+Café Elvira y Don Emilio Montes de Oca Hidalgo, historias ligadas a Toluca

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La frase:

Hay dos maneras de vivir la vida: una como si nada fuese un milagro, la otra como si todo fuese un milagro.

ALBERT EINSTEIN

 

DON EMILIO MONTES DE OCA HIDALGO

En mi libro Toluca 200, historias de familia, publicado en 2013, figura esta entrevista y homenaje a Don Emilio Montes de Oca, cuya historia en Toluca fue singular. Todavía hoy queda algún vestigio de lo que fue Café Elvira, frente al IMSS, sobre avenida Morelos.

Hijo de Don José Montes de Oca Velasco y de Margarita Hidalgo Fuentes. Nació en Lerma el 14 de diciembre de 1911. Sus hermanos (as) fueron: ElviraCarmelaJosé, LolitaPolicarpo y Margarita lindísima mujer que a Dios Gracias sigue con nosotros. Cursó estudios de primaria y también en La Escuela de Artes y Oficios.

Desde joven se distinguió por su vocación al trabajo, a tal grado que su padre en ocasiones casi lo tenía que obligar a que se tomara un descanso. Una de sus actividades, siendo soltero, fue la de lechero, una de las casas en las que repartía su producto era la de don Agustín Gasca Mireles, comerciante en abarrotes, ferretería y cerveza, quien además había incursionado en la política figurando como diputado, y presidente municipal en dos ocasiones.

En la década de 1940 funda junto con sus hermanos José y Policarpo, el Tostador y Molino de Café Elvira. Empresa con la que fueron abriendo rutas, inicialmente en el Estado de México, para posteriormente ampliar operaciones a los Estados de GuerreroMichoacánGuanajuatoQuerétaro e Hidalgo. Gracias al trabajo en equipo, junto con sus hermanos, al celo en la selección del mejor café en verde, el cuidado en los diferentes procesos de elaboración y en el trato amistoso a su clientela el negocio creció de tal manera que en sus mejores momentos tostaban 50 toneladas de café al mes. La marca tenía tanto reconocimiento, que los estudios de mercado realizados por la Nestlé antes de introducir el café soluble Nescafé determinaron que la competencia más fuerte que tendrían en la zona sería Café Elvira. El estilo empresarial de los tres hermanos fue un tanto cuanto especial; la constante era el trabajo, en cuanto al reparto de responsabilidades no existía una estructura formal, cada quien hacía lo que sentía que le correspondía, y en cuanto al reparto de los beneficios sucedía algo parecido, cada uno tomaba del agarramos lo que sentía que le correspondía, siempre con medida y sin sangrar las finanzas del negocio.

Era una empresa con una filosofía como algo socialista, todo era de todos. Algunas veces si un hermano compraba una estufa o un refrigerador, compraba otras dos para los dos hermanos. Hubo ocasiones que uno compraba un bien inmueble y lo escrituraba a nombre de otro de los hermanos. Los buenos resultados de Café Elvira dieron origen al establecimiento de negocios de diferentes giros: compra-venta y reparación de maquinaria pesada, compra-venta de abarrotes.

Don Emilio en su faceta de empresario impulsó el crecimiento comercial de algunos de sus clientes, y de un importante empresario de Toluca. Lo anterior fue conocido porque estas personas amablemente lo comentaron, después del fallecimiento de Don Emilio, él, en vida, nunca hizo comentario de las ayudas que brindó.

También fue muy creativo. Siempre le gustó hacer todo lo que él pudiera hacer: compró un lote de Jeeps, como deshecho de guerra, y junto con sus hermanos los arreglaron. Llegó a montar la caja sobre el chasis de uno de los camiones de reparto. Diseñó máquinas para soldar bolsas de polietileno. Para la loza de su casa se le ocurrió utilizar rieles. El piso de las bodegas de su negocio él, personalmente,                                                                                                                                                                                                                                                       lo asfaltó. Las goteras que de repente aparecían, él mismo las reparaba con una mezcla de su creación. Compró una yegua para sus hijos, y les enseñó  cómo darle cuerda, o picadero a alimentarla para que su pelo se convirtiera brilloso y que sus ancas pasaran de pollo a partidas.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     

De 1985 se levantó una edificación de 10 metros de altura en 2 plantas para albergar las instalaciones de la empresa Abarrotes Selectos y él intervino personalmente en todas las etapas de la construcción, lo mismo como carpintero armando los cajones de madera para el colado de columnas y trabes, igual de fierro, cortando alambre y alambrón y amarrando varillas para armar las columnas a 10 metros de altura, también de chalán acarreando grava y arena en botes, lo mismo como albañil aplanando pisos; cuando tenía ya 74 años, su energía no tenía medida.

La Mano que tenía para la jardinería era sensacional, prácticamente cualquier planta que sembraba sin importar sus condiciones, retoñaba. Diseñó un sistema simple para recuperar el agua de lluvia en su casa y en sus negocios.

Su apetito, y sobre todo el gusto con que comía era proverbial, no había invitado a su mesa que fuera capaz de negarse cuando Don Emilio le servía una segunda ración.

Padeció un infarto y le fue prohibido consumir una copa de tequila, o cualquier aperitivo, junto con dos cervezas a la hora de la comida. Diseñó su propio programa de rehabilitación, después de seis meses regresó al trabajo y poco a poco empezó a desarrollar mayores esfuerzos físicos a tal grado que un fin de semana cambió 3,000 latas de chiles de 3 kilogramos cada una, de una esquina a la otra de la bodega. Un día se dijo que el vino tinto no era licor, así que durante más de 15 años consumió una botella diaria de vino tinto, la mitad junto con la comida, un vaso a media tarde, y en la noche con una abundante cena, el resto.

Fue una persona con un carácter fuerte, y de un temperamento en ocasiones explosivo. Muy rara vez asistía al cine, una de esas ocasiones, cuando todavía la función constaba de dos películas con un intermedio, en el que proyectaban noticias bastante atrasadas, un espectador –por cierto, un extranjero intelectual– se levantó muy molesto y a gritos reclamaba lo obsoleto del noticiero. Lo que nunca se le ocurrió pensar es que delante de él estaba sentado Don Emilio, y que de manera inmediata se paró, lo encaró y con una voz fuerte y enérgica lo invitó a callarse, y a regresarse a su país.

Aparte de trabajador, Don Emilio fue ahorrativo en extremo, guardaba de todo para ocuparlo cuando fuera necesario, y normalmente encontraba en qué usar lo que guardaba. Sin embargo así como sabía ahorrar, cuando se le ocurría ser espléndido para con los suyos también lo sabía ser: en 1955 compró su primer auto, un impresionante Packard Bell de 8 cilindros, casi una limosina. En 1968 realizó con 12 miembros de su familia un viaje de dos meses por Europa y Estados Unidos. Más de una vez compró terrenos y se los obsequió a hijos y sobrinos. Con el tiempo resultó claro que el dinero no le importaba, al fallecer no tenía bienes, 5 años antes de su partida, poco a poco los fue repartiendo.

Un día a sus 87 años, decidió que ya era tiempo. Dejó de ir a su negocio, y se preparó para su partida. En una ocasión en que estaba siendo peinado por uno de sus hijos, éste se dio cuenta que Don Emilio tenía nuevos cabellos y además negros, entonces le comentó : oye Pa, voy a tomar nota de todo lo que estás comiendo y de todas las medicinas que estás tomando, para encontrar la fórmula y patentar un producto que haga crecer cabello y además negro, a lo que respondió Don Emilio: déjate de tarugadas, mejor patenta un producto para que mi socio pueda ponerse “firmes” con sólo pensarlo como cuando tenía 50 años. El ingenio le acompañó hasta el final.

Su funeral, fue diferente, inusual. No hubo lágrimas. Fue una reunión familiar agradable, relajada, casi se pudiera decir que hasta feliz, como a él le hubiera gustado. Sus nietos que salieron con talento para la guitarra y la bohemia, estuvieron amenizando el velorio con música y cantos. Hubo dos momentos de gran carga emocional, uno fue al final de la misa de cuerpo presente cuando su nieto Víctor Samuel cantó Mi Viejo, Mi Amigo, de Roberto Carlos; y el otro cuando sus nietos detuvieron la carroza fúnebre al llegar a Café Elvira, y abrazados todos entonaron una muy sentida porra a su ABUELO EMILIO.

Café Elvira

A los asistentes se les obsequió como recuerdo este bello cuento:

Hay en el cementerio de Abrego dos tumbas, una junto a la otra. Quienes saben oír lo que las tumbas dicen escuchan estas voces:

Yo viví muchos años, pero esos años no los supe vivir. Como viví tan solo para mí no viví bien. Nadie me quiso, a lo mejor porque a nadie quise yo. Fui indiferente a todo, y por eso mi muerte no significó gran diferencia. Ahora estoy aquí, muerto del todo. Me parece la mía mucha muerte para tan poca vida.

Yo viví como si cada día fuera toda una vida. Amé a mucha gente y algunas me amaron a mí. Gocé del pan y del vino. Acepté el sufrimiento igual que la alegría, pues ambas son parte de la vida. Al final tuve tantos recuerdos que no podía recordarlos todos. Ahora estoy aquí, dicen que muerto. Y me parece la mía poca muerte para tanta vida.

…Hay en el cementerio de Abrego dos tumbas. Pero una es más tumba que la otra…

Armando Fuentes Aguirre

…Pues bien, el lechero que entregaba la leche en la casa del Presidente Municipal, Don Agustín Gasca Mireles, casó con su hija Carmelita, con la que procreó a sus hijos AgustínJosé LuisAbrahamAlejandraEmilioJorge y Luz María Montes de Oca Gasca, formados con el ejemplo de valores y principios que guiaron la vida de sus padres.