Clamores de un emigrante

Con la congoja que produce a veces lo desconocido y el temor por alejarme de lo querido, voy tras un futuro que me tiene en el olvido. Doy el primer paso y siento que es un abismo, el alejarme de lo amado, un desgarro que me exprime el alma y pone plomo en mis alas.

¡Qué pesada se siente la vida!

cuando debes girar tu destino

porque piedras te pone el camino

y no ves ante ti una salida.

Cuando las distancias son infinitas, según temen mis añoranzas, siento que nunca serán, por grandes que sean las recompensas, lo suficiente para paliar estas tristezas que no se apartan de mi alma.

Hay congoja en el pecho que clama

una vida feliz y tranquila,

pero ese clamor lo aniquila

un suceso repleto de drama.

Me revelo ante los sueños de soles escondidos, cuyas simientes se sostienen entre muros movibles de quimeras, que voy tejiendo con los hilos invisibles de ilusiones huecas, concebidas en las habitaciones de las interrogantes oscuras y frías en medio del silencio.

Me revelo a la cruel realidad

de vivir esperando un futuro

doloroso, infeliz e inseguro

donde solo se ve oscuridad.

No quiero seguir esculpiendo utopías que se quedan en las páginas de mi historia y que, al final, terminan desprendidas y perdidas. Quién sabe si en el vacío de la realidad, como hojas de otoño, secas y amarillentas, después de haber respirado por un momento, el verde perfume de la ilusión en un amanecer con un futuro engañoso y un presente de lágrimas y quejidos, exhalados no por las voces que claman lujos y deseos banales, sino más bien, por lo que todo ser humano debería tener por derecho: libertad para volar hacia un futuro mejor, sin fronteras, grilletes o los impedimentos de no tener un buen techo para cubrirse de las diabluras del tiempo y un plato de comida bien proporcionado sobre la mesa, para compartir y proveer con los que hoy son hijos de la desventura, inocentes criaturas en un presente de migajas, con hogazas insípidas y días tristes.

De vivir de quimeras no quiero

anhelando lo más necesario

con miradas que gimen a diario

por un mundo infeliz, lastimero.

¡Ay, de mis frutos, mis hijos queridos!, nacidos en el infortunio. Merecedores de sonrisas, de alboradas despejadas y crepúsculos de agradecimiento cuando se tiene lo suficiente, pero sus cuerpos escuálidos y sus harapos gastados, me gritan como ecos rebeldes, lo contrario.

Ya no quiero mirar a mis hijos

sin comida y con trapos gastados,

quiero verlos de paz desbordados

y a sus manos llevar regocijos.

Aun así, agradezco con la cabeza inclinada sobre la tierra, como buscando en su inmenso manto lo que se me ha negado. Con el sencillo ropaje que me abriga, remendado una y otra, y otra vez. Sé reconocer el valor que tienen en la precariedad, las manos mágicas de la mujer que me acompaña y hace posible, que, aun con el estómago vacío de los granos dorados que alimentan y fortifican, me siento orgulloso de cuanto ella consigue con su valor y resignación. Gracias por ello, mi amor.

La mujer que en mi andar me acompaña

es mi amor y mi fiel compañera,

darle todo en la vida quisiera

sin tener que esperar un mañana.

Quiero sentir que la vida es bella, que mis deseos de prosperidad en una tierra nueva se realizan, como ese sol que alumbra la montaña, sin sentir que huyo del dolor que por herencia me acompaña; más bien, resistirme y revelarme con el deseo de volver a empezar, como lo hace el nuevo día, y que las púas que por destino me tocaron, sean como ramas secas que el viento se lleva al olvido.

Me revelo a cruzarme de brazos

voy hacer que me cambie el destino,

le daré un nuevo giro a mi sino

aunque rompa mi alma en pedazos.

Que mis hermanos del norte no me vean con desdén o como mercancía a bajo costo. Respeto es lo que quiero, que no le falte el alimento a mi familia, tener una casa digna. ¿Acaso, no lo merezco? ¿No merezco zambullirme en las mismas aguas dulces que mis hermanos afortunados, y empaparme de las alegrías de los mejores días?

Mi familia tendrá lo mejor

para ello me voy hacia el norte

sin llevarme ningún pasaporte

solo toda mi fuerza y valor.

¿Por qué mi vida tiene que estar edificada con los clamores y suspiros por lo que no tengo? Harto, estoy, y también, desesperado. Emprenderé mi viaje como un pájaro herido, pero con la fuerza y coraje de un león embravecido. ¡Debo hacerlo y lo haré!, por mi familia, por mí, porque lo necesitamos y nos lo merecemos, como necesita la tierra, el agua de la lluvia fresca que cure los surcos estériles y resecos.

Volaré como un ave rapaz

me motivan los sueños que tengo

porque ya mi ansiedad no contengo

voy en busca de plata y de paz.

Marcharé con mi mochila desgastada, vacía de prosperidad, pero repleta de sueños, tan reales como el amor que llevo en el corazón por mis seres queridos. El destino me empuja, mi esposa e hijos me motivan a buscar soles nuevos. Me duele tanto dejar a mi familia como a mi patria, pero mirar atrás, ni debo ni puedo; ellos se merecen todo lo bueno que yo les pueda alcanzar. Unas lágrimas incontenidas nublan mis ojos, el primer paso está cerca, ojalá sea el preludio hacia una nueva y mejor vida.

Marcharé con mi más grande anhelo

con mi humilde y sencillo equipaje,

la mochila tendrá mi coraje,

mi familia, el motor y consuelo.

Desconozco el color del futuro, pero debo intentarlo y lo haré. Haré todo cuanto esté en mis manos sin regatear esfuerzos para lograr que sea del mismo color que siempre fueron mis sueños. Dios mío, concédeme el que se hagan realidad mis deseos, los de dar a mi familia lo que en verdad se merece, no de vez en cuando, sino siempre. Siempre comida suficiente, un techo, ropa en buenas condiciones y una educación decente.

Con mi empeño, mi fe y objetivo

pintaré un futuro mejor

y el sol que dibuje el albor

llegará con fulgor positivo.

Te pido, Señor, que no enfermen y que cuides de ellos con tu infinita bondad mientras estoy lejos. Que me ayudes a conseguir un buen empleo, te lo suplico. Y te ruego, Dios mío, que no me abandones. Que, con las flores de mis plegarias y las gotas de sudor de mis esfuerzos, alabaré por siempre tu nombre. Con mis manos, cansadas y agrietadas, abrazaré la fe en tu divina bondad y honraré el trabajo como el regalo más preciado que me otorgases. Mi familia necesita tener alimento, vestido, un techo digno y el calor del amor. Escúchame, Señor. Te lo suplico.

A Dios, ruego por un buen trabajo,

que me guíe y me lleve hasta él

y que pueda ganar mi laurel

en jornada corrida o destajo.

Voy de frente como el agua del río que en su caminar no regresa. Que las fuerzas me acompañen, pido, hasta cumplir mi cometido. Irme de esta vida, no quiero, hasta disfrutar de lo que de ella espero. Y si es que las pesadas rocas de lo incierto frenaran mis alas, y un racimo de falsas ilusiones mis pasos. No me resistiré a seguir en el empeño de ver a mis hijos satisfechos, y a mi esposa con todo aquello que necesita y es fruto de sus sueños.

Mi familia tendrá el alimento,

una casa y vestidos también

les daré por hogar un Edén

que culmine infeliz sufrimiento.

Adiós, hijos míos. Adiós, amor de mis entrañas. De marcharme, son razones que la precariedad me impone. Siempre, siempre, los llevaré en mi corazón, siempre en mi presente, siempre en mis oraciones. Amor, la luz de tus ojos, será la llama que me alumbre los caminos, tu sonrisa, el motor que me inspire a cumplir mis metas. Cielo, acercarme la maleta… que se hace tarde.

Este adiós por demás necesario

no podrá separar nuestras almas,

correrán de por vida aguas calmas

y otra vez nos veremos a diario.

Unos besos bañados de lágrimas fueron cubriendo las caritas de quienes le decían: no te vayas, papasito. Un desgarro en el corazón, le ahogó la voz a quien estaba a punto de dar el primer paso hacia ese futuro que les cambiaría la vida. El llanto mudo de la mujer que amaba era el eco doloroso que le acompañaba.

Voy siguiendo mis sueños prolijos

y no freno por nada mi paso

porque no quiero más el fracaso

Me despido de esposa y mis hijos.

La decisión ya estaba tomada, y el difícil primer paso ya estaba dado. El emigrante va en busca de sus sueños y nada lo detendrá, hasta cambiar el rumbo de su cruda, dura y presente realidad. No le será fácil, trabas y obstáculos obstruirán su camino, pero él no descansará hasta ver sus sueños cumplidos.