EL HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS

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Legendario es el recuerdo del llamado Hospital de San Juan de Dios, y por esa fama es que Rodolfo García cuenta al respecto de este tema: 1774. Diseminados en la Nueva España hay docenas de conventos-Hospitales de San Juan de Dios. Aquí en Toluca hay uno, anexo al templo de ese convento. Su prior es el P. Fr. Domingo José del Campo […]1869, Han pasado noventa y cinco años. México ya no es colonia de España; pero el hospital de San Juan de Dios existe todavía, lo que ha terminado ya es el convento. En aquel año se inauguraron dos salas para enfermos […] El hospital dependía entonces de la Dirección de beneficencia, y era el presidente de ella, el licenciado Manuel Alas. Por el informe rendido en la inauguración por este distinguido personaje, sabemos hoy que el hospital pasaba por una etapa precaria. Por consejo del Dr. Larrea, que era “socio de la dirección, hubo de acudirse a la ayuda pública. En efecto, el C. Larrea concibió él primero la idea de proporcionar estos recursos ocurriendo a la generosidad de algunos vecinos de Toluca: se dirigió con este objeto al apreciable español don Benito Sánchez, quien esta vez, como siempre que se trataba de beneficiar al hospital, se prestó gustoso a contribuir para la mejora de las enfermerías. El C. licenciado Martínez de la Concha, actual gobernador del Estado, se suscribió en seguida con el mismo objeto; después el honrado señor D. Ángel Sobrino remitió una buena cantidad; las hermanas de la caridad existentes en este hospital se proporcionaron otros recursos con el producto de algunas labores, destinadas también a la misma mejora.

Los Hospitales de la Beneficencia en la historia del país o la entidad, son expresión de carencias en todos sentidos y el recurrir a la opinión pública, es decir a la sociedad toda, sabiendo que sólo unos cuantos en aquellas épocas de penuria podían apoyar con recursos económicos para lograr sacar a la institución convocante de sus serios aprietos económicos. Lo sabemos porque en pleno siglo XXI, año del 2022, vemos la carencia de medicinas en el país sin apoyo no sólo de la beneficencia en general, sino sin la voluntad política del sector federal por dar los recursos suficientes a cubrir en medicinas, pago a profesionales de la salud y, en particular para cuidar los procesos administrativos en manos de profesionales de la salud y, no como sucede, en manos de aquellos que nada saben de la medicina, las enfermedades y sus recursos materiales y económicos. Es decir, todo un caos. Son ahora nuestra red de hospitales del sector público en sus distintas modalidades de gobierno.

Por aquél entonces, hace ciento cincuenta años a la fecha, si escribo de esa 1869, podemos imaginar las condiciones de aquel Hospital de San Juan de Dios que tuvo fama y se le nombra con frecuencia y mucho respeto por su labor en condiciones de pobreza. Escribe el cronista: No bastaron, sin embargo, los recursos agenciados para dar cima a la obra. Entonces el Gobierno del Estado aportó ochocientos pesos. Manifiesta Alas, en el informe, “su gratitud a todas las personas que han contribuido para mejorar la situación de los pobres enfermos” y da una lista de las personas donantes. Con novecientos pesos contribuyó don Benito Sánchez; con ochocientos el Gobernador del Estado, y con cien pesos don Ángel Sobrino. Otras gentes también cooperaron. Los donativos, en total, alcanzaron la suma de tres mil pesos. “Con estas cantidades —agrega el informe de Alas— se han construido las salas para los enfermos, con sus cañerías para el agua, la cocina nueva, los aposentos para distinguidos, una pequeña cocina para el servicio de las enfermeras; se compuso la sala de operaciones, y se compraron sobrecamas para las camas de las enfermeras”. 1869, un año que vio al país seguir en crisis gubernamental por la ambición, que aparece en la figura de aquél que pidió la “no reelección” de don Benito Juárez, y de cualquier otro presidente de la República ante el mando de Sebastián Lerdo de Tejada en esos años. Porfirio Díaz, hombre del destino impondrá su dictadura: aunque haya quienes —para endulzar las cosas—, dicen que sólo fue un régimen autoritario, pero no dictatorial. Toluca no era ajena al contexto nacional y, en ese devenir está, para fortuna de la entidad (reducida mucho por los territorios cedidos al nacer otras entidades en la federación que crea la Constitución de 1857), en el futuro cercano, la llegada de un gobernador a la entidad, en la última década del siglo XIX: General José Vicente Villada —ejemplar gobernador constructor—, que hará de Toluca ciudad progresista por su visión social: creación del Hospital General, la Correccional, la Casa Maternidad, el Asilo del Mendigo, el Tívoli para obreros, la Gota de Leche y seis años después el alumbrado público.

Regresemos al año de 1774, cuenta García Gutiérrez: Y allá va, hacia México, el buen Fr. Domingo del Campo. Lleva un voluminoso cartapacio con “el libro de hacienda, recibos y gastos, y los demás documentos que se le pidieron”. Minuciosos son los frailes encargados de revisar; pero más escrupuloso ha sido el prior en poner en orden sus informaciones, máxime cuando ha tenido la oportunidad de despacharse con la cuchara grande. Y ¡claro! Nada anormal se encuentra. Por el contrario, el templo y el convento-hospital navegan con viento favorable. En efecto, se descubre que la “iglesia está poblada de buenos y decentes retablos, tallados y dorados a excepción de uno que está en madera, en los cuales se veneran santas devotas y hermosas imágenes de escultura, a excepción de Nuestra Señora de la Soledad y nuestro Patrón San Juan de Dios, que son de vestir, cuyas ropas son costosas y de buen servicio para su decencia y adorno”.

Las etapas de la historia se pueden trastocar y, para mal el comportamiento del hombre o la mujer encuentran en algunos su inmoral actitud como lo escribe Rodolfo en algunas líneas de su crónica: es importante notar que la excepción a la regla que invoca la beneficencia a través de los años debe hacernos ver que fue en el mundo de la Iglesia donde se dio el espíritu de amor por aquellos que nada tienen. Que son los sacerdotes y frailes de la colonia los que aportan lo mejor del catolicismo en ejemplos de vida y creación de instituciones para el bien del indígena o el campesino en aquellos tiempos de gobierno español en nuestros territorios. Muestra de ello es el Hospital de San Juan de Dios, que tiene muestras de cuidado por los enfermos y de ahí le viene su leyenda, sobre todo en beneficio de los más pobres habitantes de Toluca y sus cercanías. Son pocos años para que el recordado Hospital de San Juan de Dios pase a ser otra institución muy diferente en sus actividades. En 1874, cuenta el cronista: El edificio del antiguo Hospital de San Juan de Dios se convierte en Tribunal Superior de Justicia. Sus archivos guardan preciosos documentos: legajos del primer juicio que se ventiló en Toluca; el acta de recepción de abogado de Ignacio Ramírez, el Nigromante”.

Los tiempos de modernización o de voluntad política hacen que un hospital salga del lugar que le albergó, para ser sustituido por un nuevo poder que necesita el lugar para poner sus archivos y llevar a cabo sus acciones de justicia al finalizar el siglo XIX prácticamente. Todo tiene un inicio el Hospital de san Juan de Dios apareció en 1869 y se diluyó en 1874, pero el Tribunal Superior de Justicia, espacio para profesionales de la abogacía y el Derecho tuvo al paso del tiempo que cambiar de sede, pues cuenta García Gutiérrez: 1968. La piqueta da cuenta con el antiguo edificio del Tribunal. Las viejas casonas de Toluca van cayendo poco a poco, abatidas por el alud del progreso. ¿En los nuevos edificios que las sustituyen, colocará alguien alguna placa que den a conocer a las generaciones de lo porvenir, lo que en este lugar hubo?

Es la historia que se repite una y otra vez, al recordar esta institución de salud, Rodolfo hace ver cuánto es lo que hemos avanzado en tema de salubridad y, cuánto es lo que hemos errado al seguir cometiendo iguales errores, al no atender el bienestar social.