LA BOMBONERA QUINCE AÑOS DESPUÉS

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El pasado domingo acudí al estadio Nemesio Diez, mejor conocido como la Bombonera para preservar el legado de gran tradición, gracias a la invitación de mi querida ahijada Lili.

Tuve la misma sensación que cuando asistí al primer partido del Toluca, allá por 1963, hace más de 60 años, sentí una gran emoción y un gran placer.

Como el placer de entrar por enésima vez en el Rick’s Café, pedirle a Sam que toque de nuevo As Time Goes By, simplemente inolvidable. ¿Lo recuerdan en la película Casablanca?

Quienes nacimos en el barrio de La Merced, a unas cuadras de la Alameda de Toluca, gozábamos del lujo de tener a tan sólo unos pasos, el mítico estadio de La Bombonera, en donde en más de una ocasión, siendo niño, tuve el gusto de saludar a un personaje Don Nemesio Diez Riega, mecenas de nuestros Diablos Rojos, siempre elegante, con cálida amabilidad y personalidad impactante.

Para orgullo de todos los toluqueños, somos los herederos de un templo, crisol de unidad, de feliz esparcimiento y tan terapéutico como la mejor terapia con el coach o psicólogo más reconocido.

Me refiero al hoy flamante estadio casa de mi gran equipo de los Diablos Rojos del Toluca. Desde los seis años edad, hasta entrada la adolescencia, no dejaba de asistir cada quince días en compañía de mi querido primo Alfonso (QEPD), a echarle porras al Toluca.

Llegábamos desde las 9 de la mañana para instalarnos en la tribuna de sombra, justo atrás de la portería, para ver a Florentino López untarse naranja para que no se le resbalaran los balones y sudar la cruda al brasileño Amaury Epaminondas, con su toque privilegiado y su entrega apasionada.

Y es que primero se jugaba el partido del torneo de reservas y después, el de primera división en donde los rojos, jamás perdían como locales, si acaso le empataban, ya que se jugaba con garra y entrega.

Recuerdo que varias veces vi jugar a Ernesto Nemer Álvarez durante el intermedio en que se enfrentaban dos equipos de niños. Ya desde entonces mi buen camarada Nemer aprendió a sortear las patadas y zancadillas pero siempre con la frente en alto, jugando en equipo y sudando la camiseta.

Como les decía, desde 2009, no acudía a la bombonera, tuvieron que pasar 15 años para nuevamente saborear mi cerveza Corona, ahora servida desde una lata, porque desaparecieron los envases de cristal y el tradicional cubetero, como parte de los nuevos protocolos de seguridad, que dicho sea de paso, merecen un reconocimiento a toda la directiva del equipo, empezando por su Presidente y dueño Don Valentín Diez Morodo.

 

No tengo la menor duda, tenemos uno de los tres mejores estadios de México, que es el número uno en seguridad, en ambiente y en emoción capaz de sacudir hasta a la dama de hielo. (bueno, creo que esto último lo exageré, ya que así como el Pinocho de madera, ella tampoco puede gesticular)

La oncena escarlata no nos falló, le ganamos cuatro a uno al Atlas de Guadalajara, que vistió uno de los uniformes más feos de toda la Liga MX, color gris rata muy ad hoc a los tiempos de la transformación de cuarta.

No exagero al reflexionar que el estadio Nemesio Diez, su equipo de futbol y su afición, son el algoritmo perfecto que energiza el centro de carga positiva de todos los toluqueños y, por qué no, de todos los mexiquenses.