+Cuando una hija se va, a nueve años de distancia; comentarios por el ex gobernador Ignacio Pichardo Pagaza
La frase:
Cuando uno pierde al esposo o esposa, es viudo; cuando se pierde a la madre o al padre es huérfano, pero cuando se pierde a un hijo, es un dolor tan grande que…
NO TIENE NOMBRE
EL DETALLE: Luego de la publicación de la columna de este miércoles, el licenciado Ignacio Pichardo Lechuga escribió: don Guillermo Garduño, muy agradecidos con esta detallada reseña y los comentarios en memoria de Ignacio Pichardo Pagaza. La familia Pichardo Lechuga le enviamos un afectuoso saludo. Su trabajo como servidor público y aquellos que lo recuerdan es nuestra mayor herencia.
El ex rector Jorge Olvera García señaló que realizamos también el libro El guardián del valle un enorme trabajo que hizo don Nacho a favor del nevado de Toluca, la UAEMéx lo editó con gran ahínco y homenaje al ex gobernador.
Federico Víctor Borrath Segura escribió: En 1989 siendo gobernador del estado nos apoyó para realizar trasplantes de órganos con la ayuda y supervisión del doctor Rubén Argüero del doctor Héctor Davis Pérez siendo la Policlínica donde se llevó a cabo el primer trasplante de riñón. Mientras que Apolo Miranda dijo que Pichardo Pagaza es de los pocos gobernantes de los que se puede hablar bien, los demás ya sólo son buitres y oportunistas.
TIP: En el libro de los recuerdos para mi querida hija Claudia, fallecida en la madrugada del domingo, el buen amigo Lucio Ramírez Medina escribe: Claudia, compañera ejemplar en la redacción de El Diario, descansa en paz y disfruta de los partidos de tu querido Toluca desde el balcón de honor que a toda ley te has ganado en la Eternidad. Tiene toda la razón. Gracias a todos por sus muestras de solidaridad.
CLAUDIA, MI HIJA
Fue el día más largo de mi vida. Aunque hubo otros, cuatro especialmente. El día en que murió mi abuela –mujer sabia, de la que aprendí muchísimo, a pesar de que ella era analfabeta–. Fue un cariño distinto, el cariño de un infante por una persona recia, incansable, luchona.
El día en que murió mi padre, en que hubo un peregrinar, para poder sepultarlo, por la burocracia, misma que desgraciadamente, me volví a topar 37 años después, ahí estaba enquistada en el alma de la burocracia misma.
El día en que murió mi madre, quien me enseñó no sólo a tejer, sino a ser responsable, altamente competitivo, duro como la vida la trató a ella. Ese día, además del dolor tuve que afrontar muchas cosas más, pero también la solidaridad de los amigos que aún viven y de los que se nos adelantaron en el camino (gracias a todos ellos).
El día en que murió mi tía, la hermana de mi madre. Se fue poco a poco, un cariño de toda la vida. Un cariño en el que aprendí el amor por el cine, por la lucha libre (ella fue interventora de Gobernación), por la lectura de periódicos, por lo cual me hice periodista. Con ella aprendí a escribir a máquina, en ese entonces, las Remington estaban de moda. Y aprendí a escribir a gran velocidad, mucha velocidad, sin perder la idea de lo que iba a plasmar y sin faltas de ortografía, salvo las de dedazo.
Pero con Claudia Rossana, mi hija fue distinto.
Ella murió físicamente, a las 0:30 horas del domingo 15 de noviembre del 2009. Dos días después de mi cumpleaños. ¡Que cuelga de la vida!
En ese momento empezó el día más largo de mi vida. Más que la vida misma de Claudia, quien si bien vivió 41 años, ahora me parece un suspiro que duró muy poco.
Claudia (le puse así, porque el primer nombre de mi padre era Claudio) nació el 27 de abril de 1968, en pleno año olímpico. Fue una niña muy seria y responsable. Tan seria como mi madre, no en balde era su vivo retrato. Con ella, al igual que yo, aprendió a tejer. Las magníficas tardes que pasaron juntas, tejiendo con aquel hilo Tamm, o el de angora o el hilo crochet para ganchillo, o el punto de cruz, todo ello bañado con un cafecito, un chocolatito y los infaltables merengues o pastelillos.
Desde los 4 años se volvió fan de hueso colorado del Deportivo Toluca, de los Diablos Rojos y desde los ocho comenzó a escribir al igual que Mauricio, su hermano, sus primeras notas sobre el equipo. Siempre quiso ser periodista, pero no le permití estudiar esa carrera. El tiempo me dio la razón.
El Colegio Montessori, en donde se acrisola su riqueza espiritual y su devoción por la religión católica, tanto que a punto estuvo de ser monja. La secundaria 5, la que está anexa a la Normal Superior, la vio realizar sus estudios de secundaria, el Tec de Monterrey Campus Toluca y la Isidro Fabela su bachillerato. Cómo tuve que luchar contra esa idea de estudiar Comunicación. Le dije estudia cualquier carrera y al terminarla, si te decides por ejercer el periodismo, tendrás un bagaje cultural más amplio.
La Facultad de Derecho de la UAEM, fue testigo de sus estudios superiores. Se graduó con un excelente promedio. Presentó una tesis sobre la Fecundación in Vitro, que fue poco comprendida en ese momento, por el jurado de su examen recepcional. Y es que cómo no, era un tema de avanzada para su tiempo, apenas se daban los indicios de aprobación en España, una tesis innovadora, frente a un jurado con mentalidad retardataria.
Fue testigo del tercer campeonato del Toluca en la temporada 1974-75, ella siguió siendo fan del Toluca durante los 23 años en que no hubo más allá de un título de copa.
El entonces rector, Marco Antonio Morales, le dio su primera oportunidad de trabajo, en Difusión Cultural de la UAEM. Allí conoció a muchos amigos, pero a dos que con ella estuvieron hasta el último momento, Virginia Aguirre y José Luis Cardona Estrada. Pepe Contreras fue otro de sus grandes amigos. La Revista La Colmena, su gran oportunidad como periodista. No se le iba una en cuanto a sintaxis y ortografía.
No en balde fue la correctora junto con mi hermano Ricardo, de los cuatro libros que he realizado de la Historia del Deportivo Toluca.
Entre La Extra de El Sol, El Sol de Toluca y El Diario, había satisfecho el gusanito del periodismo (no me equivoqué) y decidió probar en el ámbito judicial. Participó con otros 700 jóvenes en busca de una oportunidad para integrar el primer juzgado especializado en materia de amparo, que en aquel entonces se instauró en el edificio ubicado en Instituto Literario y Allende. Obtuvo por méritos propios, el primer lugar.
Ahí conoció al entonces primer juez de esa nueva entidad jurídica, Javier Cardoso, de quien fue su secretaria proyectista. Para entonces ya estaba casada. Contrajo nupcias muy ilusionada con Javier García Molina, abogado. Quizá murió muy decepcionada de su matrimonio, del que tuvo sólo un hijo, Francisco Javier, un niño muy querido en la familia y que supo mantenerse estoico ante la pérdida de su mamá.
Cardoso fue ascendido a magistrado, pero de un tribunal en Tijuana. Hasta allá fue Claudia con hijo y marido y la inseparable Lulú Gómez, que ahí estuvo, en la despedida a Claudia en el Mausoleo Toluca.
Era una mujer con suerte. Jugaba Melate y Raspadito, producto de varios premios fue que pudo comprar su primera casa. Regresó a Toluca y si bien disfrutó de los seis últimos títulos que ha ganado el Toluca, también le tocó vivir épocas de dureza en cuanto a su trabajo y su matrimonio.
Pudo disfrutar a su hijo, cuando decidió dejar el trabajo. Después se vio afectada por una pancreatitis de la cual salió. El pasado 31 de diciembre le fue detectado cáncer en el esófago y el estómago. Luchamos a brazo partido contra la terrible enfermedad. Finalmente, la enfermedad nos ganó. Nos ganó a pesar de la ayuda de amigos como Enrique Peña Nieto y de Humberto Benítez Treviño. A ambos, seguramente Dios les recompensará ampliamente.

No hubiese querido llegar a ver su muerte, pero tampoco quería ver su sufrimiento. Dios sabe por qué lo hace. Dios sabe por qué se saltó esa supuesta cadena de lógica en la que debí morir primero yo y después ella.
En su funeral, la presencia, física y telefónica de los amigos, Enrique Peña Nieto, en ese entonces gobernador, quien iba con destino a Veracruz al informe de Fidel Herrera, cuando se enteró; de Humberto Benítez Treviño (gracias por todo, por ese enorme esfuerzo que hiciste, gracias amigo), de Héctor Velasco Monroy, de Ernesto Nemer Álvarez, un gran amigo de siempre y de su esposa Carolina Monroy, de la presidenta municipal de Toluca, María Elena Barrera Tapia, quien participó con mucha devoción en uno de los rosarios por el alma de mi hija, de la inigualable amiga Ana Lilia Herrera, presidenta municipal de Metepec, al rector Eduardo Gasca Pliego, al ex rector y actual director del Instituto Mexiquense de Cultura, Agustín Gasca; del diputado Fernando Zamora Morales, del ingeniero Alberto Curi Naime, del profesor Roberto Sánchez Pompa, del ahora magistrado Fernando Díaz Juárez.
También quiero agradecer a los buenos amigos David López Gutiérrez, Leticia Mena, Alejandro Maldonado, Ricardo Aguilar Castillo, Rosita Molina, Melody Huitrón, Diana Ayala, Hugo Miranda Sánchez, Miguel Ángel Fuentes, Sandra América Rodríguez, Juan José García de Haro, Juan Portilla, Pastor Tapia, Haroldo Sánchez, Teresa González Corona y a tantas y tantas personas que hicieron acto de presencia.
También quiero hacer mención del licenciado Valentín Diez Morodo, de los directivos encabezados por Fernando Corona Alvarez, del cuerpo técnico que encabezaba José Manuel de la Torre y de los jugadores que integraron en ese momento el plantel, encabezados por su capitán Antonio Naelson Sinha por ese invaluable aporte que le dieron a mi hija al sacar una manta públicamente en el juego ante Pumas, el domingo 9 de agosto en que vencieron al equipo universitario por 3-0 y dieron un impulso de vida a mi hija, de ánimo, de ganas de vivir. Todavía alcanzó a ver y disfrutar del juego del sábado, en que le ganaron al Puebla.
Mención especial merecen don Tomás Ramírez y su esposa Rosita, así como su hija Leticia Ramírez y su esposo el doctor Chafi Yarmuch. A los sacerdotes, Alfonso Canchola, quien ofició misa y además recordó la vida de Claudia y su bondad para con la iglesia y con él en forma especial, al sacerdote Diego Millán Peñas, español nacido en Andalucía y al padre Jorge Rosas Suárez, quien auxiliado por tres personas, hicieron de las exequias en memoria de mi hija un recuerdo imborrable, por su contenido, por sus palabras y por lo sentido del oficio. Las lecturas de Virginia Aguirre, son sensacionales. A todos ellos, gracias, que Dios los colme de bendiciones.
Y a ti Claudia, gracias por ese regalo de vida y ese retoño que nos dejas. Descansa en paz y ahora, podrás tejer en el cielo, junto con mi abuela, mi madre y mi tía.
El día más largo de mi vida, había terminado, por desgracia, la vida de mi hija, también.
Hoy, Francisco, su hijo, ya terminó su carrera y la recuerda con mucho cariño.