ESCRIBIR DESDE EL EXILIO

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Pensar en talleres literarios es pensar en un trabajo artesanal, algo parecido a lo que realizan los alfareros, claro, me refiero a los pocos que aún quedan, de moldear la pieza que tienen en las manos, de ir quitando los desperfectos y afinar cada uno de los detalles, desde luego que este proceso podría implicar que se destruya y comience trabajarla de nuevo, él, mejor que nadie, sabe que no se trata de un trabajo en serie, sino de uno que le demanda dedicación, es por ello que su obra se convierten una pieza única. 

En términos literarios, es primordial que aquellos que desean comenzar a escribir, tengan dentro de sus buenos hábitos, no sólo leer y escribir, una actividad entre más veces la realices más se mejora la técnica. Asistir a un taller de creación literaria, en otras palabras, es ir moldeando la obra, las posibilidades de encontrar nuevas técnicas de escritura, de hilar las palabras y tejerlas de tal manera que los textos tengan fuerza, es sin duda con el trabajo colectivo, esto se logra en comunidad, aprender haciendo, como lo menciona Teresa Jiménez en su ensayo sobre Los talleres literarios en México

Es un ejercicio interesante puesto que en los últimos años he visto en la ciudad de Toluca, han crecido los de creación literaria que le brindan posibilidades a la gente de acercarse a la literatura, hablo de algunos de ellos: talleres de cuento, poesía, narrativa, crónica, por mencionarlos. Sin embargo, no es un ejercicio que recientemente se haya dado, el trabajo del taller es una práctica ya de años atrás, comenzaron como pequeñas reuniones donde se leía poesía, reuniones que llamaban tertulias se llevaban a cabo en casas particulares o cafés de la Ciudad de México.  Viene a mi mente Juan Rulfo, me atrevería a decir que uno de los escritores clave en la literatura, en solo tres obras que dejó publicadas nos regaló una de las novelas más impresionantes del realismo mágico.  

No es de sorprender que grandes escritores como Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez, reconocieran que Juan Rulfo había hecho a través de Pedro Páramo una obra maestra, sin Comala como antecedente no hay un Macondo, Sin embargo, lo que pocos cuentan sobre Pedro Páramo, es que no fue un trabajo que Juan Rulfo realizara en forma aislada, su obra fue tallereada por Juan José Arreola, esto no significa que acudir a un taller hace perfeta la escritura, lo que logra es darle dirección.

Para formar un taller es necesario tener al frente a quien dirija (maestro) y un grupo de personas que estén dispuestas a escuchar, a realizar una crítica, pero, sobre todo, a poner en práctica su máximo sentido de humildad a la hora de recibir los comentarios, lastimosamente no en todos los casos esto ha sido posible, sin embargo, hay buenos talleres que han sabido dirigir de forma fraternal su grupo.

En la ciudad de Toluca comienzan los primeros talleres de creación literaria a en los años sesenta con TunAstral, grandes narradores como Roberto Fernández Iglesias y Alejandro Ariceaga, por mencionar algunos, esta diversidad de talleres que tiene Toluca amplia las posibilidades de incursionar en alguna de las modalidades. En mi experiencia como alumna, puedo reconocer que han sido una pieza fundamental en mi desarrollo como escritora y que a su vez, me ha permitido identificar el avance de mis textos, si algo desarrolla el alumno es un buen oído, así mismo aprende a identificar lo que se puede mejorar. 

Recomiendo a las personas que desean mejorar su escritura literaria, es  buscar un taller en donde puedan crecer como alumnos, que se sientan en un ambiente de respeto y tolerancia, pero sobre todo que el éste sea un escape para salir de la rutina, de la vida ajetreada y presurosa de todos los días, el objetivo primordial de la literatura es formar personas más sensibles, más humanas, es crecer en comunidad, es decir, no hay fieles seguidores, sino sanos aprendices.