ENTREVISTAS DESDE LAS LETRAS

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Los géneros de la prensa son ricos en múltiples sentidos. Y tales géneros los encontramos en excelentes libros. Como el que tengo sobre el escritorio cuyo título es Contrapuntos / ½ siglo de literatura Iberoamericana, del escritor y periodista Danubio Torres Fierro, libro publicado por Taurus en la ciudad de México en el año 2016. Libro de entrevistas, género admirado de toda carrera periodística, que termina enseñando las riquezas, de quienes, siendo entrevistados, aportan para conocer mejor —en opinión de sí mismos—, su fortaleza cultural y psicológica. En este texto encuentro, por lo tanto, muchas expresiones que me hacen comprender el papel de algunos mexicanos que participaron o participan de proyectos editoriales, como es el caso de la revista inolvidable llamada Plural —publicación que viene de la mano del periódico Excelsior, cuyo director era Julio Scherer—, fundada por Octavio Paz para orgullo de los mexicanos en el siglo XX. Plural, y después Vuelta, el nuevo proyecto de Octavio, al cancelarse la impresión de Plural por motivos políticos. Plural, Vuelta, Nexos y Letras libres son a partir de Octavio Paz, o Enrique Flores Cano y Héctor Aguilar Camín; y Enrique Krauze en la cuarta revista citada, son quienes promueven que dichas publicaciones tengan una presencia relevante para las letras en Iberoamérica: expresiones abiertas al mundo, no sólo de carácter mexicano y para mexicanos. 

Cuenta en Contrapuntos Torres Fierro: Medio siglo atrás —en las inmediaciones de 1968— los escritores (las caras de los escritores) se multiplicaron en el mundo público y en mi mundo privado. Había comenzado una revolución literaria iberoamericana y el muchacho, ya un hombre barbado, se estaba convirtiendo en testigo y parte comprometida de la historia sin casi saberlo, como aquel Fabricio del Dongo que en La Cartuja de Parma asiste a las escaramuzas entre la reacción y la renovación. Hay una fecha algo posterior que es decisiva. En los primeros días de enero de 1974, empujado por el deterioro político creciente del Uruguay, viajé a México. Era mi primer paso en el camino del exilio; ignoraba que el exilio se convertiría en un trauma incurable y que de allí en más afirmaría mi condición de metoikos, de extranjero en residencia, o de átopos, alguien sin un lugar o de todos los lugares. Pero lo que ahora importa es que el destino mexicano fue benéfico y me ofreció, generoso, la posibilidad de ser un profesional de las publicaciones literarias. Primero recalé en el suplemento Diorama de la Cultura del diario Excélsior y, después, en la revista Plural, de la que fui secretario de redacción hasta su final abrupto. Plural fue un parteaguas y un hito en el desarrollo de la literatura y el pensamiento intelectual de la época; captó el espíritu del tiempo, fue una tribuna para la discusión de las ideas que llegaban y cumplió ese quehacer privilegiando el discurso inteligente y bien escrito, con un perspicaz sentido de la oportunidad, con la capacidad de profecía adelantada, con audacia creadora y sin complacencias ideológicas — y poniendo un énfasis orgulloso, sin concesiones ni complejos, en la paridad entre lo que se hacía en México, en América Latina y en el mundo

Este extenso párrafo sobre el escritor y periodista refleja que el intercambio de dos profesiones son en todo caso una sola cosa, como lo fue para Gabriel García Márquez y en extensión para Octavio Paz; en el dicho de Cristopher Domínguez Michael: Octavio Paz no sólo es el poeta, sino una Literatura. Y una literatura es aquella que por medio de la letra y la palabra abarca todo género escrito. Cuando la escritura es arte y no solamente expresión banal y ajena a la conciencia que se expresa con total responsabilidad. Si para Octavio Paz el periodismo o la columna es un asunto menor frente al escribir un poema o un cuento, no por eso deja de ser importante encontrar en la prensa mundial artículos o columnas, entre las que destacan voces como la de Mario Vargas Llosa, Noam Chomsky o muchos otros escritores de diversas lenguas. Y esta importancia tiene que ver con la prensa mundial de grandes plumas que por Europa y Amétrica permearon en los periódicos Le Monde, Il Corriere de la Sera, El País, ABC, New York Time, Washington Post, El Universal y Excélsior, La Nación y tantos más que al revisarlos se encuentra uno con el mundo de mundos que se reúnen en sus páginas de tanta riqueza cultural, relatando el pasado y el presente: Sobre todo el presente que en el mundo de los hechos o de la reflexión han de ser enseñanza el día de mañana.

Por ello, no es posible revisar las relaciones entre periodistas y escritores sin atender que esta relación de hermandad viene de muy lejos. Cuántos grandes escritores tuvieron que recurrir al mundo del periódico y las revistas para sobrevivir ante la falta de recursos económicos para sobrevivir a sus penurias. La biografía de Rubén Darío es prueba de ello. La de los mexicanos Amado Nervo y Alfonso Reyes es otra prueba de lo dicho. El mundo del periodismo en todas sus vertientes ha sido un lugar de recogimiento, no extenso de sufrimientos y tristezas, pero que ha sido seguro reducto ante los problemas de sobrevivencia para el exiliado político o el alejado de su hogar, por necesidad de conseguir recursos económicos tiene que vivir fuera de su patria cierto tiempo; o en varios casos, como en Julio Cortázar, trabajando para instituciones internacionales, ya que ese fue su destino. Ser reportero lejos de la patria es un privilegio y un sufrimiento, al estar lejos de la familia y de los suyos. 

Privilegio y motivo de envidia en muchos casos, pues así les fue a Alfonso Reyes al señalarlo de antimexicano por aquellos que envidiaban una vida de exilio que vivió por motivos políticos primero, y después ante los sucesos que la vida trae consigo a quienes tanto tiempo viven alejados de su país y su familia. El texto citado, publicando entrevistas, con quien muchas veces han hecho de su vida en las revistas su principal medio para dar su mensaje, su opinión, que se vuelve ensayo de elocuente sabiduría. El escribe en su prólogo: Pues bien: dicho lo anterior, demos una brazada ufana. Hubo un dominio en el que la América Latina fecundó una originalidad llamada a despertar un pasmo admirado. Ese dominio fue el de la literatura. En efecto, a lo largo de los sesenta, y muy especialmente en las inmediaciones del año 68, hizo eclosión y se consolidó lo que se llamó, con expresión desafortunada, el boom literario latinoamericano. No era una creación que surgiera de la nada; sus antecedentes, y el continuo de su tradición, estaban por supuesto en Sur pero también en la Revista Mexicana de Literatura, que se creó en el medio siglo, y en numerosas publicaciones uruguayas, peruanas, cubanas (Número, Orígenes). Allí apareció una generación de escritores a los que la historia de la literatura reconoce como figuras fundadoras; ellos impusieron un sello literario nuevo y retomaron, retorciéndola y asentándola en bases más sólidas, una tradición —que, no debe olvidarse en este contexto, es nada más y nada menos que una memoria—. Esta realidad cierta, no debe de verse sólo como la actuación de los escritores en la creación de revistas o suplementos culturales en la prensa diaria, sino un hecho que era necesario al confluir la necesidad de hacer llegar las voces de los mejores escritores en la arena de la prensa mundial, de la opinión pública del planeta en todos los idiomas. Pues la lejanía que se deseaba por aquellos que no reconocían alguna relación con los periódicos y sus ramales de los más variados productos, sólo reflejaban en su madurez la creación de Sur en Buenos Aires por la promotora admirable que es Victoria Ocampo. Y en el caso de México por todos esos suplementos culturales que crean Fernando Benítez o Raúl Noriega. Dice Torres Fierro: Más allá de unas fuentes inspiradoras comunes (la narrativa norteamericana, el existencialismo, el modernism anglosajón) y de una voluntad de ruptura (se quiebran los géneros literarios, se reacomodan y se prolongan las tradiciones anteriores), lo que gobierna en la literatura de los sesentas son dos rasgos fuertes… Son los escritores que están invadiendo un campo que les es propio: ¡el mundo de la página en blanco!