Horacio Zúñiga Anaya y mi venturoso azar

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Segunda de tres partes

Y en el mismo Panteón General en el recuerdo a sus padres, anoté y luego memoricé el epitafio:

Camina quedo

Pisa suave

Reza… desoja una flor

Que duermen bajo esta nave

Del cielo azul del señor

Mi madre: lucero y ave

Y mi padre fe y amor…

 Y mis queridísimas directoras Ana María Gutiérrez y Anita Ávila, felices.

Pero el culmen fue el descubrimiento de la Oratoria Infantil.

Comencé con darles discursos a memorizar y era un cuestionable gusto ver y oír en la voz infantil piezas oratorias de escritores conocidos. Como en la doctrina católica los pequeños memorizaban y repetían: Mc Arthur, Castelar, Torri… y hasta que un buen un magnífico día, un chavo del turno vespertino me descubrió la veta que hasta hoy norma mi credo oratorio: Mejor le digo lo que yo siento, o a ver qué le parece esto que escribí.

Magnífico. Ese era el numen, la razón y luego, naturalmente, sin texto de por medio apareció:

Yo no entiendo por qué mis padres pelean de todo… ¡no se quieren? ¿Y sus hijos?” y luego a un niño de primer grado le lancé un torito: Háblame de tus padres. Y así como un ser que al nacer llora fueron saliendo palabras y así se dio un deslumbrante fenómeno; Hablar sin previo Script.

Exacto. La improvisación. QUE EL NUÑO HABLE fue el slogan de nuestros famosísimos concursos. Una revolución didáctica. Primero se pasaba a los salones: 

– Me van a escribir lo que quieran de la Patria.

Y a darle que era lo que hoy sigue siendo ideal alcanzar. Ahí salía la creación propia. Ahí nos dimos cuenta que la olvidada voz del niño aparecía, que era un ente pensante… ¡de fábula!  

                                              

Tanta fama tuvieron las y los niños oradores de la Escuela Horacio Zúñiga que dos de sus campeones –Moisés Soriel Muciño y Antonio Miranda Álvarez– participaron en el programa de Raúl Velasco, México Magia y Encuentro, en ese tiempo el más visto nacionalmente.

En tanto, metido en la onda literaria local, veía y oía a los jóvenes valores del grupo TUNASTRAL despotricar contra Horacio Zúñiga, haciendo paragón con su antípoda: Josué Mirlo, el maestro de Capulhuac, Genaro Robles Barrera, quien era en serio el otro polo de Horacio: bohemio, amiguero, humilde… poeta.

Mientras Zúñiga quebraba los luceros con su lanza de cristal, Mirlo le decía al pueblerino POZO:

El pozo envejecido que descansa sobre la piel morena del patio dormilón es un tuerto tan bobo que al contar por la noche los remiendos del cielano no pasa de una, dos… Y así, dos que tres TunAstrales me decían:

– ¿Tú crees pendejo que es poesía lo que escribe Horacio Zúñiga? poesía ¡Es lo de Mirlo! Y de la misma letra del himno universitario hacían mofa: Ay sí, “perínclita cumbre”… mira ya no es solo “inclita”, sino “peri”.

Y así iba la polémica. Me gustaron las antitéticas posturas tanto, que escribí un polémico artículo HORACIO ZÚÑIGA EN SOL Y SOMBRA que se publicó en la revista TRIBUNA, de Víctor Manuel Valdez Solórzano y por cierto provocó cierta cólera dividiendo a los de la vieja guardia de los psicodélicos de la nueva onda que gustaban más del fondo que de la forma.

Regreso a mi escuela primaria Horacio Zúñiga: tanta alharaca zuñigueana ocasionó que en el plantel se hiciera un homenaje al maestro. Esplendoroso acto: asistieron las hermanas del maestro y. Enrique Díaz Nava, quien con su estilo singular y conceptuoso, habló del maestro y su obra y terminando fuimos al negocio de carnes argentinas del ex jugador del Club Deportivo Toluca, Francisco Berterame donde conocí en voz de sus hermanas, aristas desconocidas del maestro: excelente hijo y hermano, poseedor de una asombrosa inteligencia, sensible e irredento lector, etc.

Y ahí supe de parte de mi amigo Enrique, fidelismo discípulo –dicen los que los escucharon, sosias el maestro en el soberbio estilo oratorio– que Horacio Zúñiga Anaya fue ganador de diversos concursos poéticos: flores naturales a nivel nacional y el máximo galardón poético: la flor natural Iberoamericana –¿Argentina, Perú?         –cuyo proemio sentido, admirativo fue de Leopoldo Lugones.

HZ siempre sorprendió; hoy 2024 que se revitalizó la polémica que alguna vez plantee: Vuelve a cobrar vida: un genio incomprendido o una fabriquita de deslumbrantes metáforas. Un orfebre singular del idioma o una sucesión interminable de sinónimos culteranos.

HZ ha sido y es un redituable producto comercial: como está en chino que el neófito de la poesía entre al escabroso túnel zuñigueano, prefiere irse por el camino fácil: el aplauso y la loa, empero, continúan quienes con pluma afiliada con crítica fundada no aplauden sus poemas y menos su narrativa y además que lo que el maestro dejó inconcluso fue publicado en poesías: Espumas y Oleajes y en narrativa Miseria novela que causó un caótico suceso literario, pues ahí el maestro abjura de mucho en lo que creyó y que a mí me dio oportunidad de alternar con el maestro José Muñoz Cota en un episodio que luego narraré.

También, asistiendo y participando en concursos nacionales de oratoria comprobé lo que al principio era solo vislumbre: la memorización, la voz de tenor en detrimento de la propia creación; un estilo que persiste y que le quita la forma y el lugar al fondo: el talento se supedita al como; el qué, y la razón, se subrogan a la voz y a la memoria, lo que me hizo publicar un libro: La Oratoria y el Ensayo, en donde propongo nuevos caminos oratorios.

Debo confesar que desde que aprendí a llenar los huecos de conocimiento temático o cuando la inspiración no aparece, con deslumbrantes trozos zuñigueanos se me facilitó la vida en la tribuna es más, ¿quién alegaría la elegante sonidez poética de un final como éste?:

¡Loor al espíritu radioso, vencedor de la materia que al servicio del que sufre, va al abismo, baja al arte, y en el ímpetu sublime de su velo portentoso lleva el polvo hasta las cimas rutilantes de los astros!

Y si en las demás disciplinas de la letra escrita los cambios son notables –¿quién en 1940 en Toluca pensaría en Bukowski y su poesía sobre sexo y drogas?– en la oratoria poco han cambiado los tradicionales conceptos, en otras áreas si, aquí, niguas. Decía Julio Torri hace noventa años que odiaba el fárrago de los oradores.

Y para poner la cereza al pastel: AMLO, en sus conferencias mañaneras ya borró lo escrito; DI LA VERDAD.

Si AMLO entrara a un concurso de oratoria, nada. En la línea clásica, lento sin engolar la voz, etc, por eso es que diciendo lo que es, ya revolucionó a la palabra oral. 

Ya no más en la oratoria política del colorido faisán que nada dice: Si les va bien a los pobres nos va bien a todos- Eso es.

No obstante la preminencia de la oratoria con luminosos destellos sigue todavía persiste la memorización de frases luminosas. Y otro mal: pues en este mundo de celulares y computación, pero sin lecturas largas, sólo lo mínimo como en Tik Tok o el slogan político. Aunque recordar lectores míos, que todo es palabra y si de golpe la sacas vestida de levita, pipa y guante irónicamente por su deslumbrante ropaje ya conquistaste a tu inculta audiencia.