INSTRUCCIONES PARA DAR UN ABRAZO
El mundo todo, que al fin y al cabo es una república.
Francisco de Vitoria
Cierra los ojos por dos segundos. Es importante tomar conciencia de ti, en ese momento. Frente al otro, abre los ojos y mira tu reflejo en sus pupilas, hunde tu mirada en ellas, ofrece tus brazos y muestra tu intención –tu ternura, tu apoyo, o tu deseo–. Recibe su permiso cómplice y entonces, acerca tu cuerpo al de la otra persona, acércate más, ¡un poco más! Piensa en ella, como en un regalo y envuélvela con tus brazos; escóndela entre ellos y sujétala contra tu pecho, con firmeza, que sienta que ¡jamás! la dejarías caer. Sostenla así, hasta que el corazón más frío, iguale al más cálido y el contacto se transforme en un hogar con la temperatura perfecta; y aquel abrazo, se convierta en el movimiento primordial, de una danza para dos, en un único latido. Así, hasta que la proximidad del otro, consiga derretir las dudas, el frío, la soledad, los disfuerzos del ego, el dolor avieso, los miedos y toda barrera, como a las heladas llamas de una fabulosa quimera, apostada a las puertas de su corazón. Aspira, profundamente, la mixtura de emociones y sensaciones que emana de aquel instante mágico. Concéntrate en compensar con sentimiento, cualquier resquicio de vacío entre ustedes –allí donde no le corresponda llegar a la piel– mientras los rodea un halo poderoso de energía. Cierra los ojos y piensa en tu melodía favorita, o salva el silencio; hasta que tu respiración, sea la del otro; hasta que la respiración del otro, sea la de los dos. Cobija, consuela, repara o energiza a ese ser, entregado a ti y alégrate por ello. Puedes palmear su espalda en señal de protección; acariciar su nuca, besar su cabello, sus manos, su frente; puedes susurrarle o cantarle al oído y convertirte en la prolongación de sus fuerzas, o en el infinito universo que necesita explorar. En este punto, ya puedes enfocarte en recibir, o nublar tu mente y permitir al tiempo y los sentidos, tardar lo necesario para recoger por ti… es justo advertir aquí, que algunos somos muy torpes para soltar… segundos, minutos, toda una vida o aún, la eternidad, y arder así, en el amor, el que siente y se hace presente: hasta tocar con la piel de tu alma, el alma del otro.
A Cortázar se le daba bien eso de dar instrucciones, y sin embargo, no las dejó para dar un abrazo. Tal vez, el entrañable escritor, sabía que cada uno de nosotros, las trae grabadas en la piel, al llegar al mundo y nos soltaba una pista de ello, en el capítulo 2, de su Rayuela: ¿Por qué no aceptar lo que estaba ocurriendo sin pretender explicarlo, sin sentar las nociones del orden…? Sospecho que al escribirlo, el querido Julio, pensaba en los sentidos abrazos que compartió.
El neurólogo Pablo Eguía, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN), nos dice: A través del sistema somatosensorial, transmitimos al cerebro las diferentes cualidades de los contactos, que se dan con el entorno. Su voz –autorizada por la ciencia, para hablar de abrazos– asegura que la información que recaba el órgano más extenso de nuestro cuerpo ¡tan valiosa para la vida!, camina hasta nuestro cerebro, a través de complejos sistemas internos. Y añade: … se han publicado varios estudios en este sentido y todo parece indicar que, si es empático, el contacto activaría mecanismos cerebrales que ayudarían a controlar y a soportar mejor el dolor.
¿Efecto analgésico? ¿Cómo ocurre esto? …este fenómeno modula neuronas capaces de anular el efecto de los receptores del dolor y de algún modo, inhibir su información y priorizar la de los receptores del tacto… Los legos en medicina, sabemos –por intuición– que tocar y ser tocados, en forma consentida, es una necesidad humana.
Por supuesto, el abrazo, es una muestra de afecto condicionada por factores culturales y personales; y hay quien lo descarta de motu propio. Sin embargo, según el Dr. Eguía y otros profesionales de la salud, la falta de contacto con otros, puede llevarnos a percibir la realidad como una amenaza y, su ausencia, durante la niñez, suele acarrear problemas psicológicos. Para esos casos, una mascota, un objeto –como una manta pesada o nuestro peluche favorito– pueden fungir como sustitutos válidos.
Hambre de piel, llama Tiffany Field, profesora de la Escuela de Medicina de la Universidad de Miami, a esta necesidad de contacto. Ella, sostiene que la piel ha sido diseñada –sensorialmente– para sentir bienestar, cuando socializamos. Tiene sentido, ¿verdad? la historia nos ha mostrado en incontables ocasiones, cómo la comunidad optimiza la posibilidad de sobrevivir en casi cualquier entorno, así como las desventajas del aislamiento físico.
Por ejemplo, el prolijo compendio de datos del historiógrafo peruano Don Jorge Basadre, guarda la historia de un abrazo que antepuso el interés de un país, a los manejos políticos de una época de caudillos. El Abrazo de Maquinhuayo, narra cómo en el año 1834, el general Bermúdez, planeaba luchar contra las fuerzas del Presidente Orbegoso mientras que su lugarteniente, Echenique, y otros jefes, intentaban persuadirlo de firmar un tratado de paz, porque enfrentar a peruanos –a pocos años de haber salido del dominio hispano– sólo traería perjuicio al país. Orbegoso fue alertado y Bermúdez, depuesto.
Don Jorge Basadre, refiere así lo ocurrido: Las tropas que habían sido bermudistas encontraron a las de Orbegoso en orden de batalla, en el llano de Maquinhuayo, cerca del pueblo de ese nombre en la provincia de Jauja. Orbegoso mandó que ambas fuerzas formaran pabellones y que en seguida marchasen los soldados de unas y otras hasta ponerse frente a frente. Se dieron entonces un abrazo en testimonio de confraternidad y concordia en medio de un júbilo general (24 de abril).
En aquel lugar, se levantó una columna con la siguiente inscripción: El amor a la patria unió aquí, en el mismo sitio y en la misma hora, a quienes se iban a batir; y convirtió en campo de amistad el que iba a serlo de sangre. Abril 24 de 1834.
Este episodio, protagonizado por seres humanos, alimenta nuestra fe en que, la razón, puede imponerse a los delirios individualistas, en aras del beneficio común; el liderazgo –basado en una cultura de servicio– antes que, el protagonismo de un autoritarismo –que desarticula a los pueblos de la comunidad global y los aísla y debilita–. Esta confianza se hace urgente, en un escenario mundial complejo, que llama a escena a todos sus actores; en tiempos en que nuestro mundo, ensombrecido por la desesperanza y herido de guerra, hambre y muerte; pretende dejar atrás, dos crudos inviernos, sin abrazos.
El escritor Eduardo Galeano, en su Libro de los Abrazos, nos revela qué es el mundo: Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Necesitamos los abrazos de aquellos que arden la vida con tantas ganas y coraje, que encienden la voluntad, ¡la lucidez! y el amor, entre todos. Abrazos, que nos eleven y nos fundan en una gran comunidad; y así, juntos, podamos dar el paso a la siguiente evolución