Día de Muertos: El puente entre dos mundos
Hoy inicio mi viaje, con equipaje ligero,
sin espacio, sin tiempo, sólo seré polvo
de estrellas, en alas del universo.
En el corazón de México, cuando los vientos de noviembre soplan
suave sobre los campos de cempasúchil, se abre el umbral entre
los vivos y los muertos. No es tristeza lo que nos convoca, sino un
canto antiguo que viaja desde el maíz y el fuego: Una celebración
de la memoria y la continuidad.
Desde tiempos ancestrales, nuestros pueblos comprendieron que
la muerte no era un final, sino una transformación. Los mexicas
hablaban del Mictlán , el reino subterráneo donde las almas
emprendían un largo viaje, guiadas por el espíritu de un perro,
hacia la morada eterna. En ese tránsito, el alma no se perdía,
regresaba cada año, con el perfume del copal y el resplandor del
cempasúchil marcando el camino.
El Día de Muertos es un pacto entre el tiempo y el alma. El altar,
esa mesa sagrada se viste con los colores del ciclo vital:
El amarillo del cempasúchil, sol que guía.
El morado duelo y transformación.
El blanco pureza de espíritu.
El negro de la noche que da reposo.
Sobre el altar reposan ofrendas de pan, sal, frutas, agua y
retratos que nos miran desde otro plano.
Cada elemento es símbolo y palabra:
El pan de muerto recuerda el cuerpo que se transforma;
El agua calma la sed del viajero
El fuego de las velas abre sendas en la oscuridad y,
El aroma del copal purifica el aire para el reencuentro.
Pero más allá del altar, lo que perdura es el acto de recordar,
nombrar a quienes se fueron es recordar su espíritu vivo,
porque en México, la muerte no borra, renueva, cada risa,
cada canción, cada plato preparado con amor, es una forma
de decir: sigue aquí, en nuestra mesa, en nuestra voz.
Así en la noche del 1 y 2 de noviembre, el país entero se
convierte en un vasto altar. Las velas titilan como estrellas
terrenales, el incienso danza en espirales, y los vivos nos
transformamos en guardianes de la memoria.
El día de muertos no es un adiós, es un regreso.
un reencuentro sagrado, donde la vida abraza a la muerte
y juntas, bajo el mismo cielo, celebran su eternidad.
******************
TIEMPO
Tiempo de llorar en soledad,
de pensar y olvidar,
de recorrer los caminos
que alguna vez nos dieron
alas, para seguir adelante.
Tiempo de aceptar lo que
nos duele y dejarlo en libertad.
Aceptar lo que vivimos y amar
los sueños cerrando los ojos
para guardarlos en la infinita
inmensidad de los cielos.
Tiempo de llorar en soledad
y romper los muros
para abrazar el tiempo
que nos miró pasar.
Laura
 
										
					