De recados entre amigos
Bien dice Serge I. Zaïtzeff que de la obra epistolar de don Alfonso Reyes se podría hacer otra extensa publicación de lo escrito por él, tanto, como sus obras en poesía, ensayo, cuento y obra periodística. Es un gigante de las letras Iberoamericanas: como lo señalara Jorge Luis Borges, al hablar de quien fue su maestro para mejorar la obra del argentino. En otra investigación Serge sobre la obra epistolar de Reyes, nos recuerda esa cualidad de que jamás olvidaba a sus amigos nuestro querido Alfonso El Sabio. El libro publicado por El Colegio Nacional se titula Recados entre Alfonso Reyes y Antonio Castro Leal publicado en el año de 1987. En la introducción Serge I. Zaïtzeff, dice: Si los veintiún volúmenes de las Obras completas (que todavía no lo son) de Alfonso Reyes representan ya un momento impresionante de su capacidad de trabajo, no deja de ser igualmente asombrosa la cantidad de cartas que pudo escribir a sus amigos escritores. De hecho, este material epistolar —en gran parte inédito— podría formar fácilmente otra serie nutrida de tomos. Fue Reyes un apasionado devoto del género epistolar como lo atestiguan sus relaciones a lo largo de su vida con numerosos escritores tanto latinoamericanos como españoles y franceses. En particular supo mantener estrechos vínculos con sus compañeros de generación, es decir con ateneístas como Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos, Antonio Caso, Martín Luis Guzmán, Julio Torri y Mariano Silva y Aceves entre otros.
Antes de morir Alfonso Reyes ya pertenece a un Olimpo, cosa que muy pocos mortales tienen la posibilidad de vivir en vida. Un Olimpo roto por los avatares de la vida, entre otros los dolorosos de la revolución de 1910 y la muerte trágica de su padre Bernardo Reyes en su ataque a palacio nacional el 9 febrero de 1913. Alfonso Reyes no abandonó ese Olimpo, lo cuidó como a la niña de sus ojos a través de la obra epistolar, aunque le separara el océano Atlántico, él supo cuidar sus preciosas amistades escribiendo largas cartas o recados como sucede en este libro, del cual Serge dice: En compañía de éstos, Reyes encontró su vocación y no los olvidaría nunca a pesar de la distancia que los separaría durante muchos años. Si bien es cierto que esas amistades figuraban entre las más preciadas de Reyes, es de notar que tampoco desdeñó el trato amistoso con los “jóvenes” que integrarían las nuevas generaciones literarias. El ejemplo del poeta de Acaponeta, Nayarit, Alí Chumacero es de recordar aquí, pues pocos hombres de gran cultura y escritores fueron capaces de convivir no sólo con literatos, sino con todo otro tipo de amistades que no necesariamente eran glorias en las letras o en la academia. Chumacero fue capaz de convivir con propio y extraños, con Octavio Paz y con el vecino de enfrente, que le daba enseñanza sobre lo que es lo humano en serio, y no como conocimiento derivado de los altos estudios en universidades extranjeras o facciosos olimpos plagados de envidias y celos.
Vemos que Alfonso Reyes fue un hombre abierto a las ventanas de su tiempo. Dice Serge: Tal es el caso de Antonio Castro Leal —siete años menos que Reyes— quien perteneció a la generación de 1915 aunque se formó junto con los ateneístas y sobre todo bajo la dirección de Pedro Henríquez Ureña. Al maestro dominicano debe su iniciación a las letras inglesas y su gusto por la investigación erudita. A través de Henríquez Ureña el adolescente Castro Leal allá por 1911 conoció al autor de Cuestiones Estéticas quien —según el propio Castro Leal— “era un querubín, que escribía en prosa y en verso, y que, más que leer, adivinaba a los griegos, a Góngora, a Óscar Wilde”. Y agrega: Poco gozamos su encantadora compañía porque […] se marchó a París. El mundo de la literatura va más allá de géneros que conocemos y catalogamos como su excepcional campo: poesía, cuento y relato, ensayo, dramaturgia, narración y nada más. Hoy sabemos que este campo de las letras es más extenso que sólo eso: lo que escribió Alfonso Reyes en el género de la epístola muy pocos escritores latinoamericanos pueden superar. En este terreno el estudio como lo escribe Serge, nos hace recordar que la heredera de la Capilla Alfonsina —la que me dijera que muy pocos presidentes de la República se atrevieron a visitar—. Lo que es una vergüenza, pues señala del poco interés por quien nos dignificó en Europa y América: nuestro Sabio, Alfonso Reyes.
La Capilla Alfonsina y todo lo que rodea a Sor Juana Inés de la Cruz, son prueba de que en México ha habido gigantes de las letras universales. En el caso de la Capilla en estos años mucho de su cuidado y promoción se debió a Alicia Reyes, la que dirigió durante muchos años, y recientemente fallecida. Ella puso todo el cuidado por promover el conocimiento de nuestro maestro de las letras. Su alejamiento de la Capilla para ir a radicar con sus familiares a París y su pronta muerte nos deja un hueco imposible de ocupar. La correspondencia de Reyes con Castro Leal es un prodigio de literatura por todos lados. Así se hable de política, educación y academia o de las cosas cotidianas. Esto sólo nos lo enseña la literatura epistolar. Por eso, como en El Quijote de la Mancha, el recuerdo de la primera carta en Helena Paz Garro al filósofo Ernest Jünger o las primeras letras de Antonio Castro leal para Alfonso Reyes están en la historia de nuestras letras y tiene fecha de México, octubre 31, 1915: Querido Alfonso: recibimos su tarjeta, gracias. Me alegro mucho de que ya viva Ud. En un país insustituible, este está obscurecido por el humo de la mariguana. Le mando La llaga ha sido un éxito económico, se ha vendido demasiado (300 ejemplares primero y luego 3 o 4 diarios) con todo y que vale $2.50. ¿Va Ud. A hablar de ella en la Revista de América Nosotros creemos que Gamboa no lo meceré, pero quizá todo dependa de su prestigio en Europa. Amistad epistolar que de 1913 y hasta el 29 de julio de 1959 se mantiene viva: Sr. D. Alfonso Reyes, Pte. / Muy admirado y querido Alfonso: Recibí oportunamente su Parentelia, que mucho agradezco y cuyo texto, caso completo había leído ya en la Revista Universidad. Achaque usted a mil trabajos distintos y todos apremiantes el que hubiera dejado pasar tanto tiempo sin acusarle recibo y agradecerle su envío. Tan pronto como me deje el quehacer pasaré a darle un abrazo. Muy afectuosamente. Se cierra el círculo de la vida en una amistad de admiración del alumno que se convierte en un maestro que hoy admiramos por la obra hecha. Obra que pudo constatar Alfonso Reyes al darle palabras de admiración por su trabajo del investigador acucioso que fue Castro Leal. Recados iban y venían en esta correspondencia que es oro para el estudio de nuestras letras más queridas, cito el de fecha 12 de junio de 1941: Sr. D. Antonio Castro Leal / Amsterdam, 202. CIUDAD. Querido Antonio: Supongo que usted recuerda a Alone, de Chile. Tiene un libro inédito, biografía novelada de D. Andrés Bello. Me ha mandado un capítulo de seis cuartillas. ¿Le interesaría a usted para su Revista? Un abrazo, Alfonso Reyes.
Para quien desee dedicarse a la vocación de la literatura, el leer este libro le puede servir para comprender una primera y obligada lección. Si quieres vivir con pasión el mundo de las letras, dedícate a ellas todos los días, si es necesario las 24 horas diarias de tu vida. Los recados y cartas entre Reyes y Castro Leal hablan de dos apasionados por todo aquello que navega en un universo que ha sido, entre lo más maravilloso, que ha creado el hombre y la mujer aquí en la Tierra. Cito el de fecha 27 de dic. 1949. Querido Alfonso: Yo estoy de paso en la Unesco y no me agradaría perder lo del Colegio Nacional, que, aunque es poco, será la base de mi presupuesto para cuando regrese y no trabaje ya ocho o diez horas diarias en un puesto en el Gobierno. Deseo consagrarme unos cuantos años totalmente a tareas literarias y para ello me será indispensable la mesada del Colegio. Muy afectuosamente / Antonio. Alfonso Reyes, siempre atento para ayudar con su apoyo y autoridad moral, intelectual, académica y humanista a quienes tanto le quisieron. Leer su vida y sus escritos, son lección en estos tiempos de individualismo enfermizo que nos destruye junto con el país.