Como un danzante hipnotizado por el rebelde del acordeón
Lo que pasa es que aquí uno mismo se aparta de la música. ¡Ah!
¿tú eres colombiano? No, hazte pa’ allá; ¡ah! Tu eres norteño…
Hazte pa’ allá, vete con aquello; eres rockero, vete pa’ allá con el otro, ¡Nooo!
Es música. Todo es música.
Gabriel García Márquez se movía bien sabroso.
Celso Piña
(…) El día que empieces a despegar los pies del suelo,
hasta ahí vas a llegar, ahí se acabó todo.
Su padre
Hace apenas unos días la distributiva f blanca con fondo azul nos recordaba junto con el pajarito azul estupefacto, los sonidos que sin preámbulo ponían una vela encendida en la mano de la R desconcertada, pero como danzante hipnotizado, como el mismísimo Gabriel García Márquez -padre del realismo mágico (no hay casualidades dice la R dramatizando- en el museo de arte contemporáneo de la sultana del norte; por el rebelde del acordeón, sin sospechar aun, que se trataba de un mensaje que con un grito ahogado este anunciaba su partida. Algo así decía: no hay quién se resista a la cumbia… haciendo alusión a aquel grito en Cumbia Sobre el Río que en vivo lo acompañó Pato Machete, parece, solo tal vez, su despedida. Descanse en paz donde haya elegido evolucionar el gran Celso Piña.
Es menester, no vacilar más y recordemos el legado que nos hereda sin duda uno de los más grandes de la música latinoamericana. Aquellas cumbias sabaneras que se amplificaban en las monstruosas manos de acordeón y voz de Alfredo Gutiérrez que recorría siempre, a sus treinta y tres revoluciones, las lejanas tierras de Sucre y Bolívar en tiempos remotos, son las responsables de que Celso torneara el acetato generando las canciones en su acordeón dando un baño de sentir mexicano a una música muy colombiana, desde el cerro de la silla que desde entonces divisa el panorama del fandango, tan es así que la misma f ha parafraseado a Cecilia Piña Ortiz, hija del músico, nos cuenta que: Estoy mirando atrás… y puedo ver mi vida entera y sé que estoy en paz, pues la viví, a mi manera. Crecí sin derrochar, logré abrazar el Mundo y más, mil sueños más viví… a mi manera… Y que siga la cumbia en el cielo.
Así es que se nos ha adelantado el hombre que fuera el pionero de la audaz mezcla del sonido tropical del vallenato y la cumbia con el tradicional género regional del norte de México.
Me parece importante recalcar que no hablamos de un acordeonista de sinfónica, pero si de una carrera brillante que inició en la década de los ochenta cuando recibió como regalo de su padre un acordeón y con una tenaz actitud comenzó a tocar cumbia logrando cierta popularidad en su barrio regiomontano en fandangos y bailes del pueblo.
Así es como de manera autodidacta forma la banda Celso Piña y su ronda Bogotá, convirtiéndose en uno de los referentes más importantes de la cumbia en nuestro país. La R recomienda dejarse llevar por la música que en vida nos regalara el rebelde del acordeón, pero como algo más que un homenaje de moda, más bien como un reconocimiento y un agradecimiento por el gran legado que nos deja, sobre todo con la intención de que esta extraordinaria propuesta que musicalmente expresa mucho ritmo y color se mantenga con vida.
Sin duda nunca dejó de sorprender, sólo, tal vez, parecía ese ser ese su espíritu que nació hace sesenta y seis años en la sultana del norte mismo lugar donde elegiría trascender y mudarse a donde quiera que sea, eso sí, llevándose consigo su acordeón y llenando de fiesta más corazones en su camino. Así también lo revela el periodista musical Enrique Blanc, en el sentido de una sonrisa musical siempre presente en la fusión de estilos y su coqueteo con otros que no eran los que desarrolló en su carrera.
Él mismo, Celso revelaría en alguna entrevista que cuanta polémica levanté en el gremio musical porque tocaba vallenato, me decían que debía tocar los corridos o música norteña, pero no me sentía obligado (…) Tal vez, solo tal vez, aquí la fuente de tanta sorpresa. Momentos intensos al llegan en 2001con su Barrio Bravo, sobre todo como desprendimiento de haber sorprendido con la fusión exitosa de su vallenato con el rock, en especial en su Aunque no sea conmigo en complicidad con Rubén Albarrán, el polifacético de los alias de Café Tacuba. La R en complicidad con Blanc pone el dedo en el remolino generado con sus secuaces Control Machete y Blanquito Man -de la banda venezolana de ska King Changó, quien por cierto se nos adelantara también hace un par de años- , que no dejarán en paz al danzante hipnotizado con Cumbia sobre el río.
Sin dejar de sorprendernos, una de sus últimas colaboraciones, sólo tal vez la última fue con el rapero Charles Ans y la cantante cubano-mexicana de folk rock Leiden Gomis, se trata de una especie de cumbia libidinosa, pero desde la perspectiva femenina, la de Leiden, claro está, quien sin dudarlo expresa -se adhiere la R– que México gana el legado de un gran músico que llevó el acordeón a niveles inimaginables (…) el mexicano es un ser muy trabajador que lucha de manera apasionada por lo que le gusta y eso es lo que nos queda (…) lo deja para que nosotros disfrutemos, bailemos y lo recordemos en todas las fiestas.
La R no se quiere retirar sin recordad aquella presentación del Vive Latino en la que se cruzó con este gran artista que se nos ha adelantado, fue un domingo 17 de marzo, en el Escenario Indio, poco antes del atardecer que era anunciado Celso Piña en lo que la R se divertía un rato en la carpa contigua escuchando a Lazcano Malo. Y al escribir estas líneas sorprendida de aquella vivencia se había quedado atrás hace poco más de seis primaveras. Pero recuerda aquella rebeldía de acordeón como se escucha cuando recién aterrizas del concierto y cierras los ojos para recibir el regalo de la experiencia vivenciada.
Tal vez, sólo tal vez, no había sido su mejor concierto como un tanto descafeinado y una logística pequeña, pero eso no evitó que el rebelde del acordeón pusiera a bailar a todos con su cumbia descendiente de la sampuesana de Colombia. La magia de Don Celso se impuso a los imprevistos y provocó que el fandango continuara para la R, más tarde en esa mismo escenario, provocando una de esas fusiones del vallenato y un poco de slam en el ska con Panteón Rococo y Los Fabulosos Cadillacs. Finalmente aterrizando para poner el punto final del inicio del fandango en el cielo.