DESDE LA PARROQUIA DE DON RAFA

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Recientemente falleció un icono y referente del periodismo en el Estado de México, Don Rafael Vilchiz Gil de Arévalo. Fue el pasado 17 de enero, a los 86 años de edad, cuando después de desayunar, terminó sus días tranquilamente en los brazos de su inseparable pareja Irma Alonso con quien próximamente cumplirían 60 años de casados.

Nacido en la ciudad de Toluca, en una vecindad por los rumbos de la alameda en donde hoy en día se ubica la churrería La Gloria, fue el segundo de una familia de seis hermanos. Quedó huérfano de padre a los siete años de edad, lo que lo orilló a irse a vivir con unas tías a la CDMX, para empezar a labrar su destino.

Procrearon dos hijos, Rafael y Gerson, que le dieron dos nietas que fueron su máxima alegría. La educación de sus hijos la fundó en valores como la rectitud y el agradecimiento, pero nunca dejó de recomendarles que fueran felices, como lo sentenciaba Albert Camus: La felicidad es la mayor de las conquistas, la que hacemos contra el destino que se nos impone.

Fue un hombre de familia, de trato amable pero circunspecto, disfrutaba ir los domingos acompañado de su esposa, al mercado de Capultitlán a comprar chicharrón y los famosos tlacoyos. Su hobbie era el repujado y leer diariamente todas las columnas políticas de los diarios nacionales. Su guiso favorito era el adobo preparado por su esposa, gozaba la vida en familia en su casa del barrio de la Merced de esta ciudad de Toluca. Éramos vecinos del mismo barrio y no pocas veces me lo topaba ayudándole a su esposa con la bolsa de los víveres recién adquiridos en el Mercado Morelos o en la tienda la proveedora de la familia Medina.

Pero si algo disfrutaba, era su café en el antiguo hotel San Carlos, rodeado de sus amigos: Don Leopoldo Velasco Mercado, Felix García García, el pintor y muralista Leopoldo Flores, Gerardo Fuentes, el famoso Monky, Marco Antonio Morales y René Santín.

Las rotativas y el olor a las tintas lo sedujeron por más de 60 años, empezando desde los puestos más modestos, hasta llegar a ser el Director General del famoso Sol de Toluca. Por décadas, este periódico siempre estaba en las mesas de los hogares toluqueños, de las oficinas gubernamentales y de las empresas privadas.

Cuando uno caminaba por los Portales de Toluca, era clásico escuchar en los puestos de Serapio Muciño la pregunta: ¿Ya salió el sol? Su maestro del oficio de reportero fue David Alvarado Guerrero. Si bien el Sol, sólo se distribuía en el valle de Toluca,  tuvo penetración estatal, cuando aparecía en las columnas del Fofoy, que fue uno de sus seudónimos, algún jalón de orejas para los alcaldes de los municipios conurbados.

Siempre reconoció que el mejor alcalde de Toluca había sido Emilio Chuayffet, pero también siempre le tuvo especial afecto y reconocimiento a Martha Hilda González Calderón.

Se fue la Wikipedia de la política mexiquense de los últimos 60 años. Desde Gustavo Baz hasta Alfredo del Mazo Maza, siempre fue un implacable observador y analista político del acontecer estatal. Era de los pocos periodistas críticos incluidos en la lista de la Presidencia de la República desde la época de Carlos Salinas de Gortari.

Su aguda capacidad de observación y olfato desarrollado para encontrar la médula de las noticias, lo consagró como un analista político sin par y un periodista muy respetado y respetable.

Su libro de cabecera fue El Príncipe de Maquiavelo, que al menos lo leyó medio centenar de ocasiones y en distintas épocas. La enciclopedia Espasa-Calpe. Como el Frater A. Morales, sermoneaba a sus feligreses desde el púlpito, sin despegar los pies de la tierra.

Su éxito radicó en que supo guardarse de las tentaciones mundanas, siendo muy cuidadoso en su vida social, supo ser amigo, pero celoso de su profesión del periodismo, nunca subordinó sus intereses personales a sus convicciones.

Ello no le impidió estrechar lazos de amistad con varios políticos de corte estatal y nacional, como Arturo Montiel y Enrique Peña Nieto. Por cierto, por allá en la década de los ochentas, hizo posible la circulación por poco más de un año de el Sol de Atlacomulco. También experimentó lanzando sin mayor éxito, el Sol del Estado de México.

Conocedor como pocos de la política, disfrutaba su labor periodística a las que le dedicaba casi 20 horas al día. Dormía de 5:00 am a 9:00 am, seguramente por ello, Mario Vazquez Raña le reconoció siempre su entrega a la causa, nombrándolo el único subdirector a nivel nacional de 1977 a 1992 y de ahí paso a ocupar la dirección del diario de mayor circulación en Toluca hasta el año de 2011. Siguió mandando sus colaboraciones al periódico hasta el año de 2018.

Don Rafa como cariñosamente le llamábamos sus amigos, fue un maestro de varias generaciones de periodistas, pero alguien a quien siempre reconoció como uno de sus pupilos más destacados fue a Esteban Rivera Rivera.

 

Seguramente coincidirá usted conmigo amable lector, que la labor de Don Rafa debiera ser recordada inaugurando un recinto dedicado al periodismo en Toluca. Descanse en Paz.