Grandeza Indígena
Ensayo imperdible es el investigado y escrito por Álvaro Enrigue, titulado: La ciudad de México sus 501 años, para seguir la huella que a sólo 70 kilómetros del Cerro del Tolo —en lo que hoy es ciudad de Toluca—, se desarrollaba como destino manifiesto ante la llegada de los españoles al nuevo continente, en las tres carabelas de que comandaba Cristóbal Colón, aquel 12 de octubre de 1492. Destaca el investigador: La ciudad de México, que un siglo más tarde sería la primera moderna de la historia —multiétnica, multilingüe, globalizada y diseñada como una máquina de extracción y comercio para la acumulación de capital en manos de una minoría descendiente de europeos que racializan el resto de sus pobladores—, surge en la historia como Palas-Atenea, vestida y con las armas puestas. La enorme puesta en escena de la comedia, el drama y la tragedia que es la fundación y desarrollo urbano de la ciudad más bella e importante que era la ciudad de México hace 200 años, es prueba de que sucedió una conflagración de proporciones enormes. Tal conflagración es ejemplo para poder estudiar qué sucedió con las ciudades más importantes de nuestro país y obliga a ir al fondo de tales investigaciones.
Comprender que si bien la Gran Ciudad se hizo bajo la crueldad y el asesinato, la esclavitud en sus proporciones más horrendas, con menor razón podemos olvidar sobre que cimientos fueron puestas las bases de la actual ciudad de México o las de la ciudad de México. El olvido que se ha dado a través de 500 años es una prueba más de que los habitantes del presente, de ese presente que Jorge Luis Borges habla al señalar que todos los seres que tenemos vida, que respiramos, en nuestro presente somos modernos por fuerza. Dicha modernidad no debería de hacernos olvidar que el estudio del pasado nos hace más cultos, respetuosos de las tradiciones y de la diversidad cultural que para fortuna de mexicanos y toluqueños es posibilidad de reconocernos en el pasado glorioso que hemos tenido en la historia de la nación.
Llama la atención Álvaro Enrigue lo que plantea: Hay que olvidar el ruido de la batalla por la conquista de la capital mexicana —la sordera del campamento— y poner atención a la otra historia, silenciosa, modesta, y tal vez bochornosa. De la fundación de un barrio europeo en un altépetl americano, para entender el momento de gestación de la ciudad anfibia que sustituye a la antigua, y terminó convirtiéndose en el modelo de todas las ciudades. Ciudades que en buena medida, siguen gestionando la riqueza global hasta nuestro tiempo. Seguir la huella de este barrio, y atender en esa medida la historia paralela que tiene el crecimiento de una población que con mayor lentitud, mucha lentitud fue formando la ciudad de Toluca, que para inicios del siglo XIX tenía unos cuantos miles de pobladores sin grandes muestras de desarrollo urbano. Hecho que cita Ignacio Ramírez El Nigromante al acusar a españoles, como prueba de su poco interés por hacer de Toluca un centro urbano, tan importante como otros, en particular la ciudad de México, que habían alcanzado poblaciones de miles de habitantes al inicio del movimiento de Independencia en 1810. Este estudio histórico y crónica debemos de hacerla los ciudadanos toluqueños de este 2025, para comprender cuál fue hasta el siglo XIX el posible trágico destino que tuvo nuestra capital mexiquense por falta de visión de aquellos 300 años de dominio español sobre los territorios más altos del altiplano.
Cito a Álvaro Enrigue: la nueva ciudad era chica. Mucho más chica que la gran Tenochtitlan que la engolfaba. Los cuatro barrios indígenas quedaron también en el islote; detrás de ellos, las islas artificiales urbanizadas que se extendían por el lago y la ciudad de Tlatelolco, con la que la capital seguía conectada hacia el norte. Los españoles no pasaban de tres mil en la traza, mientras la población indígena era de cuando menos 750 mil personas. El emparrillado estaría delimitado hoy por la calle de Belisario Domínguez por el norte, al oeste por el Eje Central, al este por las calles de Topacio y al sur por José María Izazaga. Viendo el mapa de Uppsala —que incluye la ciudad y alrededores en 1550—, la cuadricula es central y distintiva, pero también es sólo una parte de la zona urbana. Alrededor de estos textos de Enrigue es que debemos seguir el sendero de nuestros cronistas e historiadores en Toluca, para comprender los dos destinos paralelos que dividieron el desarrollo urbano de la ciudad de México y la ciudad de Toluca.
En las alturas con presencia de Matlatzincas, Otomíes, Mazahuas y Nahuas el origen de Toluca que va allende los siglos, no es cosa de ignorar, pues el destino histórico de tan larga prosapia, nos debe hacer pensar si el vivir en las alturas, vecinos al Volcán Xicantécatl, fue el deseos de aislarse para estar ajenos a las batallas que frecuentemente se daban, entre reinos Tenochcas, Texcocanos, y de zonas habitacionales, que se dividían entre lagos y senderos acuosos del centro del Valle de México: territorio que era frecuentemente lugar de invasiones por imperios locales y enfrentamientos. Entre quienes invadían territorios que iban hasta Tlaxcala y Puebla al norte de Tenochtitlan, y más allá, hacia el occidente-norte de la actual ciudad del estado de Jalisco y Nayarit. Ello comprueba la extensión y transcurso del Imperio azteca, el más poderoso antes de llegar los españoles.
Explica Álvaro Enrigue: No se conocen las razones por las que Cortés decidió emplazar la capital de la Nueva España en Tenochtitlan, más allá de la explicación sumaria que ofreció al emperador en su tercera carta de relación: era hermosa y muchos de los edificios que quedaron en pie, magníficos. Los documentos que produjo en ese periodo muestran, sin embargo, una ansiedad muy curiosa en un hombre al que muchos millones de personas no sólo en México, consideran un genocida. Las grandes incógnitas de la historia que siguen siendo materia de estudio de especialistas y cronistas que saben que no pueden ignorar el pasado sin cometer el error de caer en banales conclusiones que comprueban su ignorancia. Sigue siendo una incógnita Hernán Cortés para esos millones de los que habla Enrigue y que él mismo sustenta en su ensayo, al decir lo que en palabras defendió en su momento el conquistador español: Tantos las Ordenanzas del 20 de marzo de 1524 como la carta al emperador del 15 de octubre del mismo año son documentos obsesionados con evitar que en el continente sucediera las barbaries que condujeron a la despoblación de las islas. Los estudios sobre el conquistador tienen que ver con la contradicción del síndrome de Procutsio: envidia por aquél que logra cosas que nadie más alcanza, así sea en la vida cotidiana o en sucesos de magnitud tan grande, como las que alcanzan Alejandro Magno, Carlomagno, Hernán Cortés en México, Francisco Pizarro en el Perú y Napoleón en el centro de Europa. El estudio de esta etapa es obligado para los mexicanos en general pues los hechos reales los expresa Álvaro Enrigue lo dice con pocas palabras, pero igual nos comprueban que debemos múltiples estudios sobre estos hechos para comprender la tragedia sobre la cual se fundó nuestro mestizaje. Escribe Enrigue: No se puede ni debe olvidar que el noventa por ciento de la población originaria de América murió en los primeros cien años de ocupación europea del continente, un crimen sin precedentes ni repeticiones en la historia. El estudio e investigación de las culturas anteriores a la llegada de los españoles es obligación científica, obligación moral y ética, pues lo que sucedió en aquellos años que nos sorprenden por lo creado en la Colonia Española no debe de nublarnos la vista por la admiración de lo creado, ya que bien se sabe que lo sucedido en casi 300 años de dominación española se fundó sobre cimientos de esclavitud y muerte de los aborígenes de este continente que no sabía que allende el Atlántico estaba el que conquistarían sus tierras y sus vidas.
 
										
					