El club de la lucha
A pesar de que ya transcurrió un par de meses desde que las elecciones se llevaron a cabo, todavía seguimos viendo las consecuencias tan dispares que se tuvieron como resultado.
En algunos lados, la lucha interna entre los partidos ganadores se ha vuelto un ir y venir de comentarios, no tan afines unos, y otros, decididamente alejados de la concordancia que se debía tener con el resultado de la votación.
Sin embargo, y a pesar de que no se digiere la derrota, en Estados donde los resultados no fueron tan favorables, los contendientes y sus simpatizantes, más los últimos que los primeros, continúan con una diatriba derrotista insistiendo en que la derrota fue a causa de una manipulación de éstos, o la falta de civismo de todos aquellos que apenas tres años antes habían elevado al gobierno federal a un triunfo mayor del que se esperaba.
La diatriba, sin embargo, no reza ante la derrota sino ante el no triunfo, es decir, reclaman la poca solidaridad de quienes no fueron a votar (lo mismo sucedió en el referéndum hace unas semanas) y permitieron que los de siempre continuaran en el poder.
Es obvio pensar que el rescoldo de lo que pudo haber sido una reafirmación y no fue, les sigue llegando hasta el alma de sus ideologizadas mentes. Y que ante este panorama, el club de la lucha seguirá teniendo un buen número de contendientes dispuestos a partirse el rostro político con el fin de lograr, el año que entra, un triunfo más contundente en algo que se espera sea así.
Seguiremos informando.
Dos
En ese sentido de las diatribas, la cancillería mexicana sigue sin dar color sobre el caso de Jorge F. Hernández, el diplomático que, según dicen, tuvo la desfachatez de insultar a su jefa en una reunión no oficial de la que no se tienen evidencias reales de que haya sucedido.
Y siguen también aquellos que afirman que al escritor lo corrieron por comentar en un periódico que una personita muy amable e incapaz de hacer barbaridades, no dijo lo que dijo, ni expresó, de la manera en que se lee, lo que se lee.
Marx Arriaga tampoco ha salido a dar la cara por sus declaraciones, o escritos, por lo que su sentencia de que la lectura por ocio es un acto capitalista sigue teniendo la misma fuerza como argumento para el despido del diplomático.
Ante estos hechos consumados, y de los cuales seguramente nunca sabremos realmente lo qué sucedió, como solía suceder en los anteriores gobiernos, tendremos que seguir en la especulación infinita, hasta que el asunto termine por diluirse en el paso de los acontecimientos políticos que se vienen.