Breve disertación situacional sobre ¿Qué es la música? (Segunda parte)
El sonido y la música tienen demasiado en común. Sin embargo, no son la misma cosa. Cada una tiene propiedades que la definen y distinguen. El sonido es un evento físico, y sí, parte de la música es un arte que se sirve de ese evento como materia prima para generarse. Entre las cualidades del sonido tenemos la altura, intensidad, duración y timbre. En el caso de la música, observamos el ritmo, melodía, armonía, textura, forma, movimiento y matices de expresión. Ahora bien, el sonido es una onda que se propaga a través del aire u otro medio elástico, producida por la vibración de un cuerpo y como tal, posee cualidades físicas. Ahora, habría que mencionar acerca del lenguaje musical, ese término amplio que engloba el estudio de las cualidades o elementos que forman la música, que lenguaje musical y solfeo se usan como sinónimos, pero en realidad en el lenguaje común, se convierten en una sinécdoque, el solfeo no es más que una parte del lenguaje musical que se dedica a la lectura, entonación y la escritura de la música.
Hemos hablado también del factor social, aunque la música pueda ser escuchada en grupo no deja de ser una experiencia individual, y los sentimientos que moviliza, pueden ser distintos para cada persona. La música es un lenguaje con sus normas, y como tal, se puede estudiar de forma sistematizada. Sin embargo, a diferencia de las artes del espacio, la música se inscribe en la duración, es decir, el tiempo. Comparte esta característica con el lenguaje corriente. Este hecho impide comparar la música con la pintura, por ejemplo. Hay que considerar que el tener ritmo e inflexión correctos en el lenguaje, va más allá del mero logro de un habla inteligible y de una mejor comprensión del mensaje verbal, es parte, al final de cuentas, de organización del lenguaje.
Por otra parte, la música tiene como cuestiones nodales al ritmo y la melodía. Esto va a implicar una organización a la par del lenguaje, esto es, por sucesiones de sonidos rítmicos. La música y el lenguaje tienen en común el ritmo y la melodía; sin embargo, es propiedad exclusiva de la música utilizar la simultaneidad de timbres y sonidos: la armonía. Elementos importantes para la adquisición del oído armónico. Podemos observar entonces que el desarrollo de ambos lenguajes se basa, fundamentalmente, en la audición, pero también en la observación, la experimentación, la imitación y, finalmente, en la comunicación. Desde temprana edad, los niños observan y escuchan a sus mayores, experimentan con los sonidos e intentan imitar los modelos del lenguaje, es decir, las palabras.
Ahora bien, tenemos que en la vida del ser humano tienen gran importancia en los primeros años el desarrollo vocal y auditivo que presenta el niño. Este desarrollo posibilita un aumento paulatino de su competencia comunicativa que, como ser social, será parte de su integración a la sociedad, en tanto la utilización de códigos lingüísticos que en ella se ocupan. Estemos claros en que tanto la música como la lengua son habilidades universales que tienen sus propios códigos cuentan con los lingüísticos y sus propios universales cognitivos, así es que habrá que señalar que tenemos determinadas fases comunes de desarrollo. Ambos se valen de los mismos instrumentos. El aparato respiratorio, el auditivo y el fonador son los de mayor participación en el proceso, aunque es todo el cuerpo el que entra en juego en la comprensión y la expresión. Vale la pena señalar que desde antes de nacer el ser humano utiliza su oído como instrumento para conocer el entorno, y desde su nacimiento emite vocalizaciones de forma automática como respuestas a un estímulo, que se convierten en balbuceos que van creciendo en complejidad y van teniendo una mayor similitud al adulto en cuanto a fonética, duración, intensidad, inflexiones, tensión articulatoria y prosodia, y que, finalmente, dan lugar a las primeras palabras en torno al primer año de vida.
Ahora bien, en el ámbito de la música también se ha encontrado un balbuceo musical como una respuesta específica a estímulos musicales que le facilitan la fijación de sonidos, fonemas, intervalos, contornos melódicos y rítmicos que el bebé escucha de su propio entorno. La canción, especialmente la popular infantil, resulta un recurso didáctico excelente, al solicitar la participación directa activa del niño e implicar su oído, su voz y su sentido rítmico. Por otra parte la interpretación de la canción implica ejecutar sonidos concretos de las palabras interpretados a una altura determinada y con un ritmo preestablecido, su práctica desarrolla las habilidades entonacionales, rítmicas, el reconocimiento de la rima y la acentuación, y estimula la atención y la memoria fonológica.
El equilibrio entre las frases educa el sentido de la proporción básico para la creación. Al mismo tiempo, las frases crean distintas estructuras: diálogos, repeticiones, que dan a la melodía consistencia y a la frase verbal sentido y expresividad. La repetición de la melodía, por su parte, facilita modelos correctos sobre aspectos tales como el largo de las frases o los acentos. Hay que decir también, que se han realizado investigaciones que han mostrado que la canción ocupa un lugar privilegiado en el discurso lingüístico, ya que vincula al mundo musical y el verbal y los presenta complementarios de una manera natural. Al cantar hacemos una melodía con un texto determinado. Ambos aspectos suenan juntos creando un discurso ordenado. En la canción se sintetizan todos los elementos de la música: ritmo, melodía, armonía y forma, así como del discurso verbal, incorporando la historia, la poesía y el texto. Tanto la melodía como el texto se conforman por frases ya hechas que incorporan distintas propuestas melódicas, palabras, formas de decir que ejercitan modelos melódicos y fonéticos así como estructuras que fuera de este contexto difícilmente podrían existir.