Cartas de Julio Cortázar

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Tengo en mis manos dos volúmenes de cartas que Julio Cortázar escribió entre los años de 1955 a 1968. Son los volúmenes 2 y 3 editados por Alfaguara con el nombre de Julio Cortázar / Cartas 1955-1964; y 1965-1968; recopilación de Aurora Bernárdez y Carlos Álvarez Garriga. Labor encomiable, pues nos da otra arista de la riqueza y fortuna que fue en Julio su trabajo cotidiano como escritor. No sé si sólo Alfonso Reyes haya sido equiparable en tantas cartas escritas a sus amigos. Pero pienso, que seguramente los 3 volúmenes abarcan cerca de dos mil páginas escritas en edición impresa. Tres volúmenes enormes en pensamientos, sentimientos, momentos de alegría o de lo contrario. Los 70 años de vida que vivió ese escritor enorme que fue Julio, siempre con su cara de joven. Bien decía Ricardo X Garduño Ramírez, que admira a Cortázar como a pocos escritores latinoamericanos, que su físico y su rostro jamás hicieron denotar que al morir tuviera ya los 70 años. No son muchos, si pensamos en poetas o narradores longevos en nuestra patria: Alí Chumacero, Dolores Castro, Thelma Nava, Ahidee Maldonado, Rubén Bonifaz Nuño, Arturo González Cosío, Eduardo Lizalde, y Juan José Arreola o extranjeros como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, quienes rebasaron la década de los setenta para bien de nuestras letras en América.

70 años de un escritor cuya primera publicación se la hizo nada menos que Jorge Luis Borges. Su primer cuento publicado así se hizo a la vida literaria de Argentina. Los volúmenes, 2 y 3, y quiero pensar que el uno debe haberse editado en el mismo año, son del 2012, es decir en nuestro siglo. Julio murió en París en el año de 1984. Un argentino parisino, pues esa ciudad fue la sede de su hogar desde 1951. 33 años de vida en Francia que no le quitaron su sentimiento de saberse argentino. Tanto que muchos en Buenos Aires sienten más amor por Cortázar que por Jorge Luis Borges en sus charlas de sobre mesa. Por eso tiene su espacio permanente en el Café London City, cuya mesa está reservada para él; ahí fue donde escribió alguna de sus obras más importantes, Los premios, de puño y letra. Retratarse con Julio Cortázar es regocijo para los que hemos visitado dicho lugar en Avenida Mayo, esquina con Avenida Florida: muy cerca de la Plaza de Mayo, donde se encuentra la Casa Rosada, sede del gobierno argentino. Aparece en estos volúmenes muchas veces el nombre de Francisco Porrúa, y al preguntarle a Ricardo X. Garduño, él me quitó el error de creer que es el editor mexicano de la Editorial Porrúa. Es, me dice, un editor argentino que se le recuerda por haber publicado la primera edición de Cien años de soledad, en la editorial Sudamericana del colombiano radicado en México, Gabriel García Márquez.

En el volumen dos aparece una primera carta a Octavio Paz escrita en París, con fecha del 31 de julio de 1956, en ella dice Mi querido Octavio: Acabo de terminar la lectura —y en gran parte la relectura y hasta la archilecturade El arco y la lira. Quiero escribir ahora mismo estas líneas cuyo desaliño me será perdonado en nombre del entusiasmo que las motiva. Conste, para empezar, que me jacto de algunas lecturas en el terreno de la poética, un poco porque vivir en Francia significa vivir en el horno central de estas actividades, y otro porque en mi tiempo fui también culpable (sé porque me califico así) de ejercicios de ese orden. Todo lo que siento frente a su libro no es, pues, producto de un descubrimiento o una revelación. Muy al contrario, he reconocido muchas veces las influencias (las que van por debajo, las aguas profundas) y he coincidido o no con las intenciones que le dictaban a usted su texto. Le digo esto para que tenga la seguridad de que mi entusiasmo, mi admiración y mi alegría frente a su obra no son actitud de novicio sino de reconocimiento —por fin— de un trabajo profundo y completo sobre algo que es con mucho uno de los oficios centrales, si no el mismísimo fuego central del hombre.

Palabras sinceras del sincero y admirado ser humano llamado Julio Cortázar. Un personaje que propios y extraños queremos mucho por sus posiciones en primer lugar literarias, pero también por su posición progresista y democrática en favor de las luchas libertarias de América Latina. Seguramente en este 2022 estaría profundamente preocupado por la dictadura que un ‘revolucionario’ como lo fue Daniel Ortega en contra de los Somoza, ahora funge como el cruel dictador del pueblo Nicaragüense. Ya a mitad de los cincuenta Cortázar admira al mexicano Octavio Paz, por ello leo que está el poeta mexicano varias veces con textos extensos, cartas amorosas muchas veces y de admiración con las que escribe el narrador argentino.

En 1958, con fecha del 7 de septiembre, escribe al novelista Carlos Fuentes, con el que le unió una amistad literaria y política en muchos sentidos, escribe el argentino sobre la novela La región más transparente, libro que le abre puertas de la literatura, no sólo en México, sino en Hispanoamérica en década de los cincuenta: Me animaré a decirle, de entrada, lo que menos me gusta de su libro, que me ha gustado tanto enormemente que me da, creo, un gran derecho a criticarle lo que le encuentro de menos logrado. Es tan fácil quedar bien con un autor amigo cuando su libro es mediocre y correcto; basta una carta igualmente mediocre y correcta, y todo el mundo encantado. Con usted no se puede, che. Con usted hay que tirarse a fondo, devolver golpe por golpe la paliza que nos pega a los lectores con cada página de su libro. Y por eso el primer reparo (y me dirá algún día si está de acuerdo con todo esto) nace en razón directa de la magnitud del libro. Usted ha incurrido en el magnífico pecado del hombre talentoso que escribe su primera novela: ha echado el resto, ha metido un mundo en quinientas páginas, se ha dado el gusto de combinar el ataque con el goce, la elegía con el panfleto, la sátira con la narrativa pura. No tengo el prejuicio de “géneros literarios”: una novela es siempre un baúl en el que metemos un poco de todo. Pero, Carlos, salvo para los que conocen como usted México, todo el comienzo del libro, con sus entrecruzamientos, sus flash-backs, sus asomos de personajes rápidamente escamoteados hasta muchas páginas después, provoca no poca fatiga y exigen una cierta abnegación del lector para salir finalmente adelante.

Como se ve, el sabio argentino no deja nada al hacer crítica respetuosa, pero cierta de la novela con que se consagra nuestro narrador mexicano. Vendrán otros libros del autor de La región más transparente y puedo creer que mucho le ayudó esta larga carta de Cortázar para ubicar un primer comentario: no es necesario meter en la primera novela todo lo que se es como ser humano o como integrante de una familia o una comunidad o un país. Le pone como ejemplo El Ulises, Del irlandés James Joyce, del que señala el acierto de referirse a su Dublín, pero escritor desde una visión literaria, ajena a visiones ideológicas o de moda histórica. Las cartas del argentino son prueba de que humildad y honestidad al escribir toda esta enorme obra epistolar está llena de sincera humanidad. Sorprende encontrar en fecha del 20 de junio de 1959 una carta dirigida a nuestra cuentista Amparo Dávila, a la que le escribe: Señorita Amparo Dávila / Muy estimada amiga: Muchas gracias por su libro y la tan cordial dedicatoria. He tenido un gran placer con la lectura de Tiempo destrozado, que me parece un excelente libro. En la solapa se habla de esta obra como de su primer libro de cuentos; si es así, admiro la maestría y la técnica que se advierten en cada página. Si algo sé, es lo que cuesta lograr plenamente un cuento; en realidad, en cada libro que publico no estoy satisfecho más que con uno o dos de los relatos. Los otros, después de múltiples tentativas, se niegan a adoptar esa forma quizá demasiado perfecta que quisiéramos darles. Y como la forma no existe en sí misma, sino que es más bien la justificación de lo que se escribe, la prueba tangible y estética de que valía la pena escribirlo, hay que deducir que pocos cuentos nacen plenamente vivos, con ese derecho a perdurar en la memoria que es su terrible fuerza y su más exacta belleza.

¡Queremos tanto a Julio!, si un relator entregado a los otros —que son sus hermanos—, por eso inmortal y permanente ejemplo de escritor completo en su vocación.