Catorce de febrero
Abre los ojos abrazando el día, recuerda que es 14 de febrero, sorprendida que ninguna emoción le sale al paso pese a los seis años de divorcio. Al inicio de la separación sintió que la soledad y la tristeza la matarían. El pequeño departamento fue bodega de ataques de ansiedad y encontrados sentimientos. Las botellas de vino tinto se dieron cita los fines de semana.
Mientras se sirve café le sobreviene el recuerdo de las crudas de domingo; ese pasado la horroriza. La depresión la derrotaba horas o días unida en la cama mientras el insomnio prolongaba el infierno de las borracheras.
Hoy es diferente, mientras hace su día escucha notas que alegran el alma. Se sirve café vestida con corsetería rosinegro. La noche anterior procuró dormir temprano para cuidar la piel del rostro, untó sus pies con glicerina y se pintó las uñas de color claro.
Sin prisas revisa lo que vestirá jugando con colores y formas, al seleccionar lo que se pondrá, huele alguna prenda acariciando la tela y mirando los zapatos que harán juego con el outfit.
Parte del ritual es buscar los accesorios, el perfume, la ropa interior y las ilusiones de un coqueto día vestida para el sol.
Procura bañarse sin prisas; cierra los ojos dejando correr el agua de su cabeza hasta los pies; sintiendo la sublime humedad en cada parte de su cuerpo.
Después del baño, acomoda la ropa cuidando que cada detalle quede en perfecta armonía; se mira en el espejo de figura entera para centrar su atención en el delineado de sus ojos adornándolos con un poco de rímel en las pestañas. Mira su boca, la acaricia con un labial rojo que hace honor al día de los encariñados.
Al terminar su arreglo, se ve complacida, sonríe con el corazón, se abraza con el espíritu, pega sus labios al espejo en símbolo de beso para decirse ¡Feliz día de los enamorados!