Economía 2026: Manual de Supervivencia para Optimistas, Negacionistas y Maquilladores de Cifras
“En México la economía no despega en 2026, pero no importa, hay Mundial y eso tapa cualquier déficit.”
- Contreras en Tik Tok
POCA ECONOMÍA Y MUCHO DISCURSO HUECO: Si algo caracterizará al arranque económico de 2026 es la normalización de lo anormal. El mundo no está en crisis abierta, pero tampoco en recuperación sólida. Vivimos una economía global que avanza con pasos cortos, respiración asistida y una narrativa optimista que intenta convencernos de que “todo va mejor de lo que parece”.
Los organismos internacionales hablarán -una vez más- de crecimiento moderado, inflación controlada y resiliencia económica, términos que se han convertido en el equivalente técnico de decir “no estamos tan mal, solo cansados”. Las tasas de interés siguen altas para contener precios, pero lo que realmente contienen es el consumo, la inversión productiva y el humor social. Es como cambiar de cama al enfermo para que se cure, en lugar de cambiarle el medicamento.
A esto se suma una geopolítica permanentemente inflamable, conflictos que no terminan, sanciones que se reciclan y cadenas de suministro que funcionan… hasta que dejan de hacerlo. El comercio mundial crece poco, la productividad avanza lento y la tecnología -especialmente la inteligencia artificial- promete más de lo que aún entrega en términos de bienestar general, pero genera miles de millones de dólares inflacionarios.
En este contexto, la economista Mariana Mazzucato ha insistido en que el gran problema no es solo cuánto crecen las economías, sino para qué crecen y quién captura ese crecimiento. Su crítica es clara y la compartimos, hemos aprendido a estabilizar indicadores, pero no a orientar el desarrollo hacia objetivos sociales reales. El resultado es una economía aparentemente sana, pero socialmente exhausta, y eso, querido lector, lo pagamos todos.
Concretamente, la economía mundial no está enferma, solo vive medicada -con la medicina equivocada, populista o no- y bajo observación permanente, que no tratamiento.
MÉXICO 2026: México llega a 2026 con una narrativa conocida, fundamentos macroeconómicos estables, inflación “bajo control”, tipo de cambio relativamente fuerte y finanzas públicas que, en papel, no alarman. El problema es que la vida cotidiana no se parece demasiado a los boletines oficiales.
El crecimiento económico se reporta como “razonable”, aunque insuficiente para absorber empleo de calidad. La inflación baja en promedio, pero los precios de los alimentos, servicios y vivienda siguen presionando a los hogares. El salario mínimo sube, sí, pero el costo de vivir también, y con mayor ritmo (¿ya fue usted al súper esta prenavideña semana?).
La inversión privada avanza con cautela extrema. El famoso “nearshoring” aparece con frecuencia en discursos, presentaciones y conferencias, pero se enfrenta a una realidad menos glamorosa: infraestructura limitada, incertidumbre regulatoria, energía cara y trámites que siguen siendo más lentos que la narrativa oficial. ¿Dónde quedó Tesla y su billón de dólares de inversión?, ¿Dónde está LITIOMEX y su nueva riqueza cuasi petrolera?
Aquí encaja bien la advertencia de Dani Rodrik, quien ha señalado que no basta con estar bien posicionados en el comercio internacional si no se construyen instituciones sólidas, reglas claras y capacidades productivas internas. Sin eso, la integración global genera expectativas… pero no prosperidad generalizada.
Así, México en 2026 no inicia en crisis, gracias al Tratado de Libre Comercio, tan neoliberal, tan globalizado, pero solo eso. Vive en una cómoda zona estadística, donde los números dicen una cosa y el bolsillo otra.
O, como podría resumirse sin rodeos, México no está mal… solo vive en una gráfica mejor que su realidad. Hasta “Santa Clauses” y Reyes Magos exigen espacios que les niegan para trabajar, porque no los emana el “sistema” (¿hay sistema?).
NARRATIVA CONTRA REALIDAD: Como ocurre en Venezuela, Cuba y Nicaragua, la falsa realidad es explicada por el Vocero Oficial de la Felicidad Económica, más preocupado porque no se llame huachicol fiscal al huachicol fiscal, que por ubicar a los autores del fraude del siglo. En 2026, la comunicación económica alcanzará su punto más creativo y tendencioso.
Todo problema tiene una narrativa alternativa y eufemismos dignos de premio Cervantes:
- Si el crecimiento es bajo, se llama “desaceleración responsable”.
- Si no hay empleo formal, se celebra el “emprendimiento forzado”.
- Si la deuda crece, es “apalancamiento estratégico”.
- Si el consumo cae, es “austeridad consciente del ciudadano”.
- Si la gente no entiende las cifras, el problema es que “no sabe interpretar gráficas”.
La economía, al igual que los últimos decenios, se presentará como un éxito permanente en preparación, un logro que siempre está por consolidarse “el próximo año”. Y si algo sale mal no falla el comodín, el contexto internacional, la herencia recibida o la incomprensión del público.
Mientras tanto, la gente sigue ajustando gastos, cambiando marcas, posponiendo decisiones y aprendiendo a vivir en modo “optimismo preventivo”, que en realidad es “pobreza inevitable”.
En Fin, 2026 será un gran año para la economía… siempre y cuando no se pregunte cuánto gana, cuánto paga ni cuánto le alcanza, y ya no digamos si México, en un mundo futbolero también inflado y vulgarizado, alcanza el famoso “quinto juego”, vengan las chelas aunque no haya medicamentos.
En fin, el verdadero reto de 2026 no será técnico, sino narrativo y político. Reconectar la economía con la experiencia real de las personas. Menos maquillaje, menos eufemismos y más honestidad sobre lo que funciona y lo que no, difícil, más no imposible. Al final, una economía puede sobrevivir con estadísticas creativas… pero no prospera con ciudadanos exhaustos y mal informados.
DE FONDO
El Banco de México (Banxico) bajó su tasa de referencia para estimular la economía, hacer el crédito más barato y así fomentar el consumo y la inversión, especialmente ante una desaceleración económica y en un esfuerzo porque la inflación disminuya. Busca reactivar la actividad productiva y alcanzar su meta de inflación del 3% (que, hemos insistido, no es real desde su fórmula neoliberal). En teoría, al bajar la tasa, el dinero es más accesible para bancos, empresas y consumidores, promoviendo el crecimiento y la generación de empleos. La verdad es que las tasas no frenan la inversión, la inseguridad jurídica que vivimos, sí.
DE FORMA
Hoy, las noticias económicas en México se centran en la estabilidad del peso mexicano por debajo de las 18 unidades por dólar, a pesar de movimientos globales como el alza de tasas de Japón; en la desaceleración del crecimiento del PIB, verdadero indicador de que vamos mal; con el INEGI anticipando una posible caída mensual en noviembre; y con debates sobre informalidad, la deuda y el futuro de la inversión en tecnología como Tesla. Mientras, la economía de EE.UU. muestra solidez con inflación cediendo. El discurso oficial soslaya todo esto y la gente no entiende lo que no se le explica.
El dólar está “barato” porque no se le demanda para hacer inversiones. Las remesas y la industria automotriz hacen que se acumulen como reservas, pero no hay demanda para generar núcleos productivos. Aunque esté barato, pocos lo compran. No es, en definitiva, porque el peso esté fuerte.
DEFORME
El SAT va por 5.8 billones de pesos de recaudación en 2026, cifra récord que, desafortunadamente, recae en los causantes cautivos, la población en la informalidad (57% de la PEA) ni suda ni se acongoja. Solo que los que pagan van a ganar menos y a pagar más, triste paradoja que, para el SAT, va a resolver la inteligencia artificial capturando pesos y centavos. A prepararse, pues. Mientras… ¡Feliz Navidad, querido lector!

