchas veces a situaciones personales vividas. Si escuchamos con compasión los primeros versos de la canción podríamos sentir, casi vivenciar, aquello que va dirigido a lo único y muy querido (representado por el unicornio azul) Al darse cuenta se hace todo lo posible para recuperarlo, seguidamente narra momentos compartidos, vivencias que nada más pertenecen a dos seres que comparten la amistad, el amor, la sinceridad, la lealtad, que se conducían con unidad y pasión por los mismos valores.

Lo relevante es que el unicornio será fuente de la inspiración interna que todo creador lleva, esa vocecita que empuja a continuar dando vida a las más misteriosas y revolucionarias experiencias de vida que podemos homenajear y compartir a través de la música. Sin embargo, el mío se me ha perdido, pastando lo dejé… Si alguien sabe de él. Le ruego información. Cien mil, un millón yo pagaré. Mi unicornio azul se me ha perdido ayer…

Se fue.