Cartas de la gran Gabriela

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Publicado en 2004 por la editorial Resistencia, el libro titulado Cartas de la gran Gabriela a Carlos Pellicer, es una serie de letras que aportan el espíritu de dos poetas de los grandes del siglo XX. En este libro interviene en la compilación, introducción y notas Sergei I. Zaïtzeff, y aparece un nombre que mucho admiramos y que ha fallecido hace no mucho, en estos aciagos años de pandemia: el poeta Max Rojas, quien interviene en el cuidado de la edición, la que ciertamente es un libro muy bello, con buen cuerpo, y en respetuosa impresión. Pongo aquí las primeras palabras de Zaïtzeff para explicar el libro: Pocos días después de la muerte de Gabriela Mistral (1889-1957), el poeta tabasqueño Carlos Pellicer (1897-1977) la recuerda en “Siete sonetos para Gabriela Mistral” escritos entre los días 21 y 27 de enero de 1957 y dedicados a su común amiga Palma Guillén. La luz, la mar, la fe religiosa aparecen en estos versos que evocan con tristeza a la compañera desaparecida.

Pero también se capta lo esencial de la amistad que los unió, cuando Pellicer apunta: Tú me miraste siempre como a un niño yo fui Carlitos siempre en tu llamada. Todas las cartas de Gabriela Mistral reunidas en este libro son variación sobre esta afirmación. Lo cierto es que la ternura es el rasgo de la poeta chilena, que por pertenecer a otra generación a los jóvenes nacidos a fin de siglo XIX o principios del veinte, podía no ser una poeta que interesara a sus gustos poéticos. El hecho de que Pablo Neruda le tuviera tanto respeto, y que en México gracias al educador y filósofo José Vasconcelos se le hubiera invitado por dos años para aportar sus experiencias de educadora y amante a la promoción cultural, permitió que su paso fuera una fortaleza a esos años en que como secretario de Educación Pública en el país, Vasconcelos desarrollara una revolución en el mundo de la cultura y la educación. Es sintomático que al fundarse la Secretaría de Educación Pública en el año de 1921, tres fueran los rubros a desarrollar por el naciente ministerio, y dejan en claro cuáles eran las preocupaciones del señor secretario por dar luz a un país de analfabetas, ajenos a su identidad histórica y lejos de los comportamientos afrancesados que habían promovida la alta aristocracia porfirista.

Dos rubros son fundamentales en ese ministerio, el de la educación y la cultura. Uno para enseñar a leer y escribir a los mexicanos de esa década de los veinte, por lo cual se realiza una campaña masiva por todo el país para alfabetizar y enseñar a leer tomando en cuenta lo mejor de las letras universales hasta el siglo XX. Y para dar identidad a los mexicanos investigar y promover lo mejor de nuestra cultura a lo largo de los siglos para demostrar que, bajo el mestizaje, buscábamos nuestro verdadero ser, pero a la vez comprobábamos la fuerza artística del alma mexicana. Los logros que Vasconcelos muy pocos secretarios de educación desde entonces lo han logrado. De ahí la admiración que sigue vigente y creciendo a lo largo de las décadas de los últimos dos siglos por el filósofo de Oaxaca.

Si las cartas de Julio Cortázar son de un profundo espíritu humanista en lo individual y colectivo, en Gabriela lo notorio es su ternura por el poeta tabasqueño, escribe: Gabriela Mistral saluda a Carlitos y le dice que ayer no supo que usted había anunciado a la Palmita (Palma Guillén, maestra y escritora) una lectura de su discurso, en esta casa. Después, al saberlo, le extrañó que no pasase a cumplirle la promesa. A cualquiera hora de hoy, que quiera indicarle, lo esperará. Sabe que es honra y alegría. Ha amanecido un poco enferma, pero no es cosa grave. Vinieron recuerdos para usted en una carta de Armando Donoso (crítico chileno). Y en otras de Eduardo Barrios (novelista chileno). Espera sus palabras. Tiene fecha de 2 de abril de 1923, y a lo largo de su correspondencia será relevante ver cómo es que la premio Nobel de Literatura chilena le expresa un cariño nacido del corazón, y de ninguna manera por algún interés de las relaciones que el poeta mexicano tuviera dentro de la burocracia mexicana.

Sí, es definitivamente, por las cartas un cariño que le viene del corazón y, que aparece en ciertos momentos, como enamoramiento por el mexicano que en el estudio de las cartas y por lo que no aparece en las respuestas del poeta tabasqueño, pareciera o parece, que no sintió especial afecto para tener esta relación epistolar o física por el cariño de Gabriela Mistral hacia él. Son las incógnitas de la historia de los pueblos o de los individuos, en esa magia y misterio, en las incógnitas que guarda la existencia humana a cada paso. Serge I. Zaïtzeff en su introducción a este texto hace aparecer unas palabras de Pellicer cuando dice: Tú me miraste siempre como a un niño yo fui Carlitos siempre en tu llamada. Dos voces de poetas indudables, voces del alma que con pocas palabras dejan toda su historia personal, por lo cual las cartas de Gabriela Mistral son documentos invaluables para comprender su paso por México en aquella década de revolución en la educación y la cultura. Por esos años de violencia donde se mataba a los principales actores de la revolución de 1910.

En otra carta sin fecha le escribe Gabriela Mistral saluda cariñosamente a su querido amigo Carlos Pellicer y siente irse sin darle el “adiós”. Laura (pintora y escultora chilena) y yo lo hemos esperado. Su cabeza necesitaba por lo menos dos poses más. Pero Usted no vino y hubo que acomodarla como estaba, para que no se malograse. Voy directamente a Zacapoaxtla, donde estaré cinco días. Quedo en Puebla dos o tres. Sigo a Jalapa y tal vez alcance a ver nuestro mar maravilloso, cuya exhalación me hace falta como la casa de mi madre. En total 20 ó 22 días. Que Usted avance en su trabajo y me lo cuente para seguir un poco su vista. Hasta la vuelta”. El espíritu en cartas de Gabriela Mistral es más o menos en este sentido. Ella queriendo ver al joven poeta que es Carlos Pellicer, una de nuestras cumbres en la nueva voz poética mexicana. Tal y cual lo reconoce Gabriela múltiples veces al decir de Serge, pues, cito En todo caso, la poesía de Pellicer es siempre lo que le seduce como se ve en una carta de junio de 1925: Quiero leer lo que ahora va usted haciendo, siempre me interesó el alma suya, Carlitos, como alma rica, en medio de la debilidad de las almas tropicales… más adelante pone Sergio Es precisamente durante estos años que Gabriela Mistral se ocupa de su amigo mexicano en un artículo redactado para El Mercurio de Santiago (Un poeta nuevo de América: Carlos Pellicer Cámara), en el que pone de relieve la vertiente heroica y americanista de la poesía de Pellicer. De hecho, el autor de Piedra de sacrificio le fascinaba la historia latinoamericana y era un gran devoto de Simón Bolívar a quien le debió su pasión americana. El afecto por Carlos Pellicer es sublime.

La pregunta es ¿Por qué el mexicano no tuvo esas muestras de cariño hacia la gran poeta chilena?… En otra, que aparece en el libro, citada por Serge dice Precioso, Carlitos, precioso. Creo que nunca se hizo en la América una poesía de esa elegancia después que se nos fue Rubén. Una elegancia no sólo formal sino mental, una ausencia absoluta de plebeyez, de pesadez y de torpeza, esa holgura y ese donaire de las facultades que llaman así, elegancia. Es mucha honra escribir de este modo en un país nuevo, en el Continente nuestro. Yo le doy las gracias de este decoro de su poesía y de esas virtudes aristocráticas (aunque sean modernas) de sus versos. Me parece que todos nosotros recibimos dignidad en este arte suyo tan digno. Cada palabra en ese tiempo valía oro, pues oro es la poesía escrita por Carlos Pellicer, del cual me parece no ha habido el reconocimiento a su grandeza surgida de las tierras tropicales del sureste mexicano. De su voz para leer poesía como pocos poetas han sabido leerla en Iberoamérica. El reconocimiento que tuvo hacia el mexicano nos debe enorgullecer y, decir, que nada menos de un premio Nobel de Literatura vienen tales juicios sobre la gran poesía del tabasqueño: que al parecer por su falta de respuestas, esconden algún sentimiento; es difícil saber el porqué, siendo Gabriela la gran poeta chilena de su tiempo, no tuvo la reciprocidad del joven poeta mexicano. Son como vemos, las incógnitas en el mundo de lo humano