El Rock mexicano punta de lanza del movimiento social (Tercera Parte)
Como muestra de lo que hemos señalado respecto a lo que en México, y podría decirse que en cualquier rincón del planeta, ha significado el rock en el contexto de la contracultura, valdría la pena recordar, por ejemplo, las manifestaciones que se dieron contra la censura del rock y exigiendo la paz en Chiapas, por allá de la década de los noventas en las que estudiantes de la UNAM que en su momento conformaron la Caravana Ricardo Pozas y la asociación El Club de los corazones rotos, confirmada por varios artistas como Santa Sabina, Maldita Vecindad, Café Tacvba, Botellita de Jerez, Fratta, La Lupita y Guillermo Briseño organizaron dos conciertos, el 28 de febrero y el segundo el 18 de mayo de 1995.
En el primer evento participaron algo más de quince mil personas, mientras que el segundo, denominado como Festival 12 Serpientes, reunió a más de treinta mil. También se puede notar que esa misma solidaridad con los zapatistas o el espíritu de los verdaderos zapatistas tuvo como resultado varios álbumes, entre los cuales destaca Juntos por Chiapas (Varios artistas, 1996), el cual fue vendido en varios países latinoamericanos, además de México. En él, se hicieron presentes varios músicos latinoamericanos famosos vinculados a la línea de rock y canto nuevo que desde hacía dos décadas era políticamente activa como Café Tacvba, Andrés Calamaro, Charly García, Fito Páez, La Maldita Vecindad, Mercedes Sosa, entre otros. Es de importancia mencionar que algunos de estos músicos habían sido acogidos por los grandes conglomerados de comunicación. Otro ejemplo de esta visibilización mediática de problemáticas sociales a partir del rock en la década de los noventa son varias canciones de la banda Molotov. Su álbum debut ¿Dónde jugarán las niñas? (1997) incluye varias canciones explícitas de denuncia o con una fuerte carga política. Una de las críticas directas tiene como protagonista a Televisa con la canción Que no te haga bobo Jacobo, haciendo referencia al periodista Jacobo Zabludovsky y mencionando explícitamente que trabaja para Televisa.
Se trata entonces de una crítica a la principal empresa mediática de México, que por cierto es rematada en su siguiente álbum Molomix (1998), con la canción El carnal de las estrellas, la cual hace referencia al acoso sexual ejercido por los productores musicales de Televisa hacia sus propios artistas, inclusive mencionando directamente a De Llano y a Velasco. Así es que la heterogeneidad que se ha mirado a través las costuras del sistema social hegemónico debido al surgimiento de las inquietudes de la juventud mexicana canalizadas por la cultura del rock nos indica que la sociedad que se va constituyendo alrededor del discurso del estado revolucionario supone una homogeneidad social que contiene las interacciones simbólico-materiales dentro de los parámetros establecidos por el espacio social hegemonizado, al mismo tiempo miramos un momento de dislocación social que se percibe a través de una necesidad dionisiaca de la contracultura no necesariamente de crear una nueva hegemonía, pero sí de conectar con lo sagrado, es decir, la reconstitución de lo social, que según Bataille, tiene dos aspectos, a saber, el mundo profano [que] es el de las prohibiciones y el de las transgresiones limitadas, esto es, el mundo de la fiesta, de los recuerdos y de los dioses. El segundo tema tiene que ver con la posibilidad de radicalizar el ethos barroco, pues afirma Echeverría que no es […] un ethos revolucionario: su utopía no está en el ‘más allá’ de una transformación económica y social, en un futuro posible, sino en el ‘más allá’ imaginario de un hic et nunc insoportable transfigurado por su teatralización.
Sin embargo hay que distinguir este punto en el sentido que el mismo Echeverría establece al decir que en el ethos barroco se encuentra una afirmación incondicional de la forma ‘natural’ de la vida social; pero en él, por el contrario, tal afirmación tiene lugar dentro del propio sacrificio de esa forma ‘natural’; la positividad –el valor de uso– se da a través de la negatividad –la valorización del valor económico–. En donde la forma natural del proceso social de producción y consumo es un proceso de intercambio material y semiótico.