EN OAXACA, DIOS NUNCA MUERE

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Cuando visitas el maravilloso Estado de Oaxaca, en cada día recibes una bendición, una sorpresa agradable, una inyección de optimismo, un consejo, una lección de vida, un ejemplo a seguir, una dosis de alegría, recargas pilas, fortaleces tu identidad nacional y vuelves feliz lleno de energía. Le das brío a tus sentidos.

Valoras en toda su magnitud, el reconocimiento de  la UNESCO que declaró Patrimonio Mundial de la Humanidad, al Centro Histórico de la Ciudad de Oaxaca, un ejemplo único de ciudad virreinal del siglo XVI; misma distinción que recibieron otros tres sitios: la Zona Arqueológica de Monte Albán, también conocida como “Montaña Sagrada” o “Colina del Jaguar”; las “Cuevas Prehistóricas de Yagui y Mitla en los Valles Centrales de Oaxaca, en el Valle de Tlacolula”; y la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán.

Los 365 días del año, guardan un encanto especial para sus habitantes y por supuesto, también para nosotros sus visitantes. Oaxaca te marca para el resto de tus días. Cuenta la historia, que hace un siglo, desalentado por la fuerte influencia europea en la obra de Diego Rivera, el ministro de Educación José Vasconcelos envió al pintor a un viaje a Tehuantepec. Cautivado por su esplendor tropical y sus mujeres bellas, este viaje marcó un hito en el arte de Rivera, despertando su pasión por la naturaleza mexicana  y los pueblos indígenas. Fue Rivera quien después animó a su mujer, Frida Kahlo, a llevar el traje con tal de honrar su herencia oaxaqueña.

Para aderezar debidamente mi artículo sobre esta tierra sin igual, he tomado prestado el prólogo que escribió Guadalupe Loaeza en su libro titulado Oaxaca de mis amores, simplemente me encantó y aquí se los comparto: Oaxaca mística, mágica, señorial: Sólo de llegar a Oaxaca la atmósfera despierta nuestros sentidos, un cielo dibujado por nubes muy blancas es marco de un sol resplandeciente. De inmediato sentimos en el ambiente un perfume de cordialidad y misticismo, árboles y pájaros estimulan nuestro asombro y las calles saludan con sus aromas de cocina y encanto, mientras plazas, iglesias y palacios antiguos murmuran sus secretos en cada rincón, en cada hermoso y viejo ventanal, en cada portón y en cada celda, misteriosos y conmovedores. En este libro comparto las emociones que me produce la cultura de Oaxaca, su gastronomía, su colorido regional, sus expresiones artísticas, sus bailes y la gran personalidad de sus personajes históricos, transmitir el misterio de sus leyendas, el rubor amoroso de sus mujeres y el temple de sus caballeros, protagonistas de numerosas páginas en la historia de nuestro país, y hombres y mujeres entrañables en la cotidianidad. ¿Quién no ha sentido la piel chinita con los bailes de La Guelaguetza, o se ha conmovido con la majestuosidad de sus ruinas arqueológicas?, sin olvidar los vivos matices y sabores de sus platillos deliciosos, la variedad de sus moles, sus tlayudas vestidas de carne, queso y salsas; sus nieves y dulces, sus bebidas frescas y la magia de sus mezcales. Porque Oaxaca es colorido y sabor, tradición y sincretismo, magia y seducción; tierra de pintores extraordinarios –Rufino Tamayo, Rodolfo Morales, Francisco Toledo, Rodolfo Nieto…–, y hombres de gobierno –Benito Juárez, Porfirio Díaz, José Vasconcelos…– que marcaron la historia de México, de artesanías y paisajes, noble geografía, lugares de ceremonia y culto. Oaxaca de mis amores es una pequeña invitación a saborear la diversidad y diversa región, conocer su grandeza, asomarse a la ventana de sus artistas y sentir intensamente la riqueza y colorido de su cultura.

Quienes hemos tenido la fortuna de asistir a La Guelaguetza, no me van a dejar mentir… se le pone a uno la piel chinita. Escuchar su segundo himno: Dios Nunca Muere, resulta un deleite. Pero cuando los locales reconocen las primeras notas de la Canción Mixteca, la multitud canta al unísono:

¡Qué lejos estoy del suelo donde he nacido!

Inmensa nostalgia invade mi pensamiento

Al verme tan solo y triste cual hoja al viento

Quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento

La pieza compuesta por el compositor oaxaqueño José López Alavez, a principios del siglo XX, captura la nostalgia por el hogar, una estampa común entre los habitantes de la mixteca de Oaxaca que emigran de sus pueblos hacia Estados Unidos. Pero en la Guelaguetza se convierte en una especie de himno y emblema de orgullo para todos los paisanos de Don Porfirio Díaz.

Ver con qué alegría y gran orgullo sus bellas mujeres con sus tradicionales trajes de china oaxaqueña, de tehuana o de itsmeña se acercan bailando al lado de una banda que toca sones de la región. “¡Viva Oaxaca! ¡Viva la Guelaguetza!”, gritan las mujeres entre el retumbar de los cohetes. La fiesta ha comenzado. Hombres con trajes de manta y huaraches ofrecen el delicioso mezcal a los transeúntes. Hay rostros de sorpresa al descubrir el sabor ardiente de la bebida, mientras la multitud se lanza por fruta y pan que los grupos folklóricos lanzan por la calle.

Estamos en el mes de julio y La Guelaguetza cumple 90 años, es la fiesta más importante de Oaxaca, de México y de todo Latinoamérica, en donde confluyen colores, sabores, anhelos, cultura, momentos que hacen un día vibrante e inolvidable celebrando las tradiciones de las 15 etnias indígenas de 8 regiones y honrando el significado de la palabra en lengua zapoteca que le da su nombre: ofrendas que se dan, regalos que se reciben.

La Guelaguetza es un majestuoso ritual que  encabeza las bellas tradiciones de un pueblo orgulloso de sus raíces. Además de una celebración, veo una actitud hacia la vida, el dar lo mejor de cada quien, una especie de hoja de ruta de su actuar cotidiano, es una demostración de garra y energía. Es un ejemplo de cooperación y de solidaridad, un sentimiento de hermandad, de compartir la naturaleza y la vida. Su esencia es la identidad, la unidad y la pasión.

Es fortaleza, armonía, sincronización y perfección en todos sus bailables y movimientos. La Guelaguetza también es humildad, todos subordinan sus intereses personales a los colectivos. Orgullosos de sus raíces van juntos, haciendo equipo con alegría cumpliendo su propósito.

Pero si de paladar se trata, la cocina oaxaqueña, su mezcal y su café, conforman la tercia divina de cualquier sibarita. El café de Pluma Hidalgo ganó en Singapur 2021 el reconocimiento al mejor café mexicano. El grano de café de la región de Pluma Hidalgo en la zona montañosa del estado de Oaxaca es considerado internacionalmente como uno de los más balanceados y con el mejor aroma de MéxicoLa ciudad de Oaxaca, encabeza la lista de las 25 Mejores Ciudades del Mundo de los World’s Best Awards, de la revista internacional Travel + Leisure premios que reconocen a lo mejor del sector de los viajes en el mundo en 2022.

Me dio gran gusto admirar en el principal edificio de Times Square en Nueva York, la publicidad relativa al magno evento de La Guelaguetza; ese es el verdadero mensaje de México al mundo, el de la alegría de dar y de compartir, no el de quitar y el de dividir; el de unidad no el de polarizar; el de respeto a nuestra cultura y nuestras tradiciones, no el cinismo y lo irrespetuoso. Alejandro Murat el brillante Gobernador que está próximo a concluir su período, tiene en su radar esa visión, el del México de La Guelaguetza. El País de todos, no de unos cuantos fanatizados. Le deparan nuevos y grandes retos.