Consejos para prevenir la depresión navideña
Alma R. Bernal Trujillo
rocio.bernal2017@gmail.com
La depresión es un trastorno del estado de ánimo que causa abatimiento, pesar,
apatía y sufrimiento mental a las personas que la padecen. Es una enfermedad
grave que debe ser tratada por especialistas. Aunque en algunos casos puede
ser originada por un acontecimiento de tipo adverso, en otros aparece sin causa
aparente, a esto se le conoce como depresión endógena.
La depresión navideña puede afectar a personas de cualquier edad, aunque suele
ser más frecuente al llegar a la edad adulta. Es habitual que aparezca sin ninguna
causa aparente, a excepción de la época del año. Es una depresión de tipo
estacionaria, asociada a un momento concreto o estación del año. Sin embargo,
puede llegar a ser grave si no se trata adecuadamente.
Aunque lo habitual para la mayor parte de la gente es disfrutar de una Navidad
feliz en compañía de sus seres queridos, para otras personas la Navidad puede no
ser todo lo especial que cabría esperar.
El estrés navideño tiende a ser un factor desencadenante bastante común. Las
prisas por encontrar el regalo perfecto, las visitas a los centros comerciales
atestados de gente, los embotellamientos de tránsito que se incrementan en esta
época del año, el gasto excesivo de estas fechas o, incluso, dejarlo todo para el
último momento, pueden causar malestar y ansiedad.
Pero el factor principal es echar de menos a nuestros seres queridos. Tanto si se
encuentran lejos de nosotros, como si ya no están, los sentimientos que su
pérdida o ausencia nos provocan, chocan radicalmente con los ideales de gozo,
felicidad, alegría, amor y compañía que los seres humanos asociamos a la
Navidad.
Las Navidades pueden ser fuente de estrés, frustración y melancolía. Aunque la
Navidad que nos vende la mercadotecnia y los medios de comunicación está
rodeada de escenas felices, la realidad no siempre es tan bonita y tan alegre. Para
algunas personas, ciertos factores pueden desencadenar un estado depresivo
totalmente opuesto a esa Navidad idealizada:
Las compras, la organización de comidas y eventos, las obligaciones sociales, la
sensación de tener que adoptar una eterna sonrisa, etcétera pueden causar estrés
en las personas adultas.
El fin de año y la entrada en un año nuevo supone, para algunas personas, tener
que hacer balance de los objetivos cumplidos, lo que podría hacer que nos demos
cuenta de que no siempre conseguimos todo lo que deseamos.
Cuando hay personas queridas que ya no están, es normal echarles de menos en
estas fechas de reunión familiar, incluso aunque el duelo ya no sea reciente.
La Navidad es la época de menos horas de luz de todo el año, con las noches
más largas y el clima más frío y en algunos días lluvioso, todo lo cual incide
negativamente en nuestro estado de ánimo.
Para los que sienten melancolía, el contraste con el casi obligado sentimiento de
felicidad que se asocia con la Navidad puede generar frustración y provocar justo
el efecto contrario: se intensifica el malestar.