Espejismos docentes
En las instituciones educativas, el profesor es una de las figuras más importantes en el proceso de enseñanza-aprendizaje, además de que se convierte en el principal responsable de la formación de las nuevas generaciones; es en el papel la figura de autoridad.
Una palabra define el quehacer de un docente, responsabilidad, que debe entenderse como el cumplimiento de todo aquello que emana de su perfil y deber natural, tanto en lo académico como en lo administrativo y en lo personal.
Pero este ideal de educador dista mucho de lo que encontramos en varios colegios, que apantallados por el espejismo, dan cabida a verdaderos vivales que, con singular descaro, se cuelgan del trabajo de sus colegas o viven de su decir más que de su hacer.
El compañero que comparte materia con otro profesor y, cuando de entregar documentación se trata (planeación, exámenes, formatos), acaba por fingir demencia y a la primera oportunidad hace suyo el esfuerzo del otro y lo vende como propio. Peor aún, en la escuela se lo compran y se sale con la suya.
Y qué decir del incumplido que nunca entrega sus compromisos a tiempo y cuando es evidenciado por alguna coordinación (que por supuesto exhibirá su grado de inconsistencia), comenzará a echar pestes sobre el que sí ha hecho su labor, buscando la manera de que la atención esté sobre el otro, como si de esa forma se pudiera ocultar la incapacidad propia.
Un compromiso es un compromiso, si una persona no es capaz de honrar su palabra y ser congruente entre lo que piensa, dice y hacer, nos muestra, además de su poca confiabilidad, su grado de desfachatez. Un profesor debiera predicar con el ejemplo.
El docente debe buscar un equilibrio entre la experiencia y la formación permanente; tan preocupante es un profesor que no se prepara todos los días, aunque tenga muchos años de servicio, que aquel que con toda una sabiduría es incapaz de transmitirla a sus grupos.
Otro asunto se refiere a los profes que ante el mundo se venden como los grandes conocedores del mundo y sus problemas, capaces de componerlo con unas cuantas palabras mágicas; siempre tienen ese sabio consejo y no hay tema para el que no tengan respuesta.
En un país como el nuestro, donde hay tanta ignorancia, los alumnos suelen deslumbrarse por los dichos de estos profesionales del embuste, quienes con choros suponen que pueden desarrollar una sesión de clase.
Esa ignorancia, ha servido como escudo a muchas personas que, con una buena dosis de labia, saben engatusar a sus contrapartes de buena manera acabando por convencer a los más escépticos.
Si tan solo se indagara un poquito en la vida personal de estos ilusionistas se descubriría que todo su decir es una cortina de humo para esconder su mediocridad y conformismo; vidas personales incongruentes y nulo deseo de superación personal.
Se valen de la docencia para resarcir sus traumas personales. ¿Cuándo nos daremos cuenta de esta realidad?
Como decía aquel comercial ochentero, ojo, mucho ojo.
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