Entre escritores…

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No tengo la colección completa de Cuadernos del Centro Toluqueño de Escritores pero en deseo de seguir huellas del escritor que fue don Alfonso Sánchez García, es que hago la tarea de visitar la librería del CTE: exposición de venta de libros, donde se encuentran estos cuadernos, en su primera etapa que abarca del 1982-84; la segunda, en mejor edición del trienio de 1985-87. Etapas de publicaciones que no pueden ser olvidadas de ninguna manera. Es crónica de los que fueron compañeros de vida del cronista municipal de Toluca: recién nombrado el año de 1981. Los Cuadernos que he encontrado me dan idea de cuáles eran las relaciones de don Poncho, con la generación que venía detrás de la suya. Nombrar una y otra vez a la generación del cronista municipal que lo fuera de 1981 a 1997, año en que fallece. Sus compañeros de vida son la generación más brillante de una ciudad y municipio en progreso cultural: prueba por doquier en vida intelectual, académica, histórica, de la crónica y el periodismo, ejemplos a seguir en sus huellas de cómo ser, los que vivimos en la actual Toluca. 

Leo en el mes de agosto de 1983, el número 4 de estas ediciones trae dos aportaciones de don Poncho: el primero dos poemas que titula Sonetos Indiscretos, dicen: En la noche arrobada llovían miles / y era un lujo estelar tu cabellera / que bajaba a besarte la cadera / retorcida de amor en sus caireles. / Yo miraba tu pelo deslumbrado / y haciendo cara de morir de pena / ye quise confundir con Magdalena, / insinuando ser yo el Crucificado. / No se puede dudar de que eres buena, / me ofreciste, es verdad, alguna cosa / que no le dio a Jesús la Magdalena; / Pero eso de los pies, y la lavada / con tu pelo magnífico de Diosa… / Se te hizo una solemne cochinada. Año de 1984, está en camino de cumplir sesenta años        —nació en 1927—, es decir, cuenta con 57 años en los cuales la madurez le permite pensar en la mujer o en el amor, con conocimiento de causa. Siempre respetuoso, supo poner el afecto en el tema del amor o de la mujer con la malicia infantil que le fue propia toda su existencia. 

Cuadernos… de escritores toluqueños o mexiquenses. La pregunta es adecuada: ¿Qué hacía un ‘viejo’ periodista con jóvenes escritores encabezados por Alejandro Ariceaga, quien escondía su edad y, no sabíamos si había nacido en 1945, 1946 0 1947. Recuerdo que en una ocasión sentados en una mesa del restaurante Biarritz —en el centro de Toluca—, Alejandro tenía una cita con un agente de seguros de vida. Al llegar nos preguntó a los dos de la fecha de nuestro nacimiento… Alejandro, como que se negaba a decir la fecha. De igual manera, nos preguntó su fumábamos o no. Me enseñó ello, que el mejor prosista en narrativa que ha tenido Toluca en la segunda mitad del siglo XX era quizá, como los banales que hablan de Sor Juana Inés de la Cruz: en el hecho de haberse quitado tres años de vida —nacida en 1648—, ella decía que en 1651. Sabemos que no fue por coquetería, sino por el hecho de ser hija nacida de padres no casados y, ello, en la Corte Virreinal era un pecado grave y cruel. Bueno, ya me fui lejos. En el deseo de señalar que don Poncho participó como maestro de generaciones, lo mismo en la suya de admirables integrantes: Mario Colín Sánchez, Gustavo G. Velázquez, Alejandro Fajardo, Javier Ariceaga, José Yurrieta Valdés, Moisés Ocádiz, José Nader, Clemente Díaz de la Vega, Guillermo Ménez Servín, etcétera. Es necesario repetir estos nombres, pues con ellos don Poncho convivió y seguramente discutió de temas: históricos, periodísticos, de crónica y demás asuntos, que son fotografía de la existencia compleja que es la vida ¿Qué hacía don Poncho, el maestro que no puedo olvidar cada vez que me pongo a escribir en la computadora?… ¿Cómo es que se lleva tan bien con esta generación, un poco o mucho por peleonera o egocentrista?… Bien que los conocía por su capacidad de estudiar la psicología de cada uno, con esa perspicacia conque recibía a todos: Alejandro Ariceaga, Luis Antonio García Reyes, Roberto Fernández Iglesias, Hernán Bravo, Eduardo Osorio, Francisco Paniagua, Carlos Olvera, y varios más. Se bien, porque lo veía, que se llevaba de maravilla con cada uno de ellos. Me sorprendía por su capacidad para ser maestro, amigo e igual con cada uno. Y si reviso, de la misma manera se lleva con la generación a que pertenece Félix Suárez, Marco Aurelio Chávez Maya, José Alfredo Mondragón —fallecido en lamentable accidente yendo a su municipio de El Oro a temprana edad—. Revisemos que son los tres ganadores de la Primera Generación, junto con José Luis Herrera Arciniega, los dos primeros en poesía, Marco en cuento, y José Luis en ensayo.  Cito al propio Alfonso Sánchez Arteche, nacido en 1952, en este caso cerca de Ariceaga por edad. El invento de integrar a escritores a través de un Jurado especializado fue un acierto que permitió entrar al CTE a lo largo de 39 años. Es ejemplo, en el país, de Asociación Civil y, orgullo por lo mismo de mexiquenses y no sólo de toluqueños. Nada le fue ajeno a don Poncho, de todo estaba informado, recopilador de periódicos, libros, revistas y documentos encontrados en archivos que le dieron sabiduría como cronista municipal.     

Esto escribiendo de un escritor, recuerden esto, escritor por encima de todos los géneros que en su vida llevó a la práctica. Porque el periodista, poeta, ensayista, cronista o cuentista que fue, por encima de todo ello, fue Escritor y nos deja una obra que por doquier se le puede encontrar para nuestra mejor educación. Cito el segundo soneto del poeta que fue: Turistas / Viajero de hoy, del siglo afeminado, / que no pisas la tierra de mi tierra / y bebes trozos de mundo recortado / desde el cajón de fierro que te encierra. / Viajero adicionado a tu volante, / con la nalga que angula muelle asiento, / que sólo piensas “motel y restaurante” / y su acaso “burdel y acoplamiento”. /A ti, viajero del siglo sin fatiga, / que vas por el paisaje como un ciego, / permitirás, turista, que te diga / que desciendas del móvil palaciego / que entre felpas y nailones te abriga / ¡Y conozca el mundo que te entrego! (1962) Cuando leo esto, me parece que estuviera cerca del Icono norteamericano de la poesía contemporánea: Charles Bukowski, del que podemos leer y leer tantos y tantos poemas de este tipo; rompiendo con la normalidad de las palabras corteses y educadas, que jamás se atreven a llamar las imágenes del doble sentido, o de citar palabras que pueden espantar a la buena y bondadosa audiencia. Aparece con 57 años junto a Roberto Fernández Iglesias, que naciera a principios de los cuarenta, trayendo su sabiduría y su poderosa inquietud por promover la palabra rompiendo con todo lo que por rutinario y banal no merecía esta tierra llamada Toluca. Escribe en este número Fernández Iglesias: Trazo / Toluca tiene siete cerros. Roma también. Ahora es cuando aquí los empiezan a llenar de casas. En Roma fue lo primero que hicieron. Yo no se los nombres de todos. Ese es el de las Manitas (por el árbol que dicen que da una flor con forma de mano que sirve para embrujar si hacen una infusión de manita cuando hay luna llena, también sirve para curar el reumatismo, cáncer y otras enfermedades parecidas) y el de allá es el del Cóporo y aquel yo le digo el de la Cruz. Hay otros dos que completan los cinco chiquitos. Luego está la Teresona. Ese sí es alto. Hasta arriba tiene una piedra. Piedra que suena como campana. Nadie sabe cómo está ahí…, letras que desde aquel año de 1984 Roberto Fernández Iglesias ya era un enamorado y apasionado por la Toluca donde vino a dejar sus mejores ideas y acciones como promotor literario invaluable. Igual aparece un compañero de generación: Moisés Ocádiz, cito: Un simple relato por Juanito / Tratando de ensamblar un modesto homenaje a Kafka, por el centenario de su nacimiento, con algún tema referente a Toluca… Buscar a don Poncho para encontrarme la Toluca en sus mejores escritores de la segunda mitad del siglo pasado. Verlo como un muchachito entre los jovenazos que fueron los fundadores del Centro Toluqueño de Escritores AC era un espectáculo, y un consejo de cómo andar entre los que han de ser vecinos de vida por cercanía, amistad o familiaridad.