Ciudad que es imaginario y realidad

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Dos libros me hacen meditar en lo que los arquitectos han dejado a la vida toluqueña. Son ellos los que han dado belleza o fealdad a la Toluca de los últimos siglos de vida. Una ciudad de contradicciones, en extraño fenómeno le fue negado el hacer los mapas que le distinguieran, como sí sucede con las grandes capitales y ciudades que, como Guanajuato o San Miguel Allende, sea Morelia o Guadalajara, en muchos casos la riqueza que tienen en mapas que definen sus construcciones o sus límites es un hecho que permite valorar lo que fueron, lo que son. Toluca parece por culpa de aquellos que le invadieron, que no tuviera nada de nada. Cuando los estudios han comprobado lo importante que fue. No por nada a este Valle le fue dado el nombre de matlatzinco y no otomí, mazahua, tlahuica o nahoa. Es punto de reflexión y la pregunta de dónde los mapas que definieran sus límites como pueblo, villa o ciudad.

Dos libros me llaman la atención en esta investigación que lleva a saber cuáles han sido los arquitectos que, con su genio, han dado rostro a la Ciudad de Toluca, así nombrada y confirmada el 12 de septiembre de 1799 por Real Cédula del Emperador Carlos IV. Dos libros me hacen ver que la arquitectura se enriquece con la presencia de la literatura. Prueba de ello es el libro de poesía que lleva por título, me lo confirma: Compilación la Arquitectura en la Poesía de María Elena Hernández Álvarez, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México / Facultad de Arquitectura en el año de 2003. Admirable edición donde aparece la poeta rusa: Ana Ajmátova, quien escribe, por ejemplo: Sótano de su casa; Guadalupe Pita Amor: El Palacio de Iturbide; Louis Aragón con el poema: Todas las habitaciones de mi vida; Braulio Arenas: La casa fantasma; Jorge Luis Borges, en su pasión y amor por su Buenos Aires: Calle desconocida, La Plaza San Martín, Un patio, Sala Vacía; Rosario Castellanos: La Casa Vacía, Piedra; Constantino Cavafis: Ítaca, La ciudad; Paul Eluard: ¡París tan alegre! / El muro; Federico García Lorca: La aurora; Francisco González León: Solariega, Deficiencias urbanas; Jorge Guillén: Casa con dos patios; La hierba entre las tejas, Aquel jardín; Miguel Hernández: Poema número 50; Georg Heym: El dios de la ciudad; Gibran Jalil Gibran: Las dos ciudades. Estos son los títulos en el índice, otros más al leer el texto me dejan el alma llena de gozo y afecto por este libro de rara belleza y certera puesta a la luz pública y universitaria.

Válido citar el escrito de su contrapasta: La poesía tiene, en sí misma, la virtud del lenguaje: construye, crea, y sus manifestaciones son infinitas. Un poema habla de lo que no vemos, de la realidad que se escapa a nuestros ojos. Este libro es un compendio de poemas que muestra que la arquitectura va más allá de lo tangible. En sus páginas, el lector hallará construcciones imaginarias, relatos de sitios largamente transitados, reflexiones del lugar en que se habita, y descubrirá que, en muchas ocasiones, es en la nimiedad donde se encuentra la magnitud de la realidad construida: en un viejo árbol, en el reloj colgado de la pared, en la campana de un templo, en el desordenado cuarto de un amigo… La Arquitectura en la poesía es un recorrido por el mundo arquitectónico, descubierto por la pluma del poeta. Lo humano sólo es humano cuando se comprende en sí mismo y en los demás.

Al hacerlo así entiende que no hay mejor profesionista, académico o estudioso que aquel que pone su atención en una especialización, pero es capaz de enriquecer su acervo cultural y profesional, con el apoyo de otras especialidades que le han de ayudar a comprender más su complejidad como ser humano y, a comprender más la complejidad de lo que le rodea. Vivimos tiempos de globalización del conocimiento, y sólo una cultura sólida en varias áreas de lo humano ha de ayudar a ser mejores, a comprender la vida ciudadana y a la sociedad civil, que precisamente se forma de lo disímbolo. Arquitectura, Poesía y Narrativa que lo mismo va por el cuento o el relato o la novela, han de dar el resultado de un arquitecto con el cual se puede hablar de todo sin caer en el círculo cerrado que no sabe hablar de otra cosa que de su visión cerrada y única.

El otro libro que leo se titula Miradas a la Ciudad / la representación del imaginario urbano en el discurso literario latinoamericano de mediados del siglo XX, cuya autora es Guadalupe Isabel Carrillo Torea, publicado por la Universidad Autónoma del Estado de México en el año de 2011, es materia que hace reflexionar sobre la importancia de la mirada en arquitectura y en lo que dicen las letras sobre la misma. Cito el texto de la cuarta de forros, dice la escritora Liliana Weinberg: Miradas a la Ciudad, de Guadalupe Carrillo, se dedica a rastrear el tema de la ciudad en varios representantes de la narrativa latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX: el argentino Julio Cortázar, el peruano Julio Ramón Ribeyro, el mexicano Carlos Fuentes y el venezolano Salvador Garmendia. El tema tratado resulta enormemente relevante para la comprensión de uno de los fenómenos más decisivos en la historia latinoamericana: el desarrollo urbano, que ha tenido a su vez repercusiones fundamentales en la sociedad, la cultura, el imaginario y la producción artística y literaria de la región.

La autora comienza por formular el progresivo descubrimiento del tema de la ciudad, así como el reconocimiento y estudio de su especificidad por parte de la crítica, y se dedica luego a estudiar la ciudad en la narrativa latinoamericana desde el siglo XIX. Escrito de manera muy fluida y en una excelente y nutrida prosa, ofrece una inteligente mirada sobre la ciudad en general y sobre la ciudad latinoamericana en particular. Resulta así de renovado interés un estudio que, como el presente, aborda relaciones entre la ciudad, el arte y la literatura.

¿Qué tiene que ver tales libros con la revisión de quien ha sido a fin de siglo XX e inicios del XXI uno de los arquitectos más relevantes en el país y en el mundo: Pedro Ramírez Vázquez es orgullo de nuestra vida cultural en el campo de la arquitectura, terreno donde dejó huellas importantes para citar a la Toluca de este siglo con la buena vanidad de saber que contamos con construcciones materiales que son motivo de estudio y cita en el campo de la arquitectura dentro de la academia y la vida del país y nuestra entidad.