Desde algún rincón de la Selva Lacandona: danza, improvisación y marimba
Chiapas es un sitio de inspiración que llega a lo espiritual, no sólo por su grandiosa fauna, vegetación y sus paisajes naturales, sino también por su cultura, su gastronomía, su diversidad, esto es, por un estilo de vida de cientos de personas que habitan en uno de los lugares más recónditos del país: La Selva Lacandona. Es sin duda, un enorme rincón donde se alberga en la distancia costumbres, historias de vida y música; melodías que van más allá del tiempo, generadas a través de las anécdotas de quien las canta, pero sobre todo de quien las vive, y ponen al desnudo un pedazo de historia que prevalece gracias a la narrativa popular que en forma de canciones, corridos, que a través de la tradicional oral nos regalan una parte de aquellos sucesos que la historia moderna ha olvidado, y, sin embargo, están presentes y laten con gran potencia en la memoria de aquellos que se esfuerzan por salvar la voz de sus comunidades.
Ahora bien, por lo general, los sonidos musicales que se escuchan en Chiapas son de tipo mestizo, sin perder lo autóctono de muchos pueblos donde no se deja de escuchar lo aborigen y tradicional en donde conservan trazos de gran pureza en su ejecución, que parte siempre de principios religiosos Esto es, se escuchan pocas melodías indígenas puras que sean usadas en fiestas profanas. Hay que señalar que, hay distintas causas que han influido en el mestizaje musical, dos de ellos son de suma importancia, el radio y las carreteras. Por ejemplo, es interesante si observamos que en pueblos cercanos a la carretera que va de Arriaga a Tuxtla Gutiérrez, como Ocozocuautla, y aun en la misma ciudad de Tuxtla Gutiérrez, en su región zoque, es donde más se oye música tradicional en instrumentos aborígenes de viento y de percusión como el pito de carrizo y tambor. Sin embargo, en pueblos más alejados de las vías de comunicación, el caso de Zinacantán, Chamula, Tenejapa, Larrainzar, San Felipe Ecatepec, lztapa -tzotzil-, Venustiano Carranza -totik-zotzil-, es curioso que sobresalen los grupos de músicos de cuerda, con marcada influencia europea antigua y moderna, tanto en la organografía, como se observa en Chamula donde el conjunto de cuerda es reforzado por un acordeón moderno. Por ejemplo, en Tenejapa y Venustiano Carranza, el grupo de viento y percusión lo es por una trompeta de metal sin llaves; así como en la melodía, armonía y ritmo.
Sin embargo, en Zinacantán, en algunas ceremonias religiosas específicas, se hacen presentes instrumentos aborígenes, inclusive tocan también pito de carrizo, teponaztli y carapacho de tortuga, esto implica sin duda una contundente muestra de autoctonismo musical. Por otra parte en Chiapa de Corzo hay también grupos musicales de viento y de percusión que actúan en las fiestas religiosas, por ejemplo, en las fiestas de la Santa Cruz, acompañando percusiones nos podemos deleitar con la danza Tuxtleca, a quien acompaña un tamborilero; el músico de la danza El Torito, que es tocado con una flauta de carrizo, es acompañada por una percusión y cuando el patrón de los danzantes canta las alabanzas, son coreadas por un puñado de bailarines que gritan ju-juy. Entonces toca la guitarra sin acompañamiento de tambor. Como el patrón es el guía de los danzantes, será quien se encargue de cantar las alabanzas con la máscara puesta y aun cuando por efecto producido por tratarse de una máscara hueca, se vuelve casi inentendible la letra, se puede oir que antes de cantar, el patrón dice: ¡Viva el Rey de los Cielos, ¡Viva el Señor de Esquipula!, «¡Viva el Santísimo Sacramento del Altar!, ¡Vamos a bailar señores, ante el altar de María!.. a lo que los danzantes responden a cada una de estas exclamaciones con demasiado entusiasmo ¡Vamos!
Otra de las aventuras musicales del mágico rincón al que nos hemos tratado es la marimba y la improvisación que ha hecho de este instrumento un elemento de creación importante. De acuerdo con entrevistas que los especialistas de la región han hecho a los músicos más viejos, podemos tener un acercamiento en el sentido de que ya se improvisaba en los sones y zapateados que se ejecutaban desde la iniciación musical con la marimba diatónica. De acuerdo con Rufo Tovilla, su abuelo tocaba la marimba en la zona de Copainalá, y en los sones, en los zapateados, echaba solos, y te estoy hablando de 1940. ¿Dónde aprendió? ¡Él lo improvisó! […] La gente lo criticaba porque tardaba mucho y no se daban cuenta en su ignorancia que adornaba la canción con sus solos. Así es que en las fiestas tradicionales con la marimba ejecutaba toda clase de sones y zapateados por horas y horas, lo que probablemente los obligaba a tratar de alargar las piezas e introducir pequeñas variaciones en las reinterpretaciones, facilitándose así el desarrollo de la improvisación y de la destreza. Tovilla, es un singular ejemplo de la capacidad musical nata de los marimbistas chiapanecos, ya que su iniciación artística se dio de manera espontánea, siendo apenas un niño de nueve años, al rasgar, a manera de juego, los dientes de un serrucho con una varita de madera cuyo sonido le pareció especialmente melodioso, por lo que intentó producir alguna pieza musical que una vez escuchó. Asombró tanto, que por su eficiencia al tocarla, su abuelo le construyó una pequeña marimba de un solo teclado, con apenas unas cuantas teclas, que al principio fue suficiente para su nieto, pero más tarde no le alcanzó para interpretar las complejas melodías que revoloteaban en su mente.
Ahora bien, en este tema de este peculiar instrumento hay que decir que después de la inclusión de nuevos géneros al repertorio marimbístico se observó un esfuerzo de adaptación al instrumento tanto en las secciones de acompañamiento como en la distribución melódica o de las voces entre los diferentes integrantes de la marimba, así como en la instrumentación adicional. La adaptación del repertorio, principalmente de las bandas, conduce probablemente a la creación de la marimba cromática, y con ella a la experimentación con otros géneros musicales como bien lo señaló Arrivillaga. Sin duda, continuó una evolución en la que se buscó que las versiones en marimba fueran lo más cercanas posible a las versiones originales. Esto motivó la incorporación de una segunda marimba, esto implicó pasar de los conocidos cuartetos a tener seis o siete marimbistas.
Sin embargo al parecer fue una transición natural, aunque en Chiapas el hecho de que la segunda marimba, la llamada requinta, se incluyera en el ensamble en 1916 se ha destacado como un acontecimiento histórico cuya invención se atribuye a Francisco Santiago Borraz. Tanto los grupos de marimba del Istmo como los de las ciudades de Chiapas, añaden al conjunto instrumentos de viento, como saxofones y trompetas, de cuerda, como el contrabajo y de percusión combinada, la batería así como palos sonadores, sonajas maracas, o güiro Usando estos instrumentos especialmente para la música moderna de baile. En los pueblos chiapanecos más alejados de las vías de comunicación, la marimba se ha mantenido sola, y si acaso, en alguno se añade al grupo musical otro músico que toca indistintamente la clave o las maracas. Así pues, se pueden escuchar las marimbas en Tuxtla Gutiérrez. Chiapa de Corzo. San Cristóbal de las Casas, Comitán. Villa Las Rosas. Socoltenango. Venustiano Carranza así como en las Colonias Agrícolas Vicente Guerrero y Flores Magón. La música que se toca con marimba es, por lo general, de baile, pero algunos compositores han captado los sones chiapanecos y se han hecho arreglos, especialmente de los sones llamados Rascapetate.