Cronistas de la Nueva España

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Es de preguntarnos si Ángel María Garibay Kintana estudió a los cronistas de la Nueva España y comprende que estudiar culturas originarias de México es rico filón de mina de oro. ¿Aprende, por fortuna, en voces de Fray Bartolomé de la Cruz y Fray Bernardino de Sahagún acaso?… Que lleva a un estudioso de culturas del Oriente y de aquellas que fundan nuestra cultura occidental: Grecia y Roma, en la imaginación hacia una mitología que no tiene fin, por el lado que se le vea. De esas enseñanzas, pero en particular de las que escriben, por ejemplo, Fray Bernardino quien dice: Diez años antes que viniesen los españoles a esta tierra pareció en el cielo una cosa maravillosa y espantosa, y es, que pareció una llama de fuego muy grande y muy resplandeciente. Parecía que estaba tendida en el mismo cielo; era ancha de la parte de abajo, y de la parte de arriba aguda, como cuando el fuego arde; parecía que la punta de ella llegaba hasta el medio del cielo. Levantábase por la parte del oriente luego después de la media noche, y salía con tanto resplandor que parecía de día; llegaba hasta la mañana, entonces se perdía de vista; cuando salía el sol estaba la llama en el lugar que está el sol a medio día. Esto duró por espacio de un año cada noche; comenzaba en las Doce Casas, y cuando parecía a la media noche toda la gente gritaba y se espantaba; todos sospechaban que era la señal de algún mal.

Pensamiento mágico que es parte de los seres humanos en la tierra. Leer a cronistas españoles le lleva a un mundo que no es lejano de mitologías grecolatinas. Porque el pensamiento mágico del hombre, es igual en China que en Egipto, en Grecia o en México. Igual por su capacidad de imaginar cosas más allá de la realidad: aunque la diversidad de nombres y lenguas llamen a estudiosos, como Ángel María Garibay, a realizarlos y dar interpretaciones de esas culturas, que en su mayoría se han ido de nuestra modernidad.

Sahagún escribe: Hállanse en esta tierra huesos de gigantes por los montes y debajo de tierra; son muy grandes y recios; molido este hueso, o un poco de él, es bueno contra las cámaras de sangre y contra las cámaras de poder, a las cuales otra medicina no aprovecha; hace de beber con cacao hecho como comúnmente se hace. Voz del cronista que relata sucesos que ve de esa realidad desconocida o cultura que jamás había visto. Admirado dibuja el mundo, que para mexicanos actuales sólo puede recuperarse a través de la lectura en historiadores y cronistas. Leer magnas obras de investigación de Ángel María Garibay que se quema las pestañas para darnos esta recuperación de lo que fueron nuestros indígenas en siglos pasados.

Por su parte Bernal Díaz del Castillo —cuenta Felipe Garrido— escribe: Y desque abonanzó, yendo por otra navegación, pasado veinte y un días que salimos de la isla de Cuba, vimos tierra, de que nos alegramos mucho, y dimos muchas gracias a Dios por ello; la cual tierra jamás se había descubierto, ni había noticia della hasta entonces; y desde los navíos vimos un gran pueblo, que al parecer estaría de la costa obra de dos leguas, y viendo que era gran población y no habíamos visto en la isla de Cuba pueblo tan grande, le pusimos el Gran-Cairo. Y acordamos que con un navío de menos porte se acercasen lo que más pudiesen a la costa, a ver qué tierra era, y a ver si había fondo para que pidiésemos anclar junto a la costa; y una mañana, que fueron 4 de marzo, vimos venir cinco canosas grandes llenas de indios naturales de aquella población, y venían a remo y vela. Son canoas hechas a manera de artesas, y son grandes, maderos gruesos y cavadas por de dentro y están huecas, y todas son de un madero macizo, y hay muchas dellas en que caben en pie cuarenta y cincuenta indios.

Relato pormenorizado de lo que sucede en aquellos días de descubrimiento y conquista para el bien del reino de España. Garibay, estudioso de culturas del pasado en diversos continentes, supo a través de estas lecturas, que tiene un compromiso consigo mismo, y con su patria; al investigar lo que culturas del centro del país dicen al respecto de esas crónicas que dibujan para nosotros —los contemporáneos—, el mundo del pasado lleno de magia, imaginería y hechos tristes, como cuando Hernán Cortés está a punto de ser vencido: hacerlo regresar por donde vino sin alcanzar la gloria, que sí logra llevar a cabo por su terquedad. De nueva cuenta para gloria del imperio español que encuentra en el Nuevo Mundo, un tesoro inacabable de oro, plata, piedras preciosas y de igual manera azúcar y cacao, maíz y especies que maravillaban por su belleza y esplendor.

¿Cuál es el mundo que se hace en la imaginería de Ángel María Garibay que le lleva a comprender, que tan importante es estudiar Sagradas Escrituras, tanto, como hacer investigación que le lleve a publicar su magno libro Historia de la Literatura Náhuatl por Porrúa en 1953-54? Garibay insiste en su labor de lingüista y literato y hace bien, pero su trabajo tiene que ver con aquellos que hicieron los primeros cronistas de la Nueva España, y más allá, de recuperación de lo escrito por tlacuilos: quienes son encargados de dejar en palabras, lo que sucede en tiempos de vida. Mucho dejan los cuatro cronistas venidos de España: a conquistar por las armas y a ideologizar bajo el manto del catolicismo cristiano. Escribe Fray Bartolomé de las Casas, según nos cuenta Felipe Garrido: Comúnmente donde la tierra no es fría todas las casas de los pueblos son de madera y paja y en muchas partes las cubren de hojas de palma, porque las hay tan anchas como una rodela en partes como una adarga. Siempre los templos edificaban de piedra o de adobes, por lo alto cubiertos de paja, puesto que no en todas, pero en muchas partes. Lo que hace un cronista es dibujar paso por paso mundos de arquitectura, de literatura, de gastronomía: de la sociedad y su manera de vivir y convivir, de sus pinturas y religiones de sus intentos por ser felices.

Cita Felipe Garrido a Hernán Cortés: La gente de esta tierra que habita desde la isla de Cozumel y punta de Yucatán hasta donde nosotros estamos es una gente de mediana estatura, de cuerpos y gestos bien proporcionada, excepto que en cada provincia se diferencian ellos mismos los gestos, unos horadándose las orejas y poniéndose en ellas muy grandes y feas cosas, y otros horadándose las ternillas de las narices hasta la boca y poniéndose en ellas una ruedas de piedras muy grandes que parecen espejos, y otros se horadan los bezos de la parte de abajo hasta los dientes, y cuelgan de ellos unas grandes ruedas de piedra o de oro tan pesadas que les hacen traer los bezos caídos y parecen disformes. Estudio los seres que piensan o razonan como aquellos que vienen a conquistar, estudia la morfología tanto como la geografía que les rodea. Recordemos que el estudio y dibujo de mapas —por ejemplo—, hace que el Imperio Español sea uno de los más sabios en este terreno en aquellos años; lo que le gana ventaja ante posibles enemigos en América o Europa cuando de guerras de conquista se trata.

Plenos del realismo mágico, que no inventan Juan Rulfo o Gabriel García Márquez sino las culturas indígenas, que en Mesoamérica —en su núcleo— se dan el lujo de hablar más de 54 lenguas diferentes. Esas lenguas son las que hipnotizan al padre Ángel María Garibay, y le hacen uno de los sabios más admirables en el siglo XX, al grado que es difícil encontrar personajes tan sapientísimos como él…. ¿Quizá el regiomontano Alfonso Reyes o el mexiquense Horacio Zúñiga? El libro compilado por Felipe Garrido es una joya de letras y bella literatura, dice Fray Bartolomé: Acordamos con buen concierto de ir muy sobre aviso, y lleváronos a unas casas muy grandes, que eran adoratorios de sus ídolos y estaban muy bien labradas de cal y canto, y tenían figurados en unas paredes muchos bultos de serpientes y culebras y otras pinturas de ídolos, y alrededor  de uno como altar, lleno de gotas de sangre muy fresca; y a otra parte de los ídolos tenían unas señales como a manera de cruces, pintados de otros bultos de indios; de todo lo cual nos admiramos, como cosa nunca vista ni oída.

Inacabable el sendero de cronistas en la vida humana, de él se van formando historiadores y aquellos que aspiran a ser filólogos o lingüistas, que descubren o redescubren lo que a veces se da por hecho, sin entender el verdadero mensaje. En ese sendero es que el padre Garibay encuentra su camino, ya provisto de los medios que su religión le dio en la disciplina del estudio de las cosas, con la objetividad del científico que va más allá del puro hecho ideológico: de este material se hace el verdadero cronista, por eso es invaluable su presencia en cualquier parte de la tierra, y en cualquier cultura que desea saber lo que sucede al contar las cosas de los hombres y las mujeres. La lectura de sus investigaciones nos obliga a ser contemporáneos de su cultura que vive más allá de su vida física.