Facturas pendientes
Es lamentable observar la inconsistencia humana; hoy día, la razón es una herramienta que cada vez menos personas utilizan y que, para desfortuna del mundo, encuentra menos eco en espacios tan sensibles como la familia o la interacción social.
Actitudes como la avaricia, el rencor, la envidia, el resentimiento o la ambición, son motores de muchos seres humanos que anteponen intereses mezquinos a lo verdaderamente valioso: la armonía.
Muchos son los casos de hijos que, sin un gramo de consciencia, esperan la primera oportunidad para dejar a sus padres en la calle y, si bien les va, arrojarlos a un asilo para que pasen los últimos momentos de su existencia llenos de una tristeza mortal.
Cierto es que algunos de estos hombres y mujeres mayores habrán dejado de hacer algo, pero toda factura debe ser conocida por los directamente afectados, antes de ser cobrada.
Otros tantos, se asumen con el derecho de cuestionar lo que los padres hacen o no con sus recursos; hijos que se atreven a pedir cuentas a sus progenitores porque consideran injusto lo que ellos deciden o no hacer con su dinero. En estos casos, hay que ser muy cuidadosos, porque si con los padres vivos son capaces de mostrar su ambición, no hay que ser sabios para imaginar lo que serán capaces de hacer cuando ya no estén.
Es increíble que, por dinero, parejas, familias, amigos, sociedades, grupos, sociedades, países o bloques mundiales colapsen; cuando centramos nuestra felicidad en lo que tengo o lo que los otros tienen, estamos optando por un rumbo que nos llevará directamente a la perdición.
En otros ámbitos, personas que se olvidan de que trabajan con seres humanos y, sin filtros de por medio, hacen alarde de sus malas maneras, agrediendo, insultando, ofendiendo y humillando al que se deje, por el simple ejercicio del poder de las maneras menos agradables posibles.
Quien tiene que gritar para imponer sus ideas, lo único que está reflejando es su incapacidad para controlar sus emociones; grita y ofende quien no tiene argumentos. La vida, afortunadamente, nos lleva a eso que algunos llaman karmas. Créalo, quien actúa con mala fe, tarde que temprano acabará por pagar todas esas facturas pendientes con las personas, con la vida, con ellos mismos.
A nadie le gusta ser cuestionado en su integridad o en su honorabilidad; con esta premisa, lo más conveniente es buscar rutas de convivencia más sanas, más armónicas, más benéficas para todas las partes.
Suele decirse que es en la enfermedad y en la cárcel en donde descubrimos a quienes verdaderamente están con nosotros, agregaría que también sucede cuando nos encontramos en momentos de crisis; la hipocresía humana hace que, con tal de pertenecer, somos capaces de vender nuestra propia alma, sin siquiera medir el costo de una decisión tan radical.
No nos quedaremos con nada, con absolutamente nada; por ello, más nos vale ser transparentes, honestos y trabajadores. Siempre habrá alguien que, porque asume que tiene el derecho, juzgará, cuestionará o intentará lastimar.
Hay que saber ser pacientes; al tiempo, esas facturas pendientes serán cobradas de la manera más inesperada y en donde menos lo esperemos.
Al tiempo.
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