INMUEBLE A LA VENTA
Es una necesidad básica del ser humano el comunicarse. El trasmitir sus sentimientos, pensamientos, incertidumbres, alegrías, penas. Y así sea sin buscarlo, inconscientemente al expresarnos de cualquier manera, buscamos una respuesta a eso, un consejo, un abrazo, un consuelo, una guía, un algo que llegue a nosotros. No es un eco, es una respuesta de un tercero, que nutrido de su experiencia y años de estudio y sobre todo de su don admirable de escuchar, nos brinda aquella luz que está en nuestro camino, pero casi nunca tenemos la capacidad de verla por nosotros mismos, porque estamos en la oscuridad, nos sentimos sin salida, nos sentimos muchas veces perdidos.
No es fácil estar en un sillón al frente, escuchando atentamente, obviando cualquier estímulo de distracción, para lograr que el foco sea uno solo, él, ella, o ellos. Escuchar cuando muchas veces quisiera ser escuchado y sobre todo guiado como él lo hace.
Hay personas, no son muchas, que tienen la capacidad de escuchar, sin juzgar.
Hay personas que logran desenterrar historias dañinas, que hieren, que merman, para curarlas y convertirlas en experiencias que no matan, sino que fortalecen.
Hay personas que tienen una lupa incorporada, sensores nocturnos, que ven en medio de las noches más oscuras, más profundas, que uno mismo no logra ver.
Hay personas que nos encuentran, cuando navegamos sin brújula en medio de historias escondidas, escondidas en medio de un bosque frío, lúgubre, tenebroso, que causan heridas, heridas muy profundas, heridas que casi nunca a la vista tienen mano médica capaz de curarlas.
Hay personas que tienen ese shot extra de paciencia, paciencia que con unos cuantos mililitros de vocación logran que tomemos consciencia.
Hay personas que les sale de los poros la comprensión, el cariño. Esas personas tienen esa capacidad de orientación, para la cual sí hay escuelas, pero no todos salen sobre salientes, y esa orientación se llama vocación.
Hay personas de pocas palabras, pero palabras de aliento, palabras que abrazan sin tocar, palabras que no son consejos. Aquellas palabras que son una guía poco improvisada, llena de conocimiento, conocimiento que se adapta al contexto, a la circunstancia, a ese instante, donde las dudas desaparecen y se vuelven decisiones que nos conllevan a tomar mejores acciones.
Hay personas que ven la vida como lo es, esa obra de teatro, donde los ensayos, no son ensayos, son la obra misma, donde cambiar de papel sí es válido, así como equivocarse, porque está en ese cambio, en ese error, la fórmula para generar el quiebre, el quiebre que uno quiere, que necesita para una vida diferente, una vida de paz, no de guerras internas que terminan acabando con el yo, que todos lo mal llevamos dentro.
Hay personas que hacen de la vida una experiencia increíble, a pesar de que es limitada. Experiencia que te nos la oportunidad de hacer del futuro cualquier cosa, mezclando la buena voluntad con la confianza en uno mismo.
Hay personas que nos convencen de que la mala suerte no existe. La suerte está para todos, solo que no todos logramos obtenerla, porque la lotería no todos los que la juegan la ganan.
Hay personas que nos recuerdan nuestros fracasos, pero con sutileza, con tino, y nos enseñan de que el fracaso no es algo que tenemos predestinado, el pre destino no existe, el destino, es decir el camino, lo hacemos nosotros mismos pintando de colores claros, nuestros colores más oscuros.
Hay personas que nos muestran que no estamos incompletos, estamos hechos de una manera perfecta, perfecta porque respiramos y si respiramos podemos pararnos, podemos escalar el Himalaya. Es cuestión de qué equipo usamos, qué zapatos llevamos y cuánta comida cargamos de reserva, para no morir de inanición, porque el camino es largo, es inseguro, es frío, pero es camino al fin y al cabo, y no hay camino hecho, el camino se hace al andar, como diría el poeta.
Hay personas que nos sueltan ahí afuera, nos dejan tropezar, nos dejan caer de cara directo al abismo, abismo cuya salida ellos la conocen, porque siempre nos sostienen con hilo invisible, hilo que con el paso del tiempo se convierte en la cuerda más fuerte, cuerda que nosotros debemos tomar para algún día sostenernos solos de ella.
Hay personas que nos muestran nuestras más grandes debilidades, pero que también combaten nuestros, muchas veces, patéticos temores.
Hay personas que nos convencen de que cambiar de opinión eventualmente no está mal. Nacemos con el derecho de ser alguien distinto, de evolucionar, de actualizar o cambiar nuestras prioridades.
Hay personas que apuestan por nosotros, inclusive, cuando hasta un juez, da el caso por perdido.
Hay personas que confían en nosotros, que nos enseñan qué es la paz y el valor infinito de la gratitud.
Hay personas que te convencen de que la vida sí vale la pena, aunque muchas veces ella misma se empeña en convencernos de dejarla, porque se empecina en ponerse densa y pesada.
Hay personas que nos demuestran que la experiencia y el viaje de la comunicación, el viaje de ser escuchados, y por una hora al día ser el centro de atención, sí es valioso y contamos con el derecho de tenerlo.
Hay personas que tienen la magia, una varita invisible, llamada palabra, de darnos las herramientas y mecanismos para gobernar nuestra mente, y no dejar que ella nos gobierne.
Ese gobernar es tener la capacidad de que si nuestra vida no nos gusta, somos libres y tenemos la capacidad de construir una nueva, buscando la mejor versión de nosotros mismos.
(Para ti, gracias por crear vidas nuevas, desde ese diván)