CAMBIAR DE BANDO

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Personaje de barrio, de esos que al nacer vienen de la pobreza, pero su inteligencia y pragmatismo para moverse en diversas esferas sociales, les permite introducirse hasta la cocina de palacio, de esos es Martín Garatuza, que nos dibuja Vicente Riva Palacio con maestría. En el texto de Monja y casada, virgen y mártir, el personaje, especialista en tratar con las altas autoridades, sean eclesiásticas o del reino, comprueba que los altos mandos de la vida política y religiosa muchas veces no ven cómo se les toma el pelo. En el libro Martín Garatuza (Memorias de la Inquisición), el desarrollo de éste, permite ver el papel que juega un individuo nada importante, que viene de los bajos fondos de la vida cotidiana en la capital de la Nueva España; en tiempos aciagos donde quien reina en verdad es la Santa Inquisición: institución lúgubre y llena de crueldad contra hombres y mujeres de todas las edades; a la que no se le puede quitar ni una sola alma, ni aunque el Virrey o Arzobispo de la Nueva España lo decreten —según nos cuenta Riva Palacio, en uno de los tantos capítulos de su primera novela—.

Publicado Martín Garatuza en ¿Obras Escogidas de Conaculta/UNAM/IMC/ Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, que publican la obra completa de Vicente Riva Palacio y Guerrero entre los años de 1996-1997; en el Martín se dice en la solapa de dicha edición: Esta novela es, seguramente, la más entretenida de las que escribió Riva Palacio. Según nos explica Leticia Algaba en el excelente prólogo que la precede, la moderna crítica literaria la ha revalorado, cuestionando ideas con que antes se le menospreció, como aquélla de que era una novela “truculenta”, o la de que carecía de “personajes bien caracterizados”. El sólo hecho de ser esta novela —junto con su antecesora, Monja y casada, virgen y mártir— la primera publicación en que se dieron a conocer, con pruebas documentales, los excesos inmorales de la Inquisición en Nueva España, le da una especial importancia. La significación del personaje Martín Garatuza, aceptado ya en los diccionarios como sinónimo de pícaro, acabado retrato del mestizo, por momentos bachiller y muchas veces un lépero redomado, alude a un autor que dejó aparte de la preceptiva de la época y recobró personajes verdaderamente populares. En efecto, Garatuza es un personaje histórico que cayó en las garras de la Inquisición por fingir ser sacerdote y administrar los sacramentos.

Dos novelas históricas. Dos ejemplos de investigación de época uniendo cualidades del talentoso escritor Vicente Riva Palacio para nuestro orgullo. Es interesante leer a los críticos de nuestros escritor, desde Antonio Castro Leal, Clementina Días y de Ovando, Carlos Montemayor, José Ortiz Monasterio, Leticia Algaba, Jorge Ruedas de la Serna, Eduardo Contreras Soto, María Teresa Solórzano Ponce, Luis Leal y varios más, reflejan con sus palabras el valor e importancia en las letras nacionales, de quien no sólo fue escritor de excelencia, sino relevante periodista y editor, gobernador en los estados de México y Michoacán, ministro del gobierno nacional y diputado, embajador admirado en España y Portugal, entre otras tantas tareas, del multifacético personaje, de los más grandes que tuvo el siglo XIX mexicano: siglo de educadores —por su ejemplo— de amor para el nuevo país que ellos fundaron.

Leticia Algaba, en el prólogo expresa, Martín Garatuza: novela e historia: Tiene el lector en sus manos una novela integrada por varias historias en cuyo trayecto disfrutará de un guía excepcional, un personaje dotado de la omnisciencia necesaria para desplegar una densa intriga y que, por eso, da título a la novela. Se trata de Martín Garatuza, personaje en el que Vicente Riva Palacio erigió la vindicación de los marginados de la sociedad, del populacho despreciable por su conducta infractora, único camino para la sobrevivencia. Nacimiento de letras nacionales en escritores decimonónicos, quienes de manera brillante dan espacio a la creación que era ya más la voz mexicana, que aquella de España, Francia o Inglaterra, incluyendo a los Estados Unidos que nacieran en el año de 1776. Seguir las huellas de Riva Palacio así nos lo va diciendo de manera simple, relatar lo que el tal Martín hace y deshace. Son las palabras del escritor en la novela que nos cuenta sobre las andanzas del pícaro que no es el de Fernández de Lizardi, sino el maldoso que se atreve a entrar a los recintos del poder político por ambos lados: el del clero y el del reino, escribe Vicente al respecto: Su interlocutor le miró con asombro y con curiosidad. —En fin, no vengo a eso; haced lo que mejor os plazca, Señor ¿me conocéis? —No recuerdo; sois de los nuestros, y lo demás no importa. —Flaca memoria tenéis; anoche hemos hablado. —¿A dónde? —Después de la reunión… —Entonces sois… —Garatuza, para servir a usía, a Dios y a todo lo bueno. —¿Garatuza? —El mismo. —A fe que no os miro un día igual a otro. —Os he dicho que son mis ardides; tengo mucho que temer del rey y del Santo Oficio.

La primera novela nos da los pasos de Martín siendo seguidor del Arzobispo y de los hechos que tienen que ver con la esposa del negro Teodoro y de la pareja de Martín que es muda. Por lo cual la Inquisición no haya cómo someterla a tormento, sabiendo que está prohibido hacerlo sobre mudos y sordos. El texto de Riva Palacio termina el diálogo: —Pues guardad. —Inútil consejo, que bien me guardo. En fin, vengo a ver si os sirve de algo, que me enfada el estar ocioso. —Sí que servís, y más en estos momentos. —Mandadme. —Oíd: me importa, es decir, importa a nuestra causa saber lo que se habla en palacio; pero no por el vulgo de la servidumbre, sino por los altos personajes. ¿Podréis averiguarlo? —Os prometo saber y contaros lo que digan el virrey y el pesquisidor. —Mucho prometer es ese. —Y lo veréis cumplido. ¿No más? —No más —Corre de mi cuenta—. Y Martín se levantó. ¿Os vais? —Sí, que no debo perder instante. Dios os guarde. Y sin esperar respuesta, Garatuza salió de la casa, dejando confuso a don Alfonso en su actividad. Personaje de excelente elaboración por parte del narrador.

En la historia de las letras universales el crear personajes por parte de los escritores es el reto de su profesión: no hay novela, cuento o relato que no se deba significar por el o los personajes creados, y claramente se encuentra en Vicente Riva Palacio, ocasionado por sus dotes de investigador y de imaginista para elaborar por igual a Sor Blanca, a don César de Villalva, a don Pedro Mejía, a Teodoro el mulato, o las figuras del Arzobispo y el virrey de Gelves y de aquellos sublevados. Pensar en sus creaciones nos hace contemporáneo en el siglo XIX las acciones terribles de la Santa Inquisición, que en maldita hora se vino a crear en la Nueva España. Es de recordar que en la capital del país en este siglo XXI se puso una exposición sobre los instrumentos de tortura que se utilizaban en Europa, durante aquellos siglos que van a finales de la Edad Media y, hasta el siglo XVII. Instrumentos creados por el demonio para dar muerte dolorosa a los que actuaban en contra de los poderes establecidos representados en la trilogía: Rey, sacerdotes y militares.

Por eso agrada lo escrito por Riva Palacio, donde además aparece la tercera novela, titulada: Las dos emparedadas en el año de 1869.  En las tres narraciones sus personajes son claros, sin tanto rebumbio en su facha o comportamiento, y eso comprueba, para aquellos que por envidia o ignorancia le niegan a Riva Palacio, que haya dado a las letras del país independiente alguna figura significativa se equivocan. No da una, sino muchas figuras y la de Martín Garatuza, está presente en el siglo XVII, que reinventa Riva Palacio como literato, y ahora, para quienes somos modernos en este siglo XXI, nos parece que varios de ellos les conocemos con otra facha: sea de presidentes de un país ‘democrático’ o de una o varias dictaduras regadas por el mundo. Martín Garatuza, el audaz pícaro de la novela va inmediatamente al centro del poder. Visitar al nuevo virrey disfrazándose de sirviente o mesero de la primera comida que se le ofrece en la capital de la Nueva España. Que como sucede en México es fastuosa.