La jornada
Aunque no esperaba tener dificultades en el traslado rumbo a la zona en donde debo votar (cosas que al final no sucedieron), sí pude ver muchas cosas contradictorias.
Por un lado, la pandemia sigue teniendo presencia entre los transeúntes, el cubrebocas como un accesorio natural, el gel en las manos de todos, y esa distancia sana que nos han impuesto.
La sensación de la vacuna aún no me dejaba del todo. Un ligero mareo, ese dolorcito de cabeza, la fiebre que iba y venía, y la incertidumbre del malestar estomacal que me había dejado un tanto ciscado de salir.
Aún así, con la certeza de mi deber ciudadano que tanto presumo, tuve el valor de tomar mi credencial y un autobús que me llevara a la casilla que me tocaba. En el camino reflexionaba sobre el acto de votar, el por quién votar principalmente. Ahí descubrí esas maniobras electoreras que suelen pasar en estos días. Las bardas estaban blanqueada, sin embargo, no todas.
Por cada diez que descubrí blanqueadas, había dos que seguían con la propaganda que sólo manifestaba de quién eran y la razón por la cual estaban sin pintar: obvio, eran del gobierno en turno y del partido de ese gobierno.
Este tipo de tácticas es común en nuestro país. Todo aquello que antes defenestraban, cuando eran oposición, ahora lo realizan como un acto de política natural porque ahora la oposición es la que cuestiona este tipo de situaciones.
Al final, y con una rapidez que no sorprendió, pude votar en la casilla que me tocaba y pude regresar a mi refugio para seguir rumiando estos efectos de la otra acción ciudadana y responsable.
Y aunque la abstención fue nuevamente la gran triunfadora de esta jornada electoral, es sorprendente la participación de los mexicanos y la madurez política que hemos adquirido en estos años tan convulsos que vivimos. ¿Los ganadores? Esos seguirán siendo los mismos, con diferentes colores y diferentes propuestas.
Posdata
En 1997, el triunfo del Cruz Azul no fue precisamente una sorpresa, sino una campaña que vino a resultar en ese triunfo de gol de oro anotado por Carlos Hermosillo. Después de 23 años, y con varios reveses de los cuales las burlas fueron constantes, Cruz Azul fue nuevamente campeón de liga y aunque tuve un arranque eufórico al momento en que el árbitro pitó el final del partido, la emoción fue grande y no puedo negar que las lágrimas brotaron sin muchos tapujos. Lo mejor de todo, es que pude volver a gritar el campeón, campeón, del equipo que he seguido prácticamente toda mi vida.