LA MUJER Y EL DÍA INTERNACIONAL DE LA HIGIENE MENSTRUAL

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La mujer dentro de una sociedad mayoritariamente patriarcal, carga con barreras simbólicas y físicas, pues no solo debe de aportar más de lo usual para sobresalir y ser aceptada en cualquier esfera en la que se desempeñe, sino que además, su fisionomía y enramado corporal es diverso, en un sentido considerable de elementos y características que un ser varonil nunca tendrá.

En el marco del Día Internacional de la Higiene Menstrual, el cual se conmemora el 28 de mayo, la académica de la Facultad de Medicina de la UNAM, Mariana González, señaló que más allá de la comprensión y visión de escenarios complejos respecto al derecho de menstruación, podría contemplarse la ayuda de donación de artículos de higiene femenino, así como copas menstruales para el ahorro de compra de toallas y tampones sanitarios en mujeres de escasos recursos, particularmente mujeres migrantes, en tanto que para ellas el gasto de 500 o 400 pesos para adquirir una por su cuenta, resulta inalcanzable.

El periodo menstrual, ese ciclo hormonal que permite la maternidad y al mismo tiempo el orden del sistema nervioso, digestivo e incluso el locomotor, puede significar bifurcaciones incontables de sentimientos en una mujer, de dolor, sofocación, bochorno y retención de líquidos. De aislamiento para conseguir unos minutos íntimos y verificar que todo fluya con un orden preciso.

Se presenta también como un proceso que implica pagar por toallas sanitarias o tampones con precios posiblemente decentes para algunas y para otras, simplemente resulta impensable. Desde los 17 a más de 30 pesos se presentan paquetes en tiendas departamentales siendo lo más accesible para quien no cuenta con la posibilidad de adquirir una copa menstrual o incluso por intimidad, no pueden hacer uso de ropa lavable para su limpieza, dado que conviven con un número notablemente mayor de varones.

Tal es el caso de las ya mencionadas mujeres migrantes, que sin contar con facilidades y un espacio adecuado para su privacidad, deben de conseguir lo que sea necesario para sobrellevar dicha etapa cada mes, en el mejor de los casos, pues algunas por el estrés constante en el que confluyen, presentan cambios y retrasos en su ciclo, incluso de hasta más de seis meses, impidiéndoles por su situación, el acceso al ginecólogo.

Ángeles –quien por razones de anonimato prefirió no dar su nombre real- compartió en entrevista que el ser una mujer migrante no solamente implica la ausencia de un permiso para laborar o habitar libremente en cualquier espacio de la entidad y el país, sino que también debe de conseguir por lo menos un ingreso monetario para pasar los días de sangrado.

“Me tengo que aguantar a veces, no soy mucho de salir a las calles para pedir dinero porque no vine a eso, creo que eso da lástima y lo digo con respeto para mis compañeros pero en esos días tengo que hacerlo para ganarme aunque sea unas monedas, me pongo a hacer junto con algunos collares o pulseras y las vendemos en los semáforos. Por lo menos sacó para un paquete. Es raro porque siempre era de estar mal una semana y desde que me vine (a México), no sé si porque mi mente hace que el cuerpo cambié o sea más resistente pero solo duro tres días. Para mí mejor, así me alcanza más y no tengo que volver a hacer el gasto tan rápido”, mencionó.

Ángeles proviene de Honduras, habita en el municipio de Metepec desde hace más de dos meses, mientras espera como cualquiera de sus compañeras, obtener el visado para ser autosuficiente y rentar un espacio que le permita por lo menos, privacidad en esos días.

“Es difícil, pues una cuando se atreve a salir de su casa o de su país no piensa en estas cosas, la verdad lo único que deseas es alejarte de la injusticia pues, de las cosas que le hacen daño a uno pero pues tal parece que ser mujer es más difícil que si fuéramos migrantes hombres, ellos por lo menos no tienen que preocuparse por esto. Ahora imagínese también mis compañeras embarazadas, ellas deben de ver cómo van a tener a sus hijitos y no es fácil. ¿Cómo y en dónde lo harán? Si no tenemos un seguro o el permiso para dar a luz en un hospital público, el privado es imposible por el dinero. Entonces ellas ya vienen con la mente de que tendrán que tener a sus hijos donde puedan”, dijo.

Según lo mencionado por un estudio del Senado de la República realizado por la Senadora Angélica de la Peña Gómez, una mujer gasta alrededor de 13 mil 320 toallas o tampones y el precio por unidad es de 2 pesos aproximadamente, calculando el costo de ello durante el año, dentro de un ciclo menstrual regular, utilizará 360 unidades, lo que representa 26 mil 400 pesos. Ángeles antes de inmigrar en el país, utilizaba entre 25 a 30 unidades, por lo que utilizar solamente un paquete era prácticamente inservible, hoy por sus cambios hormonales derivado de sus actividades diarias y el ambiente en el que habita, solamente utiliza entre 10 a 15, puesto que se ve forzada a reducir también, el cambio de unidades para ahorrar.

Dicho hecho posiblemente sea considerado adecuado para su situación económica, no obstante conlleva a afectaciones a la salud como infecciones vaginales o en las vías urinarias por la falta de higiene adecuada que complicarían aún más su estado vulnerable.

La médico instó, por ende, en ser más empáticos con los procesos femeninos y brindar mayor seguridad e inclusión a las mujeres en días de periodo menstrual. Particularmente aboga por la aplicación de estrategias y leyes que permitan la atención médica de mujeres migrantes o en situación vulnerable, aún sin contar con un seguro médico.