Inocente

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Cada año por el que transcurre mi vida, me va dejando profundas enseñanzas. Agradezco a la escuela de la vida que me permita graduarme, anualmente, con un sobresaliente. Si es cierto aquello de todos los obstáculos son desafíos que tu mismo te impones  o lo de Dios no te daría una carga con la que no puedas cargar”, debo decir que mi capacidad para autoimponerme sendas torturas y la fortaleza que me calcula la divinidad son, ambas, descomunales.

Particularmente, este año, enfrenté la pérdida de lo que más amaba –no ahondaré en esos temas porque la gente feliz no sabe de eso y perdería los lectores que pudieran haber llegado distraídamente hasta aquí–, este tortuoso  2021 también perdí algo igualmente valioso: la confianza en la otredad. Eso que hasta ahora había sido argumentación socrática, impulsora de mis pensamientos más críticos. Descubrí que el otro o la otra es una presencia permanente en  forma de acechadores, timadores, acreedores, gente que se acerca a uno de manera inofensiva y que terminan desfalcando la moral y el respeto.

Esto no es novedad y es que somos tan carentes de eso, de respeto. Nuevas generaciones ya no conocen las maneras para honrar a los demás, ojalá las encuentren cuando tengan que honrar sus propios muertos. Aún con todo, hay que seguir, porque la defraudación es sólo el aderezo de la decepción. Qué más da el costo monetario o emocional del hurto, el golpe está dado, la traición consumada, la mentira dicha. Vivimos una era de tinieblas biológicas y morales.

Cándidamente vamos cayendo uno a uno en el pantano de la maldad, se van manchando nuestras puras alas y de esa caída, la inocencia no se salva. A excepción de algunos que volamos en círculo sobre el pantano y pensamos que el perdón es una poderosa fuerza que puede reivindicar a los otros. Pagan justos por pecadores, como en el famoso Día de los inocentes, que ellos no tenían culpa alguna de las atrocidades de Herodes, como esos mis enemigos y detractores, que han saqueado suficiente mi confianza, les aviso que ya no queda nada para que les vaya mejor de lo que ya les va.

Con cariño.

La inocente palomita que se ha dejado engañar sabiendo que en ese día en nadie debía confiar.