Expectativas erróneas

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Despertar de los sueños que vamos construyendo, sobre todo cuando no tienen una base sólida, suele ser un duro golpe para el ego, la autoestima y la convicción ante los retos de la vida.

Desde tiempos ancestrales, se ha repetido hasta el cansancio que venimos al mundo para ser felices, y que esa es la ruta para encontrar plena satisfacción y llevar una vida más digerible.

Nadie puede negar que, en la teoría, todo esto resulta posible, y que todos estos anhelos son fáciles de alcanzar, pues solamente se trata de hacer lo correcto y las cosas se dan, si no por ósmosis, por añadidura.

El gran conflicto se presenta cuando, con sólo abrir los ojos, nos damos cuenta de que hay demasiados obstáculos en la construcción de las historias personales de vida; pues resulta que no todos quieren ser felices, una inmensa mayoría se empeña en violentar toda norma de urbanidad y las relaciones humanas logran que no puedas confiar ni en tu sombra.

Pensamos que la gente que nos rodea es sincera y que cada palabra que sale de sus labios es sincera; ¡oh sorpresa!, resulta que a la menor provocación son capaces de hablar mal de ti, y no tienen empacho en tirar cuanta porquería se les ocurre en aras de obtener un beneficio personal.  Jefes, compañeros de trabajo y hasta familiares buscarán la forma de anular tus méritos porque su inseguridad les impide reconocer al otro cabalmente.

Confiamos en que las leyes funcionan perfectamente y que serán aplicadas sin duda alguna cuando alguien atenta contra los derechos del otro; ¡oh tristeza!, descubres que éstas, se aplican de manera discrecional, que hay representantes de la ley que se venden al mejor postor y que aquellos que tienen mayor poder logran que la justicia se cargue de su lado.

Asumimos que una buena preparación es el eje para una vida digna y hacemos lo que tengamos que hacer para que nuestros hijos reciban la mejor educación posible; ¡oh desilusión!, te das cuenta de que en muchos sitios de trabajo, las personas son contratadas porque son hijos, sobrinos o conocidos de alguien pesado, ignorando esfuerzos y priorizando las afinidades por encima de las capacidades.

Creemos que la familia siempre estará con nosotros y ¡oh terror!, te das cuenta de que en muchos casos vives con el enemigo en casa, pues lejos de apoyar las iniciativas, los triunfos o los esfuerzos, parecen mostrar recelo y buscan minimizar o incluso boicotear a quien brilla un poquito más.

Esperamos que con el trabajo diario alcance para atender nuestras necesidades trascendentales y ¡oh existencia!, todo está por las nubes, cada servicio e insumo aumente de precio y no hay una sola voz que se queje, ponga orden o proteste ante la evidente escalada de precios.

Es decir, nos llenamos la cabeza de expectativas, y casi todas parecen estar erróneas; no obstante, considero que hay que mantener la llama de la esperanza encendida.

Václav Havel, dramaturgo y político checo lo definía muy bien: La esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte. 

horroreseducativos@hotmail.com